La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2017 supuso un importante revés al proceso de deshielo de las relaciones entre Estados Unidos e Irán, que se había iniciado tras la firma del acuerdo internacional sobre el programa nuclear iraní alcanzado en Viena el 14 de julio de 2015 y conocido internacionalmente como Plan de Acción Conjunto y Completo (JCPOA, por sus siglas en inglés). Tras la firma del acuerdo por Barack Obama, el Congreso de EEUU mantuvo una cuota de decisión sobre el mismo, a modo de supervisión, y aprobó una ley –Ley de Revisión del Acuerdo Nuclear con Irán, o INARA, por sus siglas en inglés– que obliga al presidente a certificar cada 90 días que el país persa está cumpliendo lo pactado.
Irán se comprometió entonces a no producir uranio altamente enriquecido durante los próximos 15 años, a deshacerse del 98% de su material nuclear, a eliminar dos tercios de las centrifugadoras que tenía instaladas, a mantener un número limitado de toneladas de agua pesada, así como a permitir, por primera vez, que inspectores internacionales pudiesen entrar en sus instalaciones nucleares para controlar su grado de cumplimiento.
Fuente: Stratfor
A cambio, la comunidad internacional eliminó algunas de las sanciones que pendían sobre el país. Se le permitió acceder a los 100.000 millones de dólares que posee en bancos de China, Japón y Corea del Sur, y se levantaron las limitaciones impuestas al Banco Central y a la compañía petrolera estatal, lo que supuso el acceso inmediato a más de 50.000 millones de dólares de activos congelados. Asimismo, la Unión Europea retiró sus sanciones financieras relacionadas con la tecnología nuclear, sobre transferencias, seguros, financiación del comercio, petróleo y gas, e inició una campaña comercial en el país.
El acuerdo nuclear fue aplaudido por la comunidad internacional y considerado como un hito del multilateralismo. Por primera vez en casi cuarenta años, dos enemigos acérrimos se daban la mano y se concedían una tregua. Por si fuera poco, ese pacto venía refrendado por otras cinco potencias internacionales, además de EEUU: Rusia, Francia, China, Alemania y Reino Unido.
Economía y petróleo
Sin embargo, la ruptura del pacto por parte de la administración Trump ha supuesto un punto de inflexión en el desarrollo del JCPOA y la vuelta al enfrentamiento dialéctico entre ambas potencias. De hecho, la batalla económica a la que se dirigen ambos países es una de las primeras consecuencias de la ruptura del acuerdo. La reimposición de sanciones económicas al país persa por parte de EEUU es una de las primeras medidas que anunció Trump, que también ha amenazado directamente a las empresas europeas que sigan operando en Irán, con el objeto de mantenerlas bajo su esfera de influencia.
Aunque la consecuencia –hasta el momento– más visible ha sido el incremento del precio del barril de petróleo. De hecho, tras conocerse la decisión del presidente estadounidense, el precio del barril de Brent se disparó hasta alcanzar los 80 dólares. Pero, ¿cómo podría beneficiar a EEUU un incremento del precio del crudo en estos momentos? Resulta que el encarecimiento del crudo favorece a los países productores, como es el caso de EEUU, y a las compañías del sector. Por otro lado, a Arabia Saudí, aliada regional de la administración Trump, le conviene este ascenso de los precios, ya que su petrolera estatal Aramco prepara su salida a bolsa y desea claramente que la tendencia se mantenga a la alza, ya que esto facilitaría su incorporación –presumiblemente a la bolsa de Nueva York– en el tablero de juego financiero. Aramco pretende sacar a la venta el 5% de sus acciones, lo que la convertiría en oferta pública inicial más grande de la historia.
Zarandear el avispero de Oriente Próximo
La decisión de Trump está provocando estragos en una región ya de por sí convulsa. Con ella, EEUU confirma su retirada silenciosa de las cuestiones que le atan directamente a Oriente Próximo para centrarse en su pivote hacia Asia-Pacífico, sin dejar de mostrar un apoyo incondicional a Israel y Arabia Saudí, enemigos directos de los ayatolás y con quienes rivalizan por el control y la hegemonía del Creciente Fértil. A pocos días de la ratificación del acuerdo, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, denunció que Irán tenía un supuesto programa atómico secreto y basó esa acusación en más de 100.000 archivos recopilados por los servicios de inteligencia de Israel, el Mosad, lo que le sirvió de excusa a Trump para respaldar su decisión de romper el acuerdo y elevar la tensión regional.
