¿Cómo valoras los nombramientos para dirigir la UE? ¿Cómo queda España tras el reparto?
Después de una de las cumbres más largas en la historia de la Unión Europa y unas negociaciones extenuantes, tan idiosincrásicas de la UE, el 2 de julio se anunciaron los nombres de las personas llamadas a dirigir la Unión. Por primera vez una mujer, Ursula von der Leyen, ministra alemana de Defensa, presidiría la Comisión. El Parlamento Europeo va para el italiano David Sassoli; la presidencia del Banco Central Europeo, para la francesa Christine Lagarde; y el cargo de Alto Representante, pare el español Josep Borrell. Preguntamos a los expertos cómo valoran tanto los nombramientos como el proceso para llegar a ellos, y si España ha quedado bien situada.
Carme Colomina | Investigadora de Cidob. @Carmecolomina
Esta renovación del liderazgo institucional de la Unión Europea supone una involución, un retorno a los viejos repartos entre familias políticas cada vez más fragmentadas. Los spitzenkandidaten –los supuestos jefes de filas europeos que aspiraban a la presidencia de la Comisión– han sido las primeras víctimas propiciatorias del consabido sistema de mercadeo, de negociaciones a puerta cerrada y disensiones cada vez más públicas. Y todo con ese familiar dejo a entente franco-alemana.
Los tratados dicen que son los jefes de Estado y de gobierno quienes tienen la prerrogativa de escoger al presidente del ejecutivo comunitario. Pero la agudeza política y el desencanto de la ciudadanía con el sistema de toma de decisiones comunitarias recomiendan, desde hace tiempo, intentar encontrar una fórmula que vista la elección de más legitimidad. No ha sido así. Las divisiones cada vez más profundas entre Estados miembros solo han contribuido a agravar la disfuncionalidad de un procedimiento de elección a dedo, en favor de nombres que no han hecho campaña alguna defendiendo ni su visión ni su ambición para una Unión en plena transición.
Es cierto que la politización ha entrado de lleno en todo este proceso de renovación. Y quizás el drama de rencillas ideológicas y defensas de intereses nacionales de estos últimos días hacen que la fotografía final parezca menos tecnocrática, pero en ningún caso contribuye a detener la erosión de la confianza en un liderazgo comunitario que siempre acaba presentándose ante la ciudadanía como el desenlace de un encaje imposible. El proceso debilita el resultado.
Dídac Gutiérrez-Peris | Docente en Sciences Po París y director de investigación y encuestas europeas en París. @Didacgp
Ignacio Molina apuntaba con razón en estas mismas páginas que la Unión Europea no solo está decidiendo estos días un puñado de “nombres” si no las “reglas del futuro” de todo el proyecto comunitario. La historia de la UE está repleta de ejemplos sobre la importancia de “sentar precedentes”, o como se dice en el campo del derecho comunitario, de confirmar la doctrina y jurisprudencia europea.
El principio de primacía del derecho comunitario sobre el nacional, por ejemplo, no existiría sin la sentencia en 1964 del caso de Costa vs Enel. El principio de inmediata aplicación del derecho comunitario sin necesidad de transposición nacional también se lo debemos a la misma lógica de jurisprudencia en la sentencia de 1963 en el caso Van Gend & Loos. El problema es que los avances políticos y democráticos en Europa no están sujetos (de momento) a esta lógica jurídica y constitucional, que en el fondo es la base de la predictibilidad, la estabilidad y el estado de derecho.
Lo que estamos viviendo esta semana es una muestra más del desamparo de la Unión frente al carácter aleatorio, opaco y alterable de la lógica intergubernamental. Seguro que tiene sus ventajas. ¿Pero hemos pensado suficiente en los costes a largo plazo? Especulemos por un momento cómo se recordará en el futuro estos días de julio, cuando haya pasado la tormenta. Imaginémonos en 2024, a pocos días que empiece la campaña de las siguientes elecciones. ¿Logrará alguien convencer que vale la pena ir a votar si ha habido un claro retroceso en el camino hacia el parlamentarismo europeo? ¿O tal vez todo irá bien y recordaremos 2019 cómo el año que se eligió a la primera mujer Presidenta de la Comisión? ¿O tal vez recordaremos 2019 como el año que el Parlamento libró batalla? Todavía es pronto para saberlo. Pero de algo podemos estar seguros: ningún proyecto político en el mundo es tan vulnerable a los aciertos y errores que se toman en el corto plazo.
