¿Qué opciones ofrecen los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo de cara a la próxima Comisión Europea? ¿En qué dirección impulsarán a la UE?
Las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas entre el 23 y el 26 de mayo, no se han traducido en un avance sin precedentes de la derecha radical, como algunos de sus líderes esperaban. Pero el resultado es un Parlamento más fragmentado de lo habitual en el que, por primera vez, populares (PPE) y socialdemócratas (S&D) no suman una mayoría absoluta. Con parte de la derecha euroescéptica intentando atraer a su órbita al PPE mientras socialdemócratas, liberales y verdes consideran su propia propuesta para presidir la Comisión, preguntamos a diferentes expertos sobre el futuro que le espera una Unión a la que se le acumulan los retos.
Belén Becerril Atienza | Subdirectora del Instituto Universitario de Estudios Europeos. @BELEN_BECERRIL
Si bien mantienen la primera y segunda posición en el Parlamento Europeo, populares y socialistas han perdido escaños en las últimas elecciones y han dejado de alcanzar juntos la mayoría absoluta. Esto fortalece la posición de los liberales y los verdes que, además, han mejorado sus resultados, relegando a la quinta posición, bien lejos de sus expectativas, al grupo nacionalista y euroescéptico liderado por Salvini.
En ausencia de una gran coalición de populares y socialistas que pudiera aupar a la Presidencia de la Comisión Europea al candidato del partido más votado, como ocurrió en 2014 con Jean-Claude Juncker, todos los escenarios están abiertos.
Socialistas y liberales –liderados por dos candidatos fuertes y experimentados, Frans Timmermans y Margrethe Vestager– parecen dispuestos a disputarle la presidencia al popular, el alemán Manfred Weber. No es de extrañar, si recordamos que hace quince años que los populares presiden la Comisión.
Se abre pues un período de negociaciones que no ha hecho más que comenzar y en el que también están en juego otros altos cargos. Si, como es de esperar, se mantiene el sistema aplicado por vez primera en 2014 –conocido como Spitzenkandidaten-, el Consejo Europeo propondrá uno de los cabezas de listas que participaron activamente en la campaña y en los debates electorales. Sin embargo, es importante tener presente que el candidato no tiene que ser necesariamente el del partido más votado, sino aquel que sea capaz de lograr el respaldo de una mayoría parlamentaria. Comienza la partida.
Ruth Ferrero-Turrión | Profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense y en la Carlos III de Madrid. @RFT2
Ya nada volverá a ser como antes. Fragmentación y ausencia de alianzas claras serán la tónica en el ciclo político que comienza. Si socialistas y populares conformaban antes una gran coalición para repartirse los principales cargos institucionales, ahora también el grupo verde y los liberales tendrán algo que decir al respecto.
En este contexto de geometrías variables, no parece nada claro que el juego para acceder a la presidencia de la Comisión quede solo entre Manfred Weber (PPE) o Frans Timmermans (PSE). No sería demasiado extraño que la candidata de ALDE, Magrethe Vestager, se postulase para el puesto. Tampoco sería inaudito que Emmanuel Macron tuviera éxito en su impugnación al sistema de Spitzenkandidaten e hiciera valer a un candidato francés como el negociador Michel Barnier, aunque sea republicano.
Esta mayor fragmentación no solo está presente en el Parlamento, sino que también aparece en el Consejo. Si hasta ahora estaba dominado por gobiernos socialistas y conservadores, en la actualidad hay una mayor diversidad ideológica entre los gobiernos que lo componen. Son todavía socialistas (seis), populares (nueve) y liberales (nueve) quienes controlan las mayorías cualificadas, pero no es descartable que eso pueda modificarse. Por tanto, también en esta institución las negociaciones en función de intereses ideológicos, nacionales o sectoriales serán mucho más agrias y complicadas.
También la Comisión se verá afectada por la ausencia de mayorías ideológicas claras. En las actual configuración del colegio de Comisarios, su composición no tendrá una única línea ideológica, e incluso no es descartable que en su seno tuvieran lugar disputas sobre la propia naturaleza de la UE. Por tanto, es probable que los clivajes a favor y en contra de sistema más intergubernamental lleguen incluso a afectar a los procedimientos comunes establecidos entre Comisión, Consejo y Parlamento.
