El 30 de abril de 1975 caía en manos del comunismo la capital de Vietnam del Sur. Finalizaba una guerra que, por los mitos generados desde el cine y la prensa, ha calado más que ninguna otra en el imaginario de Occidente.
Tras el desastre de la ofensiva del Têt (1968) Estados Unidos empezó a pensar en desvincularse progresivamente de la guerra y en encontrarle una salida vía negociación. Los acuerdos de paz se firmaron en 1973, y cuando el Congreso anunció en Washington en 1975 la no continuidad de los fondos para operaciones de protección, Vietnam del Sur terminó de caer pueblo a pueblo en manos de sus enemigos. La ofensiva culminó en abril. El día 29 el Ejército de Vietnam del Norte, en colaboración con el Vietcong (Frente Nacional de Liberación o guerrilla comunista de Vietnam del Sur) atacó la capital. Fue repelido por fuego de artillería, pero el 30 las autoridades capitularon.
Entre los días 29 y 30 EE UU puso en marcha Frequent Wind, una gran operación de evacuación aérea de norteamericanos y survietnamitas en peligro. Fue un fin de trayecto con amargura y precipitación para su Ejército, pero Christian Appy cree que el país se las ha apañado –como en otros conflictos– para “encontrar formas de reinventar aquel desenlace y transformar milagrosamente una guerra fallida y brutal de agresión en una trágica misión humanitaria de rescate”. Se han popularizado algunos episodios-leyenda, como la decisión de arrojar helicópteros al mar desde el USS Midway para conseguir el espacio que permitiera aterrizar sobre este portaaviones a la avioneta de una familia que huía.
Todos querían escapar. Atascos de tráfico, estampidas y empujones. Terror y desesperación. La gente intentaba hacerse con un bote o saltar vallas de embajadas para subir a los helicópteros. Imágenes para la Historia que deben verse (aquí la CBS; aquí “Saigón, últimas horas”, del programa español Los reporteros) muestran cómo fueron aquellos momentos. Se intuía lo que vino después: con el país a su suerte, hubo venganzas contra los colaboracionistas.
Para la prensa, Vietnam fue una guerra como no habrá otra igual. Tuvieron acceso con apenas cortapisas a los frentes y mostraron la violencia, la decadencia de los soldados y los errores marca de la casa como no se les volvería a dejar hacer. A partir de aquel conflicto, los ejércitos purgaron más las imágenes y las guerras conllevaron menos sangre para el espectador.
Cuando en 2013 se cumplieron 50 años del inicio del enfrentamiento muchos medios recordaron la labor de los fotoperiodistas y reporteros gráficos. De la niña del napalm al oficial disparando a la sien de un Vietcong, fue el momento de la imagen y esta guerra de la televisión llevó la realidad del conflicto, con una muerte que mostraba vísceras e inflaba los cuerpos, hasta los salones de las casas. “Los fotógrafos de AP vieron más combates que ningún general”, dice Pete Hamil en su libro “Vietnam, the real war”. Un libro recoge las imágenes de los fotoperiodistas que fallecieron en la zona. Durante tres décadas buscaron los cadáveres de cuatro miembros de esta tribu que habían desaparecido.
Porque fue un momento de libertad y trabajos de altura, los reporteros recuerdan aquellos tiempos con nostalgia pese a su dureza. “Creo que Vietnam fue lo que tuvimos en lugar de infancias felices”, escribe Michael Herr en el clásico Dispatches. Pero no se engañe el lector. Todo periodista presente en el conflicto que no cayera en la locura renegó de la violencia. Manu Leguineche, uno de los grandes que estuvo en Vietnam, solía recordar la frase de Herr, pero también dijo: “Estoy aquí para demostrar que todas las guerras están perdidas«.
En Camboya, el fin del conflicto dio paso al régimen de los Jemeres Rojos, con millones de muertos. En Vietnam aún hay personas con problemas por el agente naranja, el tóxico con el que EE UU roció selvas y poblaciones. Sufren daños congénitos, cáncer, deformaciones varias.
La cinematografía y los relatos de los medios han dado una capa de glamour a aquel tiempo. Hasta la nación parece haber quedado bajo su conflicto. “Esta no es una película sobre la guerra de Vietnam. Es Vietnam”, dijo Francis Ford Coppola de Apocalypse Now en Cannes.
Pero los oriundos repiten: «Vietnam es un país, no una guerra». Y una guerra no es una película.