El Pacto Europeo sobre Migración y Asilo, anunciado por la Comisión Europea el 23 de septiembre, es una propuesta de mínimos. Intenta aplacar a los países más reacios a recibir emigrantes y refugiados –especialmente al Grupo de Visegrado–, y no atiende a las exigencias de los países del sur de la Unión –más expuestos a las llegadas por vías marítimas–, que buscan un mecanismo de reparto más equilibrado que el que contempla el antiguo Reglamento de Dublín. Preguntamos a diferentes expertos qué medidas alternativas podrían haber guiado un acuerdo más ambicioso.
¿Qué alternativas existen al Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo?
IRUNE AGUIRREZABAL QUIJERA | Miembro del Consejo Asesor de Política Exterior, profesora en de la facultad de Derecho de la Universidad de Deusto. @Iruneagui
En la presentación del Pacto Europeo de Migración y Asilo, la presidenta de la Comisión reconoció que el documento no iba a satisfacer a ningún Estado miembro, buscando excusarse, y justificar su neutralidad ante las posiciones dispares entre los países. Sin embargo, tras cinco años de obstruccionismo y de debates espurios, con soluciones ad hoc que no resuelven el complejo reto de cómo gestionar las migraciones y el asilo en Europa, la Comisión debía atreverse a lanzar lo que llama un nuevo start (comienzo), basado tanto en la solidaridad como la responsabilidad. Sin embargo, el documento presentado el 23 de septiembre sigue basado en una visión dirigida a frenar la movilidad y la inmigración irregular, con decisiones muy discutibles, como fortalecer Frontex (creando un impresionante ejército de agentes fronterizos cuya financiación nos va a pesar a todos) y partiendo del presupuesto del incremento de las deportaciones de irregulares a través del mecanismo de la solidaridad vinculante (el patrocinio por los Estados insolidarios). Todo indica que esto no va a funcionar, veremos qué respuesta dan los Estados miembros y el Parlamento Europeo.
Frente a esto, hay que sostener que la llegada de inmigrantes resulta esencial para que la UE pueda afrontar el reto demográfico. Según Naciones Unidas, la población en la UE en edad de trabajar (15-64 años) va a decrecer en un 15% de aquí a 2050, contando con una migración neta de unas 750.000 personas al año. Sin migración, la proyección de población en edad de trabajar se reduciría en un 23%. La migración también es esencial para afrontar los desafíos derivados de la transformación digital y de la atracción de talento asociada a la misma, y para contribuir al sostenimiento de los sistemas de bienestar social europeos.
Por eso, se esperaba un acuerdo para gobernar la migración y la movilidad humana como algo “seguro, ordenado, inclusivo y centrado en los derechos humanos”, como señala la Organización Internacional de las Migraciones. Un eje central (y no residual como hasta ahora con proyectos pilotos) debe descansar en la habilitación de cauces por vías legales, mediante la extensión de visados de residencia y de trabajo no solo para altamente cualificados, ampliados a familiares, con distintas modalidades, incluyendo la circular, creando un sistema de movilidad migratorio con garantías, con respeto a la dignidad de las personas, que evite la explotación de las personas. A ello hay que añadir incentivos para la cooperación, profundizando en la construcción de verdaderas alianzas con todos los países implicados en las rutas migratorias, basadas en relaciones de mutua confianza y de respeto, de comprensión mutua. generando beneficios múltiples, para las personas de los países de origen, tránsito y de destino. Esa es la alternativa a una agenda migratoria europea que lleva años atascada. Lo que se espera de la Comisión Europea es que vele por los intereses de la Unión y ello lleva implícito liderar y decir basta al populismo irresponsable.
RAQUEL GONZÁLEZ | Responsable de Relaciones Externas de Médicos Sin Fronteras. @MSF_Rakjuarez
Es decepcionante comprobar cómo el pacto constituye un eslabón más en la cadena de anuncios y promesas incumplidas de los últimos años por parte de la UE. No hay una crisis migratoria: es una crisis de acogida. El pacto consolida esta “Europa fortaleza” cuando lo que necesitamos es la evacuación inmediata de las islas griegas, una gestión humana y respetuosa con el derecho de asilo y la aceptación de las operaciones de rescate en mar; no más muros materiales ni administrativos.