Esta nueva legislatura y su Comisión tendrán que enfrentar retos importantes sobre el futuro y la naturaleza de la UE. La política exterior, así como la lucha contra el cambio climático y la desigualdad, son algunos de ellos. Pero sin la puesta en marcha de procedimientos realmente democráticos en los que las instituciones europeas se abran a la ciudadanía en un sentido pleno, estos objetivos serán inalcanzables.
Dídac Gutiérrez-Peris | Investigador en asuntos europeos y profesor en Sciences Po Paris. @DIDACGP
Durante los próximos días se irán aclarando las dos disyuntivas que determinarán quién sucede a Jean-Claude Juncker. La primera, dirimir hacia qué bando empujará el grupo liberal, que aspira junto con los Verdes a hacer a la vez de bisagra y nexo de unión. La segunda, saber hasta dónde están dispuestos a ir el Consejo y el Parlamento Europeo en su particular forcejeo institucional. Respecto a este segundo punto, el Consejo Europeo instrumentalizará las propias contradicciones del Parlamento. Vale la pena recordar que el 7 de febrero de 2018, los cuatro grupos principales del hemiciclo (incluido el liberal) apoyaban una resolución firmada por el español Esteban Gónzalez Pons en la que hacían frente común para apoyar el sistema de los Spitzenkandidaten. Paradójicamente, esa misma semana el Parlamento mermó la credibilidad de su argumento democrático al rechazar el principio de listas transnacionales, una innovación que el recién llegado Macron veía como la condición sine qua non para consolidar la lógica parlamentaria a nivel europeo.
En todo caso, no hay que olvidar que ninguna de estas disyuntivas cambiará demasiado el funcionamiento de la Comisión, a pesar de que la reforma del ejecutivo comunitario es uno de los desafíos más aplazados de la última década. Una de las pocas innovaciones de la malograda Constitución Europea que no fueron rescatas en el Tratado de Lisboa era precisamente la idea de ir disminuyendo el número de comisarios. Una idea que mencionaba explícitamente la Declaración de Meseberg en 2018, pero que acabó cayéndose del Tratado franco-alemán de Aquisgrán. Algo similar puede ocurrir con las vicepresidencias de la Comisión: ¿servirán para dotar de una vez al ejecutivo comunitario de prioridades políticas como el Pilar Social, el famoso Plan Marshall para África con el que todos los candidatos estaban de acuerdo durante el debate o la continuidad de #InvestEU (el plan de inversiones que sucede al Plan Juncker)?
Enric Juliana | director adjunto de La Vanguardia. @ENRICJULIANA
Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo nos indican que sigue predominando en los países de la Unión un “sentido común” favorable a la continuidad de la misma, pese a la pujanza de las corrientes nacional-populistas. Hay una Europa de las ciudades muy apegada al destino europeo, la Europa de los cafés, que decía Steiner, cafés transmutados en locales de la cadena Starbucks. Y hay una Europa de las ciudades pequeñas alejadas de los grandes nódulos de la globalización, muy recelosa ante los torbellinos de la economía digitalizada. En estas elecciones se mantiene la primacía política de la Europa de las ciudades. La falla principal está en estos momentos en Italia, donde el líder populista Matteo Salvini ha visto reforzado su liderazgo, fagocitando al Movimiento 5 Estrellas, movimiento populista con incrustaciones programáticas de izquierda. Italia, cuarta economía de la Unión y eje central del Mediterráneo, es hoy el principal problema del orden europeo.
Populares y socialistas no suman la mayoría absoluta. Entran en juego los liberales y en cierta medida los verdes, que acaban de obtener un excelente resultado en Alemania. Pese a perder por la mínima ante el antiguo Frente Nacional, el presidente francés Emmanuel Macron se convierte en referente de una de las tres familias políticas europeas. En paralelo, el socialismo ibérico pasa a ser el principal pilar de los socialdemócratas. Eso no lo habíamos visto nunca. Pedro Sánchez y Emmanuel Macron tienen muchas cosas de las que hablar. El “sentido común” de la Europa urbana ha salvado esta vez la institucionalidad europea. Si no hay correcciones de fondo no es seguro que dentro de cinco años los resultados vuelvan a ser los mismos. La nueva Comisión se debería guiar por un sentido de “responsabilidad histórica” que no es fácil cuajar. El burocratismo de Bruselas puede caer en la tentación de creer que su inercia es invencible. El mundo va a crujir estos próximos cinco años.
