¿Puede la UE considerar a China un socio estratégico?
El presidente de China, Xi Jinping, está de visita oficial en España. El líder de la segunda economía del planeta –18% del PIB global– busca trazar una hoja de ruta para el desarrollo de la relación bilateral, claramente asimétrica. Busca, además, reafirmar su mensaje de que los europeos pueden contar con China como un socio fiable para defender el multilateralismo, el libre comercio y la lucha contra el cambio climático, entre otros grandes asuntos de la gobernanza global. Preguntamos a los expertos si realmente la Unión Europea puede considerar a China un socio estratégico.
Isidre Ambrós | Corresponsal en Asia-Pacífico para La Vanguardia 2008-2018. @iambros
La UE puede considerar a China un socio estratégico en determinados ámbitos pero aún no a nivel global, debido a las diferentes posiciones que mantienen sobre los derechos humanos, el Estado de Derecho y la falta de transparencia que rige en el gigante asiático.
La UE y China, sin embargo, se necesitan mutuamente. La UE es el mayor socio comercial de China y este país es el segundo mayor socio del bloque comunitario, tras EEUU. Ambos suman una cuarta parte de la población mundial y un tercio de la riqueza del planeta. Unos datos que sitúan a sus dirigentes en la obligación de buscar puntos de acuerdo para resolver los grandes y graves problemas que acechan al mundo.
La responsabilidad política de sus líderes les emplaza a cooperar en la búsqueda de un mundo mejor para sus habitantes. Una misión que les obliga a unir esfuerzos para consolidar el multilateralismo, ante el proteccionismo que promueve el presidente de EEUU, Donald Trump. Su cooperación en aras de la gobernanza global se adivina, asimismo, decisiva en este sentido. Al igual que su protagonismo económico y comercial a nivel planetario les aboca a trabajar juntos para responder al riesgo de una desaceleración económica. Una responsabilidad que también les obliga a colaborar para que el acuerdo sobre el cambio climático de París sea un éxito y a cooperar para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible que impulsa la ONU.
La UE aún no puede contemplar a China como un socio estratégico global, pero su concurso le resulta cada vez más imprescindible para superar los desafíos a los que se enfrenta el planeta.
Eugenio Bregolat | Embajador.
En 2003, la UE y China establecieron una asociación estratégica. España firmó con China el acuerdo creando una asociación estratégica integral en 2005, durante la visita oficial a España del entonces presidente Hu Jintao. Los principales países de la Unión tienen acuerdos semejantes con la República Popular. Es decir, la UE considera a China un socio estratégico, lo que equivale a decir un socio fundamental. La realidad económica y geoestratégica impone esa consideración. Como la impone en la relación de la UE con EEUU, que incluso va más allá, convertida en relación de alianza para la gran mayoría de los europeos. Con motivo de la última cumbre UE-China, celebrada en julio de este año en Pekín, se decidió seguir desarrollando la asociación estratégica.
¿Cual es su contenido? No es un concepto cerrado, sino que evoluciona según las circunstancias. La UE ha venido concretándolo en varios documentos de estrategia. El objetivo prioritario en la actualidad fue definido por el presidente del Consejo, Donald Tusk, durante la última cumbre UE-China: “Es un deber común de Europa, China, EEUU y Rusia no destruir el orden comercial internacional, sino mejorarlo. No iniciar guerras comerciales, que tan a menudo en nuestra historia han dado lugar a conflictos militares, sino reformar con valentía y responsabilidad el orden comercial basado en normas”. Europa desea conservar el orden internacional multilateral tanto en lo económico, el sistema de la Organización Mundial del Comercio (OMC), como en lo político, el sistema de la ONU.
Esta coincidencia fundamental no excluye la existencia de diferencias entre la UE y China. En el orden económico, la Unión las ha ido formulando a lo largo de los años, mucho antes de que EEUU desencadenara la actual guerra económica –más que comercial– con China, o del “containment soft” que supusieron el pivot asiático y el Acuerdo Transpacífico de Barack Obama. Entre otras: una mayor apertura del mercado, para que las empresas europeas se encuentren en pie de igualdad con las chinas; la protección adecuada de la propiedad intelectual; la abolición de la exigencia de formar joint ventures, de modo que las empresas europeas puedan ser propietarias del 100% del capital, todo ello relacionado con la conclusión de un acuerdo de inversión; la equiparación de las empresas europeas a las chinas en las licitaciones públicas; el refuerzo de la OMC, de modo que pueda cumplir su función con eficacia. Europa entiende que esas diferencias deben resolverse por vía negociada, en el marco de la OMC, no con guerras comerciales. El mundo necesita cooperación en lugar de confrontación, engagement en vez de containment para garantizar un futuro de paz y prosperidad.
Fernando Delage | Miembro del consejo asesor de Política Exterior.