Necesitamos descongestionar las islas y centrarnos en su reubicación en Europa. Las políticas migratorias deben abandonar todo enfoque que atrape de nuevo a personas en condiciones inhumanas en campos en las islas o en instalaciones en las fronteras, mientras esperan una decisión sobre su solicitud de asilo. Se requieren medidas que aseguren la protección en lugar de la exclusión, para lo que es necesario mayor solidaridad y un reparto de responsabilidades entre los socios europeos y el fin de los abusos sistemáticos de los derechos humanos en las fronteras. Los barcos de salvamento deben ser liberados para que puedan reanudar las vitales operaciones en el Mediterráneo central, y el hostigamiento a las ONG de salvamento debe terminar. El pacto era también una magnífica oportunidad para que los países miembros crearan, de una vez por todas, un mecanismo de rescate europeo y pusieran fin a su apoyo a una guardia costera libia que ha interceptado y obligado a regresar a Libia a unos 8.000 refugiados y migrantes en lo que va de año.
SERGIO MAYDEU-OLIVARES | Analista internacional y consultor freelance. @maydeuO
Una vez soñamos que por fin los gobiernos europeos entienden que deben dejar de pensar en las migraciones desde un punto de vista securitizador, más como una oportunidad y no como una amenaza. Los actuales desafíos demográficos, de pensiones y mercado laboral de la UE en los próximos 20 años son de sobra conocidos, y sobre ellos hay un consenso generalizado. Una lectura del Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo presentado como la gran esperanza te devuelve a la realidad. Patada hacia adelante, una vez más. Fronteras y seguridad. Esta doble mirada, que sigue anquilosada por la miopía de varios gobiernos, y adquiere una dimensión más cruda cuando abordamos el refugio.
¿Deberíamos tener una mirada transfronteriza y anticipatoria? Sí. ¿Cómo se traduce esto? La crisis de 2015 no se repetirá en la UE si se mantienen los actuales acuerdos con países terceros que actúan como barrera. Turquía es el ejemplo, por desgracia. Que no se repita un volumen semejante de desplazados forzados en la Unión no significa que no suceda en otros países, dado que el número de refugiados y desplazados internos en el mundo sigue aumentando año tras año. Para ello es necesario abordar de forma seria y contundente la situación en terceros países y evitar el desborde de los movimientos migratorios forzados, como ha estado sucediendo repetidamente generando bolsas de inestabilidad política, social, económica y humana.
Sabemos que más pronto que tarde, afectarán a la UE. Lo sabemos porque ya ha pasado. Actuar en origen, con políticas, no solo con palabras, reduciría la movilidad, la intervención de las mafias y, en un último lugar, una llegada a Europa sujeta además a criterios subjetivos de aceptación del refugio. Ni en esto nos ponemos de acuerdo. El caso de la migración forzada latinoamericana a España ha sido un buen ejemplo estos últimos años, especialmente significativo en el caso de venezolanos y centroamericanos. O la aceptación o no de afganos en Alemania por la “mejora” de las condiciones en el país (sic). Las famosas vías de entradas seguras que nunca se acaban de concretar porque implican facilitarlas, también, en origen, y eso es algo que prácticamente nunca un gobierno europeo plantea, mucho menos facilita, forzando que sea solo en frontera donde puedas encontrar refugio.
¿Para cuándo un plan realista de ayuda humanitaria a gran escala en África Subsahariana? ¿Qué uso hacemos de los sistemas de alerta temprana? ¿Abrimos el melón del papel de las embajadas? ¿Podrían facilitar la salida de personas con derecho a refugio sin que tengan la obligación de llegar a frontera europea? ¿Queremos de una vez por todas convertir el Mediterráneo en una tabla de salvación y no en una de condena?
