Acuerdo de París
Imagen de la fachada del Ayuntamiento de París teñida de verde en junio de 2017 para mostrar su desacuerdo con la decisión de Donald Trump de retirarse del Acuerdo de París sobre clima. GETTY

Agenda Exterior: EEUU y el Acuerdo de París

Política Exterior
 |  11 de febrero de 2021

La decisión de la administración de Joe Biden de reincorporar Estados Unidos al Acuerdo de París sobre cambio climático, así como la posibilidad de que promueva un ambicioso plan de transformación energética, abren la puerta a recuperar la cooperación transatlántica ante un reto crucial. Preguntamos a diferentes expertos sobre los siguientes pasos que EEUU –y también el resto del mundo– deben dar para asegurar que la medida no se limite a un gesto simbólico. 

 

Estados Unidos ha vuelto al Acuerdo de París. ¿Y ahora qué?

 

NOAH J. GORDON | Columnista climático en Internationale Politik Quarterly. @noahjgordon

El regreso de EEUU al Acuerdo de París nos da una mejor oportunidad de evitar los peores efectos del cambio climático. Tiene un gran valor simbólico contar con el mayor emisor (en términos históricos) apoyando el proceso de la ONU. Los diplomáticos estadounidenses bajo el mandato del nuevo enviado por el clima, John Kerry, pueden ahora animar a otros países a llevar a cabo acciones contra el calentamiento global.

Sin embargo, como bien sabemos, el Acuerdo de París deja en manos de cada país el establecer sus propias reducciones de emisiones y las políticas para conseguirlas. La nueva administración de EEUU está dando ya pasos importantes para reducir las emisiones, desde cancelar proyectos de gasoductos a recortar algunos subsidios a los combustibles fósiles. Los juzgados del país también ayudan, anulando por ejemplo las laxas regulaciones sobre centrales eléctricas impuestas por Trump.

No obstante, si la Casa Blanca quiere convertir políticas climáticas duraderas en leyes, para ello necesita al Congreso, donde las cosas no pintan bien. Se necesitan 60 votos en el Senado para aprobar la mayoría de las leyes y los demócratas no pueden contar ni siquiera con todos sus 50 senadores para apoyar acciones climáticas. Si bien es verdad que pueden usar una laguna legal llamada “reconciliación presupuestaria” para aprobar cosas como un estándar nacional sobre energía limpia con solo 50 votos, eso no es una opción para otras políticas importantes, como un impuesto al carbono o un sistema nacional de comercio de emisiones.

En resumen, el regreso de EEUU al Acuerdo de París es una gran noticia. Pero hay mucho trabajo por hacer, y muchas elecciones por venir.

  

LARA LÁZARO TOUZA | Investigadora principal en el Real Instituto Elcano. @lazarotouza

La vuelta de EEUU al Acuerdo de París atenúa su segundo default climático, tras su adopción pero no ratificación del Protocolo de Kioto. El alivio de la comunidad climática internacional es comprensible. Al volver al Acuerdo de París, se reducen los costes de limitar una interferencia peligrosa con el clima para el resto de las partes. Siendo optimistas, con la reincorporación de EEUU al régimen climático internacional se podría aspirar a un nuevo binomio Biden-Xi. Este binomio podría asemejarse al de Obama-Xi en 2014, que culminó en la adopción del Acuerdo de París, si bien en esta ocasión se debería centrar en cerrar las reglas de implementación del Acuerdo de París. De hecho, la maquinaria de la diplomacia climática ya se ha puesto en marcha a tal efecto, con mayor o menor fortuna, auspiciada por John Kerry y Xie Zhenhua, dos de los negociadores clave del Acuerdo de París.

