Se cumple el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Europa no parece más unida hoy que entonces. Al contrario, se encuentra acosada por guerras comerciales, rivalidades geopolíticas, divisiones internas, un proceso de Brexit que amenaza con volverse eterno y el surgimiento de fuerzas políticas iliberales. Preguntamos a diferentes expertos por los muros que aún dividen al viejo continente.
¿Qué nuevos muros acechan hoy a Europa?
Blanca Garcés Mascareñas | Investigadora Senior CIDOB. @blancagarcesmas
Europa está dividida por múltiples muros. Con la construcción del espacio Schengen se abandonaron unas fronteras mientras se levantaron otras. Desde 1990, los Estados de la Unión Europea han construido 1.000 kilómetros de muros terrestres, lo que equivale a seis muros de Berlín. Más allá de los muros físicos, la integración europea se ve amenazada por múltiples procesos de desintegración. Ivan Krastev señala en su libro After Europe que la crisis de recepción de refugiados de 2015 podría acabar con la Unión Europea tal y como la hemos conocido hasta hoy. En el ámbito de la inmigración, constatamos una Europa cada vez más polarizada. No es solo el auge de la extrema derecha sino las posiciones cada vez más extremas, sin consensos de partida que faciliten el diálogo y la posibilidad de una respuesta común.
Estos muros, por invisibles, son mucho más infranqueables. Como lo es también la creciente desconfianza entre Estados miembros. La crisis de 2015 fue sobre todo una crisis de solidaridad. Las discusiones en torno a las cuotas de reubicación, y su incumplimiento posterior, pusieron en evidencia la suspicacia entre Estados miembros. Más que repartir responsabilidades, los debates políticos probaron a repartir culpas. Nadie quería hacerse cargo de lo que se consideraba una responsabilidad de otros. Porque en el fondo, en el ámbito de las políticas migratorias, nadie se quiere casar con nadie. Es así como se pone de manifiesto lo que en última instancia es una crisis de legitimidad de la propia UE.
Ruth Ferrero-Turrión | Profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense. @RFT2
El primero, entre globalistas y nativistas. El proceso de construcción europeo se ha visto interrumpido por la escalada de posiciones que abogan por un repliegue nacional frente al proceso de integración. Consideran que la UE no ha conseguido redistribuir los recursos a su disposición y que el Estado-nación puede hacerlo de forma más eficaz. La consecuencia más representativa es el Brexit. La derivas iliberales en algunos de los países de la UE son, desde luego, una continuación de esta lógica.
El segundo, entre ciudadanos y no ciudadanos. En la actualidad hay, por lo menos, 1000 km de muro construido en territorio europeo, equivalente a más de seis muros de Berlín. El acceso al territorio y a los derechos comprometidos por los países europeos dividen a seres humanos.
El tercero, entre pobres y ricos. Desde la crisis de finales de 2007 las desigualdades se han incrementado de manera exponencial, especialmente, en los entornos nacionales, si bien se mantienen discrepancias entre los PIBs de los Estados miembros. Entre 1980 y 2017, el 1% más rico se benefició del 17% del crecimiento económico europeo, mientras que el 50% más pobre lo hizo en un 15% según un estudio publicado en el Portal CEPR. El aumento de las desigualdades ha hecho que cada vez encontremos a un mayor número de personas que trabajan pero están en riesgo de exclusión social, al tiempo que fenómenos como la aporofobia se generalizan.
Tras las celebraciones del 30 aniversario de la caída del Muro, cuando se habla de la reunificación europea, del fin de la división entre este y oeste, en definitiva, del fin del mundo bipolar y de la guerra fría, resulta que, lejos de haber derribado barreras, los europeos hemos levantado más. Físicas pero también simbólicas: en la forma de discursos xenófobos, nativistas o aporofóbicos que dejan fuera del demos a una parte sustantiva de las poblaciones que residen, trabajan y habitan el viejo continente y que quedan al albur de una Europa menos social y cada vez más securitizada.
Ernest Urtasun | Vicepresidente de Los Verdes en el Parlamento europeo y miembro de En Comú Podem. @ernesturtasun
El principal muro que divide hoy Europa es el de la desigualdad. El 20% de los trabajadores que más ganan en Europa cobran cinco veces más que el 20% que menos ganan.
El segundo es una creciente divergencia en la renta per cápita entre el norte y el sur de Europa. En la serie 2003-2017 la renta per cápita del norte de Europa ha crecido de media anual por encima del 1% (Alemania 1,39%), mientras que en el sur esa evolución está claramente por debajo del 1%, con cifras negativas incluso para países como Italia (-0,24%) y Grecia (-0,74).
El tercer muro divide al oeste y al este del Europa. No es un muro económico (se converge en renta per capita), es un muro político derivado del ascenso de gobiernos iliberales y reaccionarios en algunos países del Grupo de Visegrado, que han generado fracturas profundas en Europa en cuestiones como la migración o la defensa del Estado de derecho.
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