GEMMA PINYOL-JIMÉNEZ | Directora de Políticas Migratorias y Diversidad en Instrategies. Investigadora asociada del GRITIM-UPF. @gemma_pinyol
Desde 1999, las agendas europeas que desarrollan la siempre en construcción política europea de inmigración y asilo son presentadas por la Comisión Europea al Parlamento y Consejo para su aprobación y posterior adopción, en una dialéctica no exenta de tensión entre la perspectiva supranacional y la intergubernamental. Pero el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo refuerza un escenario que ya se empezó a intuir en la Agenda Europea de Migración 2015: las propuestas de la Comisión son tan poco ambiciosas que no pueden esperarse muchos cambios.
¿Qué esperar del futuro de una política europea común cuando la Comisión ha dejado de tener voz propia en materia de migraciones y asilo? ¿Qué esperar de una política migratoria que se reduce al control de fronteras? ¿Qué esperar cuando se habla de una solidaridad imprescindible pero flexible? ¿Qué esperar cuando ni se atreven a proponer un nuevo sistema de distribución de las personas solicitantes de asilo dado el fracaso del anterior? Es poco probable que los Estados miembros renieguen de un pacto que pivota sobre el control de fronteras (marítimas), aunque no sea del gusto de nadie. Para unos, porque no aporta soluciones sobre el reparto de personas que llegan por vía marítima, y puede acabar creando nuevas distorsiones con la aplicación del sistema de cribaje rápido que propone. Para otros, porque las ‘nuevas’ reglas para identificar a países responsables para examinar las solicitudes son tan parecidas al actual sistema de Dublín que no se entiende qué cambiará. Para quiénes rechazan la solidaridad europea y utilizan el mito de la inmigración cero en sus discursos internos, el Pacto puede reforzar sus discursos nativistas, pero poco más.
El Pacto se acompaña de nueve propuestas cuyo desarrollo nos indicará cuáles serán sus contribuciones reales. Pero puede esperarse una mayor dependencia en los intereses de países terceros para cumplir los objetivos del ‘retorno’ y menos solidaridad interna, una pieza crucial para entender el proyecto europeo.
MIGUEL URBÁN | Eurodiputado de la Izquierda Unitaria Europea (GUE/NGL) y miembro de Anticapitalistas. @miguelurban
El Nuevo Pacto sobre Inmigración y Asilo tiene de nuevo el título. Es una propuesta que refuerza la externalización y militarización de las fronteras europeas, acelera las deportaciones y, con su “solidaridad a la carta”, no responde al bloqueo inter-estatal en el reparto de cuotas de reubicación. La única novedad es su honestidad: la Comisión abandona las bonitas palabras vacías y pretende hacer norma lo que ha sido la práctica de las políticas de control de fronteras y flujos migratorios europeas durante los últimos años. Reforzando las capacidades operacionales de Frontex, facilitando las devoluciones y restringiendo aún más el derecho al asilo, el ejecutivo de von der Leyen renuncia formalmente a una política europea de acogida, mientras sigue asumiendo oficialmente la agenda de Visegrado y de las derechas radicales europeas.
En política migratoria, pero no solo, hoy la extrema derecha europea gobierna la UE desde el extremo centro neoliberal y su Gran Coalición, que cada vez disimula menos y ya ni siquiera apela a los supuestos “valores europeos”, sino que antepone los intereses geoestratégicos y defensivos de Europa como pivote de su agenda internacional y fronteriza. ¿Cómo puede la UE ser tan ágil y prolífica en recursos cuando hay que rescatar a bancos y, sin embargo, asemejarse a un proto-Estado fallido cuando toca rescatar a personas o hacer efectivos unas cuotas ínfimas de reubicación? Y aún así, esta propuesta saldrá aún peor tras su paso por el Consejo. Como coordinador de nuestro grupo parlamentario en la Comisión de Desarrollo, estaremos muy atentos a que la cooperación internacional europea no se condicione a que los países de origen o tránsito de las migraciones asuman la agenda de la Europa Fortaleza.
Un Pacto acorde con los supuestos valores que la UE dice defender abriría vías legales y seguras para quienes migran hacia Europa; aceleraría el tratamiento de las solicitudes de asilo y ampliaría su espectro a nuevas figuras de refugio como las derivadas de las migraciones climáticas y medioambientales; impulsaría una agenda exterior basada en la coherencia de políticas de desarrollo y desde un enfoque de derechos; y sustituiría Frontex por un servicio público europeo de salvamento marítimo.