Y, sin embargo, los retos tanto internos como externos a los que se enfrenta EEUU para volver a coliderar las negociaciones climáticas internacionales son significativos. Internamente, sería necesario invertir tiempo, recursos y capital político en revertir las más de 150 iniciativas de desregulación climática de la era Trump, en un país extremadamente polarizado. A nivel externo, la comunidad internacional puede dudar de los compromisos climáticos de EEUU a más de cuatro años vista pensando en un futuro presidente republicano. Así, lejos de volver a depender de EEUU para avanzar a nivel global en la agenda climática, el liderazgo climático podría mantenerse más distribuido en el futuro para evitar los riesgos de un tercer default estadounidense. Además, para volver a confiar en EEUU como socio climático fiable harían falta: un nuevo compromiso climático internacional (determinado a nivel nacional, NDC, alineado con los objetivos del Acuerdo de París); el cumplimiento de los compromisos estadounidenses en lo que a financiación climática internacional se refiere; y, por último, que EEUU ayudase a fomentar los esfuerzos globales para asegurar una recuperación verde. La tarea que tiene por delante la administración Biden-Harris es inmensa.

 

PEDRO LINARES | Profesor del departamento de Organización Industrial de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería ICAI. Universidad Pontificia de Comillas. @P_Linares

La vuelta de EEUU al Acuerdo de París es una buena noticia, por supuesto. Pero más por su valor simbólico que por su efecto real. Efectivamente, el recuperar a uno de los grandes países mundiales para el acuerdo le da a este más fuerza. Contar con EEUU en las negociaciones permiten buscar soluciones más globales, y no regionales. También la vuelta puede suponer una mejora de la financiación de algunos fondos como los de adaptación o transferencia de tecnología. Pero, en términos de reducción significativa de emisiones, no creo que vaya a suponer demasiado. Incluso con Trump, EEUU ya reducía sus emisiones, por dos razones: las políticas de los Estados, muchas veces más efectivas que las federales; y las dinámicas del mercado (con un gas barato que echó al carbón).

Es cierto que Trump trató de contrarrestar esto, pero no lo consiguió. Biden puede quizá reforzar algunas tendencias, pero tampoco creo que su efecto vaya a ser tan relevante. De hecho, creo que será mucho más importante observar cómo evoluciona la política comercial de EEUU, ya que la política climática internacional y la política comercial están indisolublemente unidas, tanto a favor como en contra. Por ejemplo, una política comercial más flexible con las importaciones chinas, intensivas en energía, podría hacer aumentar las emisiones globales. La clave pues a seguir en los próximos tiempos es en qué medida la preocupación por el clima se incorpora en estos acuerdos internacionales, y no tanto en el de París.

 

JAVI LÓPEZ | Diputado en el Parlamento Europeo en el grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, S&D. @javilopezEU

Tras cuatro años de la administración Trump, negacionista con el cambio climático y con un desprecio total por la evidencia científica, el regreso de EEUU al Acuerdo de París y el expresado compromiso de la nueva administración Biden-Harris en la lucha contra el cambio climático, son un rayo de esperanza en la lucha global contra la catástrofe climática a la que nos enfrentamos.

El siguiente paso del gobierno de EEUU será demostrar que esos compromisos se traducen en medidas y objetivos reales. Para empezar, necesitan fijar unos objetivos ambientales para 2030 ambiciosos, que vayan más allá de aquellos fijados por la administración Obama, y estén acompañados por un plan doméstico para reducir las emisiones causantes del cambio climático, combinado con la creación de nuevos trabajos en el sector de las energías renovables.

La pandemia del Covid-19, y la forzada paralización de la economía estadounidense durante meses, puede ser un obstáculo o una oportunidad para esta reconversión verde. EEUU es altamente dependiente de los combustibles fósiles –en 2019, estos representaron el 80% de la producción y el consumo de energía del país– y redirigir a la nación para convertirse en una superpotencia de energía limpia supondrá un titánico esfuerzo e ingentes cantidades de inversión, además de apostar por completo por una recuperación verde. Biden ha expresado en varias ocasiones su voluntad de erigir a EEUU como superpotencia de energía limpia a nivel mundial, pero lo cierto es que cuatro años de completa inacción han dejado al país algo rezagado en la carrera por las tecnologías verdes.