Más que un socio, China es ante todo un desafío estratégico para la UE. En el mundo del siglo XXI, los grandes actores internacionales cooperan y compiten a la vez. También ese es el caso de la relación entre la UE y China. Ambos colaboran con respecto a numerosos asuntos de la agenda global (del cambio climático a la lucha contra la pobreza; de la prevención del terrorismo a la no proliferación nuclear), y sus intercambios comerciales se encuentran entre los más relevantes del planeta (y cercanos a las cifras del comercio China-EEUU). Esa interdependencia coincide con una creciente competencia entre sus grandes empresas industriales y de servicios en los mercados globales. Pero el reto chino tiene un alcance mucho mayor.
De manera resumida, las acciones chinas van dirigidas a crear un nuevo equilibrio con Occidente en las instituciones multilaterales; a minimizar el libre mercado para apoyar el intervencionismo estatal; a sustituir el eje euroatlántico por Eurasia como centro de la economía global; y a defender el pluralismo político frente a los valores liberales y democráticos. Es decir, a crear un mundo muy distinto al que ha estado acostumbrado el Viejo Continente. Al compartir el mismo espacio euroasiático, China –que, al contrario que Rusia, necesita y apoya la integración europea– abre un escenario hasta ahora desconocido para la Unión.
Los altos funcionarios de Bruselas suelen decir que la UE “no hace geopolítica”. Pues bien: más vale que aprendan, y deprisa. La incertidumbre sobre el futuro de la relación transatlántica, una Rusia revisionista y una China que quiere dejar atrás el “siglo de humillación” que le causamos los occidentales, requieren una perspectiva estratégica y no “normativa”. China es una gran oportunidad para la UE, que no plantea a Pekín el tipo de obstáculos y condicionantes que sí representa EEUU para sus intereses. Responder a esta China más poderosa exige, no obstante, otra manera de construir Europa, lo que solo podrá hacer un núcleo duro, y si este tiene la suerte de contar con un nuevo Monnet para el mundo post-occidental que está tomando forma.
Alicia García Herrero | Economista jefe de Asia Pacífico en Natixis y senior fellow en Bruegel. @Aligarciaherrer
La UE ha intentado durante 10 años (de 2006 a 2016) que China sea uno de sus principales socios estratégicos, pero las tornas cambiaron en 2016, cuando los europeos se dieron cuenta de que, 15 años después de la entrada de la República Popular en la OMC, el país seguía sin ser una economía de mercado. De hecho, desde la llegada de Xi Jinping al poder, la dirección más bien ha sido la de reforzar el papel del Estado en la economía productiva. Esta dirección contraria a la esperada es cada vez más importante para el resto del mundo y, sin duda, para Europa como principal exportador mundial, y por tanto competidor con China en terceros mercados. El motivo es el creciente tamaño de China, que hace que las distorsiones de su economía no afecten solo a las empresas extranjeras que operan en el país (a través de un muy limitado acceso al mercado chino), sino también directamente al mercado único europeo debido al creciente papel de China en la economía mundial. Este papel se ha visto reforzado por las cuantiosas adquisiciones de empresas extranjeras por parte de China. Es importante señalar que la inversión extranjera de China en Europa ha pasado de sectores menos estratégicos, como el inmobiliario o el turístico, al industrial de alto valor añadido (robótica es quizá el mejor ejemplo).
Ante esa realidad, aunque Europa debe seguir pensando en China como socio estratégico, es importante que las autoridades europeas –y cada uno de los Estados miembros– sigan insistiendo sobre la necesidad de reforma de la economía china y, en particular, sobre la necesidad de reducir el papel del Estado en la producción, debido a las enormes distorsiones y trato desigual que este modelo crea no solo en el mercado chino, sino en el mercado global.
Carlos Morales | Secretario general de la FUNDACIÓN CONSEJO ESPAÑA-CHINA y España-india, ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación.
China es en efecto un socio estratégico de la UE desde hace 15 años, asociación privilegiada que se ha ido actualizando y diversificando desde entonces, la última vez con ocasión de la vigésima Cumbre UE-China celebrada en Pekín el pasado mes de julio y que además se plasma en la puesta en marcha de una Agenda Estratégica para la Cooperación UE-China 2020.
La UE y China comparten estrategias en un amplio abanico de la política y del comercio internacional. Desde la defensa del acuerdo nuclear con Irán hasta la de una economía global abierta, el Acuerdo de París sobre el cambio climático o la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible. China quiere abordar la reforma de la OMC en la cumbre del G-20 de esta semana en Argentina y para ello necesita de un consenso multilateral en el que la UE es un actor esencial.
Otra cosa distinta es cómo el clima de rivalidad estratégica que se comienza a percibir entre EEUU y China puede terminar reforzando o perturbando este acercamiento integral entre Europa y China. ¿Por quién va a tomar partido Europa si la tensión creciente entre Washington y Pekín desemboca en ruptura?
Pekín va a necesitar socios internacionales, y ninguno tiene el peso de la UE, con la finalidad de construir acuerdos que vayan transformando un orden global más acorde con sus intereses, superando al menos en parte el edificado por EEUU en los últimos 75 años. Bruselas podría terminar convirtiéndose en un socio indispensable para China y recuperar de esta manera algo de la influencia y de las palancas perdidas ante Pekín en los últimos años.