Si algo enseña la historia es que, en cuanto terminamos de resolver una serie de problemas, surge otra nueva. Así, el gran progreso de China obliga a afrontar los siguientes retos económicos y políticos: ¿Podrá seguir creciendo al vertiginoso ritmo de los últimos tiempos? ¿Acometerá por fin las medidas estructurales necesarias para consolidar la modernización de su economía? La respuesta a estas preguntas ayudarán a dar forma al siglo XXI.