En noviembre se celebrará en Glasgow la COP26. Tras varias COP en las que los resultados son inferiores a las expectativas, en gran parte por el bloqueo de la administración Trump, este será el momento en que EEUU deba llevar su agenda medioambiental a la agenda internacional y demostrar que merece ocupar el trono de líder climático al que aspira.

 

EMILIO LUQUE | Profesor de Medio Ambiente y Sociedad de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. @Luque_Emilio

 Sí, pero ¿qué Estados Unidos es este que regresa (aparte de un país fracturado)? Para empezar, ya habríamos salvado parte de los muebles aun con un regreso tímido, o reticente, al Acuerdo de París, en lugar de la postura tóxica del afortunadamente inimaginable ya fourmoreyears Trump. Pero las señales son esperanzadoramente claras, en el sentido de que Estados Unidos va a ser además un referente en la transversalización del cambio climático a lo largo de todos sus aparatos y políticas. Este mainstreaming, que se proponía hace años para las políticas de género, puede ser el modelo político más relevante del EEUU de Biden, tanto en los discursos como en las regulaciones y la fábrica de la política.

El ejemplo más nítido para mí es Neera Tanden, nominada para ser directora de la Oficina de Gestión y Presupuesto, la sala de máquinas del gobierno. Tanden tiene una larga trayectoria en diseñar planes que traten de crear empleo, construir comunidades saludables y justas, y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, también de forma transversal y simultánea.

¿Ahora qué? Ahora veremos si se cumple en su traducción práctica la voluntad expresada de que la costosísima recuperación (mejor reconstrucción, mejor aún reinvención) tras la crisis económica asociada a la pandemia forme también una ruta que nos aleje de lo peor de la crisis climática. Como señala Elizabeth Sawin, no tenemos tiempo ya para solucionar los problemas de uno en uno. Esta vez quizá EEUU nos muestre cómo hacerlo.

 

FLORENT MARCELLESI | Coportavoz de Equo y diputado verde en la VIII legislatura del Parlamento Europeo. @fmarcellesi

La vuelta de EEUU al Acuerdo de París es una excelente noticia. Cierra el vergonzoso paréntesis del negacionismo climático de Trump, quien se puso al servicio de los intereses fósiles y desafió la ciencia y el multilateralismo. Al tomar esta decisión en el primer día de su presidencia, Joe Biden señala que la lucha contra el cambio climático es una prioridad de su mandato. Es un mensaje político potente de cara hacia el resto del mundo así como a nivel doméstico: muchos Estados y empresas estadounidenses, sin importar la huida hacia adelante anti-climática de Trump estos últimos cuatro años, seguían comprometidos y actuando a favor de la disminución de sus emisiones de gases de efecto invernadero. La acción climática es hoy más que nunca hegemónica.

Ahora que EEUU ha vuelto a jugar en la geopolítica climática, tiene muchos deberes por delante. Primero, para ser creíble, tiene que fijar metas de reducción de emisiones para 2030 y 2050, y, sobre todo, tienen que ser coherentes con la ciencia. Por ejemplo, Naciones Unidas plantea la necesidad de que las emisiones globales se reduzcan en un 7,6% cada año entre 2020 y 2030. Segundo, Biden tiene que decidir si quiere ser el presidente del clima o el presidente de los combustibles fósiles. En este sentido, se mirará con lupa sus decisiones sobre la tan peligrosa e insostenible técnica de fractura hidráulica, o sobre las subvenciones a las energías sucias, como el petróleo o el carbón. Por último, su capacidad de respuesta a la crisis climática dependerá de cómo sea capaz de unirla a su plan de rescate y recuperación ante el Covid-19. Pandemia sanitaria y pandemia climática son dos caras de la misma moneda. Una transición ecológica y justa ambiciosa es la respuesta común.

 

ANTXON OLABE EGAÑA  | Economista ambiental y ensayista, autor de Crisis climática-ambiental. La hora de la responsabilidad (Galaxia Gutenberg, 2016). Entre julio de 2018 y diciembre de 2020 ha sido asesor en el gabinete de la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del gobierno de España. 