Camino Mortera | Investigadora en el Centre for European Reform. @CaminoMortera
Esta configuración no es buena para España ni para el sur y periferia de Europa. Tampoco para el futuro de la UE en sí misma. Tener a una conservadora alemana legada por Angela Merkel al frente de la Comisión no es buena noticia, al tratarse de una institución con muchísimos poderes para gestionar políticas importantes para la Europa del sur, como la reforma de la eurozona –monetaria y fiscal– y asuntos de inmigración. El regreso de Alemania al papel de líder que no quiere serlo no es buena noticia para Europa.
Tampoco lo es que el compromiso resulte del bloqueo de países iliberales, inmersos en procesos que deberían llevar a su expulsión o la suspensión de sus derechos de voto en la UE (el contraargumento es que Italia y los líderes del Partido Popular Europeo están con ellos). Todos los países tienen que luchar por sus intereses, pero resulta inaudito que se produzca un bloqueo tan fuerte por parte de países abiertamente hostiles a la UE. Es un fracaso que la Europa más liberal no supiese encontrar un punto medio entre más de lo mismo –la Unión Demócrata Cristiana alemana– y una persona como Margrethe Vestager o Frans Timmermans, con un compromiso claro con Europa.
La estrategia de España ha sido bastante confusa. En un primer momento la prioridad de Pedro Sánchez fue nombrar Alto Representante a Josep Borrell. Se trata de un candidato excelente, pero en un momento en el que resurgen antagonismos geopolíticos con Rusia y China, contar con un Alto Representante que hablase ruso y tuviese un buen conocimiento del espacio postsoviético hubiese sido importante.
Después, Sánchez apostó por una super-cartera económica para impulsar la reforma de la eurozona, así como por evitar un alemán en el Banco Central Europeo (BCE). Aunque lo segundo se ha logrado, no hemos conseguido desplazar a los “halcones” fiscales más fuertes –poniendo a Timmermans en la Comisión, por ejemplo, para no tener que lidiar con los holandeses en posiciones más delicadas. Llevar un francés al BCE es también importante, aunque Christine Lagarde tampoco es conocida por tener mucho tacto y cintura, ni tiene formación en política monetaria. Olivier Blanchard era un candidato más sólido.
Miguel Otero | Analista principal de Política Económica Internacional en el Instituto Elcano. @miotei
Los nombramientos para dirigir la UE son sobre el papel malos. Lo más grave es que se ha prescindido del proceso de candidatos líderes (Spitzenkandidaten) y se ha vuelto a las negociaciones secretas dentro del Consejo. Esto supone un paso atrás en la democratización de la Unión.
La posible presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, le deberá su puesto a los señores del Consejo. Existe el temor de que se convierta en una subordinada del mismo, como ya pasó con Barroso. Von der Leyen, además, no viene fortalecida. Es de las ministras más cuestionadas en Alemania: investigada por contratar de manera injustificada consultores externos y gastarse una millonada en un velero de la armada. El ministerio de Defensa está hoy peor que cuando lo cogió, hace seis años.
Charles Michel, también es un candidato sorprendente para presidir el Consejo. Sus credenciales son navegar la difícil política belga, e incluso –como valón– atreverse a formar gobierno con los independentistas flamencos. Pero sus últimos resultados electorales son malos y su continuidad como primer ministro belga estaba en entredicho. Parece que los liberales lo han rescatado de una quema asegurada.
Christine Lagarde al frente del BCE es una buena noticia por ser mujer y estar convencida de que la unión monetaria necesita una unión fiscal para sobrevivir. Pese a su carisma y capacidad comunicativa, no tiene formación en teoría y política monetaria: un hándicap en un mundo donde el saber técnico todavía cuenta mucho.
Finalmente, el nombramiento de Borrell como alto representante y vicepresidente de la Comisión es una muy buena noticia. Con el caché que tiene Borrell puede lograr mucha visibilidad e impacto, pero queda la duda de si no hubiese sido mejor lograr una cartera económica. Al fin y al cabo, el gobierno siempre ha dicho que su prioridad era completar la unión monetaria.
Siempre hay que ofrecer el beneficio de la duda y a lo mejor este nuevo equipo nos sorprende.
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