Irán, por su parte, no se amedrenta y dirige su mirada hacia el principal socio de EEUU en la región, Israel. Apoyado en su fortaleza militar –el país que dedica un 5% de su PIB al desarrollo de la industria de defensa, tres puntos más que el compromiso que los Estados de la OTAN han alcanzado para el año 2024–, Irán gana influencia y apoyos en Oriente Próximo y desde hace semanas mantiene con Israel una tensa dialéctica e incluso intercambia golpes en los Altos del Golán, una de las zonas más calientes de la región.
Mientras tanto, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), cuyos miembros son los responsables de visitar y chequear las instalaciones nucleares iraníes para verificar si el país persa está cumpliendo o no con el JCPOA, mantiene que Irán se está ciñendo a lo pactado en Viena y que, además, está siendo objeto del “régimen de verificación más exigente del mundo”. Las autoridades de la OIEA no dudan de la voluntad iraní de mantenerse en la buena senda. De hecho, en su último informe, fechado en septiembre de 2017, los inspectores internacionales suscribieron que el inventario de uranio enriquecido iraní se ha mantenido dentro de los límites acordados y que la cantidad de agua pesada se mantuvo en las 111 toneladas, por debajo de la línea roja de las 130 toneladas establecidas en el acuerdo. En ese mismo informe se dice, además, que los inspectores pudieron acceder sin problemas a todas las instalaciones nucleares iraníes requeridas, que les facilitaron toda la información que solicitaron, les proporcionaron instalaciones adecuadas para desarrollar su trabajo y que pudieron utilizar los medios electrónicos de vigilancia previstos en el acuerdo. “Las labores de verificación y supervisión se llevan a cabo de manera imparcial y objetiva, de conformidad con las especificaciones acordadas en el JCPOA”, aseguró el máximo responsable de la OEIA, Tero Varjoranta, que dimitió de su cargo tan solo tres días después de anunciarse la ruptura del pacto.
Fuente: Statista
Problemas internos en Irán y ayuda europea
La retirada de EEUU ha dado alas a los radicales islamistas, que recuerdan al presidente del país, Hasan Rohaní –progresista–, que fueron ellos quienes advirtieron al ejecutivo a la hora de negociar sobre cualquier tipo de acercamiento con Washington. Desde que se anunciara la salida de EEUU del JCPOA, han sido varias las protestas que se han organizado frente a la embajada estadounidense en Teherán, así como numerosas las imágenes emitidas en las que el eslogan “muerte a América” y la quema de banderas nos traslada a 1979. Mientras tanto, el gobierno iraní, persuade y confía en la diligencia de los países europeos.
En una muestra de apoyo al JCPOA, la Alta Representante de la Unión Europea, Federica Mogherini, viajó durante la segunda semana de noviembre a EEUU para intentar que Trump reconsiderara su posición y tratar de salvar el acuerdo. “Queremos que EEUU continúe su implementación en el futuro. La UE tiene un interés de seguridad en mantener el acuerdo en funcionamiento”, declaró entonces Mogherini.
Pese al desarrollo de los acontecimientos y la presión generada, Mogherini no ha cambiado de opinión: “El acuerdo es crucial para la seguridad de la región, de Europa y del mundo entero”. No hay que olvidar que en 2017 la UE exportó a Irán bienes por valor de 11.000 millones de euros y que las importaciones alcanzaron los 10.000 millones. Estas cifras suponen un 0,6% del comercio total de la UE y un 6% del iraní.
Además, el acuerdo con Irán ha sido presentado ante la comunidad internacional, desde el comienzo, como uno de los grandes éxitos de la política exterior europea. Ante la retirada de EEUU del tablero de negociaciones, es la Unión la que asume el liderazgo del JCPOA apoyada por el presidente ruso, Vladímir Putin, que hábilmente ha sabido aprovechar la ausencia de su rival directo para ocupar su vacío.
Por su parte, el jefe de la diplomacia iraní, Mohammad Javad Zarif, ha iniciado esta semana una ronda de visitas a sus homólogos europeos –francés, alemán y británico– así como a la Alta Representante de la UE, con el objeto de salvar el acuerdo nuclear. Muchos cruzan los dedos para que tenga éxito.