Pol Morillas | Director, CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs). @POLMORILLAS
Por mucho que Donald Tusk se haya apresurado para convocar un Consejo Europeo para el repartimiento temprano de los nuevos liderazgos europeos, varios elementos hacen pensar que las negociaciones se alargarán. La caída del PPE, ganador de las elecciones, aunque debilitado junto con los socialistas, aleja la posibilidad de que Weber sea la única opción para la presidencia de la Comisión. Macron no lo quiere y choca con la posición de Angela Merkel, que le da su apoyo por ser miembro de la Unión Demócrata Cristiana (CSU), su partido hermano y, claro, alemán.
La necesidad de incluir a liberales o verdes en la nueva mayoría parlamentaria se traducirá en un juego de equilibrios más complejo en vistas a los nuevos nombramientos, en el que, además de la procedencia ideológica, también cuentan la geográfica, el equilibrio entre países grandes y pequeños y el género. Macron, que nunca creyó demasiado en la fórmula de los Spitzenkandidaten, se siente fuerte, pese a haber perdido en Francia frente a Marine Le Pen, pero habiendo logrado que su partido sea el más fuerte del grupo liberal.
Como en cualquier parlamento nacional, gobernar la fragmentación en el Parlamento Europeo se convertirá en una tarea más ardua y compleja. Pero la crecida moderada del populismo euroescéptico en estas elecciones puede ser la última oportunidad que tengan las fuerzas europeístas para convencer al votante desencantado con Europa. La subida de la participación es una buena noticia, señal de que la política europea moviliza cuando los ciudadanos perciben que la agenda se politiza.
Sin embargo, los árboles de los nombramientos institucionales no deberían hacernos perder de vista el bosque de la reforma europea. En este nuevo ciclo político, en el que las recetas del euroescepticismo transnacional no han terminado de convencer, la política europea deberá generar fórmulas para reforzar los derechos y las políticas sociales en la UE, desde las crecientes desigualdades al cambio climático, pasando por la inmigración o la política exterior. Ante el bloqueo del tándem franco-alemán, se necesitarán nuevas ideas. Es aquí donde el gobierno de Pedro Sánchez más debe esforzarse.
Ilke Toygür | Analista de Real Instituto Elcano y profesora de la Universidad Carlos III de Madrid. @ILKETOYGUR
El cambio más importante en el Parlamento Europeo es que el centro-izquierda y el centro-derecha –la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas y el Partido Popular Europeo, respectivamente– no disfrutarán de la mayoría que siempre han tenido. Esto es el fin de la gran coalición y abre una nueva etapa de negociaciones y formación de consensos. El primer intento de conseguir mayorías es la elección del líder de la Comisión, junto con el resto de los puestos de mayor influencia, los conocidos como top jobs.
Esta vez, los liberales y los verdes van a tener más voz y voto en el proceso de distribución de los top jobs. Es un puzle complejo, pues hay que tener en cuenta no solo la distribución ideológica, también la geográfica. Tampoco se debería olvidar la igualdad de genero en la distribución. Pese a los intentos de Tusk para agilizar el proceso, parece que llevará un tiempo acomodar todos los intereses. Con la importante subida de la participación, el Parlamento Europeo está más legitimado todavía para participar en el proceso. Nos espera un largo período de negociaciones.
¿En qué dirección impulsarán a la UE? Creo que el nuevo Parlamento Europeo es más representativo y más real. Refleja mejor las preferencias de los ciudadanos, se parece más a los parlamentos nacionales. Dicho esto, como sucede en todos los países con sistemas multipartidistas, gobernar va a ser más difícil con la fragmentación. En cualquier caso, la gran mayoría de estas fuerzas –empezando por el PPE y S&D y continuando con liberales y Verdes– es proeuropea. Esto dará una oportunidad de tener un debate fructífero sobre los retos de la UE y preparar una mapa más inclusivo para el futuro. Hay mucho camino por andar y muchos asuntos críticos que abordar: concluir el rumbo del Brexit, negociar el marco financiero plurianual 2021-27, pensar el cambio climático, la política de inmigración, la creación una Europa social o la lucha contra la desigualdad. Y son solo algunos ejemplos.
Esta situación de fragmentación plantea una oportunidad para España. Con el Brexit, el giro euroescéptico de Italia y con todos los problemas del eje franco-alemán, Sánchez puede desempeñar un papel importante. Es el líder de la democracia social en Europa y preside un país muy europeísta. España no debería perder esta oportunidad de aumentar su influencia en el continente.