En noviembre 2015, Emma Morano cumplirá 116 años, según leemos en The New York Times. Nacida en 1899, conoció una Italia agrícola, pero vio su transformación en un país industrial desde la mitad del siglo XX. Antes, en 1921, presenció la marcha sobre Roma, la llegada de Benito Mussolini al poder y los años de la Segunda Guerra mundial. A los 115 años, casi 116, la señora Morano es la persona de mayor edad en Europa. Y la quinta del mundo. Solo seis están a caballo de tres siglos, el XIX, XX y XXI.
Morano vio a Italia pasar de monarquía a república. Vio setenta gobiernos en siete décadas. Vio la llegada del fascismo y su desaparición. Sobrevivió a dos guerras mundiales y a la dura posguerra de 1945 a los años cincuenta. Vio el terrorismo y vio sobre todo la desembocadura de su país, y de gran parte de Europa, en la prosperidad económica, donde primero llegaron los cuatro grandes –Alemania, Francia, Italia, Reino Unido– y el pequeño Benelux, pronto seguidos por griegos, españoles y portugueses, nórdicos, irlandeses y más adelante antiguos miembros del pacto de Varsovia. La señora Morano vive en el norte de Italia, no lejos de la frontera con Suiza, en la orilla del lago Maggiore. Y resume con bastante sobriedad su caso: “Creo que 115 años son muchos años”.
Su sabia alimentación es quizá una de las claves. Ha tomado diariamente, desde hace un siglo, huevos crudos, tres cada día, cuando un examen anterior a 1914 le halló una tendencia a la anemia. Quiere decirse que la señora Morano habrá consumido unos 100.000 huevos en su vida, con permiso del colesterol.
Tuvo un matrimonio poco feliz, acabado en 1938, al morir su único hijo. No había –recuerda The New York Times– entonces separaciones ni divorcio legal, llegado a Italia en 1970. “He tenido muchos admiradores pero nunca elegí a ninguno de ellos”. No quería ser dominada por nadie.
Los gerontólogos no creen que exista una sola clave que explique la longevidad. “Si habla usted con cien centenarios encuentra usted cien diferentes explicaciones”, asegura Valter D. Longo, director del Instituto de la Longevidad en la Universidad de Baja California. La dieta es sin embargo un factor esencial. Y la genética. Se sabe que la posibilidad de llegar a 110 años es heredable: existe la posibilidad reforzada de llegar a centenarios si se han dado otros casos en la familia. Dos hermanas de la señora Morano han muerto a los cien y a los 102 años. Casi todos los que han cruzado los 110 años, los supercentenarios, son mujeres.
Curiosamente, la señora Morano sigue viviendo sola, en un apartamento de dos cuartos, rodeada de sus memorias y de los vestigios recientes de su fama, incluido un mensaje del último presidente italiano, Giorgio Napolitano, en el que elogia su resistencia y su resilencia. Si ha habido un pequeño cambio, los huevos crudos han bajado de tres a dos cada día. Además de lo cual la señora Morano toma carne, sopa de pasta y fruta, sobre todo plátanos.
Un médico revisa su salud cada mes. La veces, muy pocas, en que se ha sentido enferma, “ha rechazado siempre su ingreso en un hospital”: incluso las trasfusiones han sido practicadas a domicilio, explica el doctor Carlo Bava, que la vigila desde que cumplió 90 años. “Su estado general es bueno”, apunta.
La señora Morano sonríe al descubrir su nueva fama y recibe con cierta frecuencia a italianos o extranjeros que la visitan. Su memoria es buena aunque olvida a veces décadas enteras. Aunque sus recuerdos son sobre todo personales. “Mis hermanas y yo éramos aficionadas al baile: nuestra madre venía a ver como lo hacíamos, eso sí, siempre con una fusta”.
Era una de los ocho hijos del matrimonio original de Civiasco, pequeño pueblo del Piamonte. Cuando el año de su nacimiento, Guillermo Marconi transmitió desde Europa continental a Gran Bretaña la primera señal que cruzaba el Canal de la Mancha. Ese mismo año se fundaba la Fabbrica Italiana Automovile Turino, más conocida como Fiat.
“Nací no lejos de aquí. Cuando tenía menos de 20 años el doctor me aconsejó cambiar de aires, pero aquí sigo”, afirma Morano. El doctor Bava termina: “Ella ha tenido el privilegio de vivir, vivir y vivir… Siempre ha aceptado con una sonrisa los dolores y molestias de la edad avanzada. Si todos mis pacientes fueran como la señora Morano, yo habría tenido que dedicar mi vida a leer periódicos”.
Por Darío Valcárcel, director y consejero-delegado de Estudios de Política Exterior.