La década 2021-2030 es decisiva en la lucha contra la emergencia climática. Es preciso aprovechar la ventana de oportunidad abierta con el alineamiento entre las tres potencias decisivas –Unión Europea, China y Estados Unidos– para lograr el éxito de la cumbre de Glasgow en noviembre de este año. Para que la COP-26 sea un éxito es necesario que los compromisos climáticos nacionales sumen, al menos, una mitigación del 25% para 2030.

En cifras concretas, las aproximadamente 55 gigatoneladas de CO2 equivalente (55GTCO2-eq) que se emitieron en 2020 habrían de reducirse hasta aproximadamente 40 GtCO2-eq. Eso solo será posible si las tres potencias mencionadas y otras economías importantes como Reino Unido, India, Japón y Corea del Sur, aprueban planes nacionales con objetivos muy ambiciosos para 2030 y los presentan a la mencionada COP-26.

Es necesario, asimismo, que los planes de recuperación económica post-pandemia impulsados por EEUU y otras economías importantes se diseñen situando en un lugar preferente la transformación del sistema energético, tal y como lo ha hecho la UE. Si se pierde la ocasión proporcionada por esos planes expansivos, será muy difícil lograr los objetivos de mitigación de emisiones a 2030 y la crisis climática podría adentrarse en un territorio más hostil.

Finalmente, la UE y EEUU habrían de acordar a lo largo de este año las bases para el establecimiento coordinado de ajustes en frontera dirigidos a incentivar a partir de 2022 la descarbonización de aquellas economías altamente intensivas en carbono. La cita de Glasgow es crucial.

 

MARÍA SICILIA  | Directora de Estrategia de Enagás.

A pesar del paréntesis de los últimos cuatro años, la sociedad y la industria de EEUU ha seguido avanzando de manera decidida en la dirección de la descarbonización de su economía, con una masiva instalación de energías renovables en estos años y un número creciente de empresas, incluido el sector de O&G (petróleo y gas), que han anunciado compromisos de alcanzar emisiones nulas en 2050. Sin embargo, es evidente que para limitar el cambio climático, el esfuerzo ha de ser global. Con el anuncio de la vuelta al Acuerdo de París, EEUU retorna como actor principal a las negociaciones internacionales en el marco de Naciones Unidas.

Con vistas a la próxima COP de Glasgow en noviembre, es importante recordar que dos tercios de las emisiones globales de gases de efecto invernadero se concentran en un reducido número de países: China, EEUU, Unión Europea, Japón, Corea del Sur e India, de los cuales los cuatro primeros ya han asumido compromisos unilaterales para la completa descarbonización de lo que hoy representa el 74% del PIB a nivel mundial.

Profundizar en este grupo reducido de países en un acuerdo vinculante en desarrollo del artículo 6 del Acuerdo de París, asignatura pendiente de la COP de Madrid en 2019, y alcanzar un consenso respecto al precio de las emisiones de carbono, sería clave para atraer al resto de países restantes y hacer de Glasgow un éxito de todos, y para todos.

 

ERNEST URTASUN | Vicepresidente de Los Verdes en el Parlamento Europeo y miembro de En Comú Podem. @ernesturtasun

El regreso de EEUU al Acuerdo de París es una buena noticia por varias razones. Primero, porque es un marco multilateral en el que pueden cooperar Europa, China y EEUU. Necesitamos marcos de este tipo para evitar la emergencia de un nuevo enfrentamiento entre bloques. El tratado es una oportunidad para reforzar el multilateralismo, con compromisos ambiciosos por parte de la UE y China en materia de descarbonización. Ahora hace falta que EEUU sus propios planes de descarbonización y calendarios de reducción de emisiones.

Que las tres potencias se alineen en este frente supone, además, todo un empuje para terceros países que tal vez estén dudando a la hora de concretar sus planes en este ámbito. Por último, hay toda una serie de cuestiones pendientes de mejora en el acuerdo que pueden abordarse con la vuelta de EEUU. como la financiación de las políticas de adaptación y mitigación a los desastres climáticos en diferentes zonas del planeta.

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