Áurea Moltó.
Ocho años de trabajo y negociaciones han culminado con dos nombres: Herman Van Rompuy y Catherine Ashton. ¿Quiénes son? Dos desconocidos en Europa hasta la noche del 19 de noviembre. A partir de hoy serán las dos “cabezas visibles” de la Unión Europea: Van Rompuy como presidente y Ashton como alta representante de la Política Exterior y de Seguridad y vicepresidenta de la Comisión Europea.
La falta de popularidad de los elegidos no es el problema. Su elección es el resultado del tradicional método de trabajo en Bruselas: largas reuniones, equilibrios por país, por grupo político, por género (a última hora), conciliábulos a puerta cerrada. El proceso implica tal desgaste que el producto parece anticuado incluso antes de ponerse en marcha.
Van Rompuy, de 62 años, ha sido hasta ahora –durante menos de un año– primer ministro belga. Apoyado por Francia y Alemania, el nuevo presidente de la UE tiene reputación de forjador de consensos en un país, Bélgica, con una política muy complicada.
Ashton, de 53 años, era comisaria europea de Comercio desde el pasado verano. Miembro del Partido Laborista y economista de formación, Ashton dirigió el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa en la Cámara de los Lores. La oposición británica a la denominación del cargo de “ministro europeo de Asuntos Exteriores” llevó a su modificación en el tratado por la figura del “alto representante”, puesto que irónicamente hoy ocupa Ashton.
Antes de la elección, el ministro sueco de Asuntos Exteriores, Carl Bildt, recordaba la oportunidad histórica de la UE para logar una mayor presencia internacional. Lo cierto es que, aparte de la apuesta de Tony Blair –cuya elección se presentaba casi imposible desde el principio– ningún otro líder europeo puso su nombre sobre la mesa: Mary Robinson, Martti Ahtisaari, Margot Wallström, Joschka Fischer, Felipe González, Chris Patten… ni ellos mismos ni un grupo de políticos europeos promovió una candidatura organizada y con verdadera energía.
Nada más conocerse los nombramientos, algunos líderes europeos hacían su lectura en clave estrictamente nacional. El primer ministro británico, Gordon Brown, reconoció en el Financial Times su decepción porque la candidatura de Tony Blair como presidente no hubiera tenido éxito, pero afirmó que “Lady Ashton dará a Reino Unido una voz poderosa” en la política exterior de la UE. Fuera del euro y del espacio Schengen, el nombramiento de una británica como alta representante es inexplicable para algunos, para otros es una manera de lograr una mayor implicación de Reino Unido en la Unión.
Le Monde, la BBC y la mayoría de la prensa europea e internacional destacan la falta de popularidad de los elegidos y su escasa experiencia en política internacional. Igualmente, reconocen la capacidad de Francia y Alemania para lograr que el conservador Van Rompuy se hiciera con la presidencia. Según The Economist, «la elección ha demostrado que los líderes nacionales europeos no están dispuestos a compartir el escenario internacional con auténticos rivales.
En un lugar secundario de su página web, The New York Times comentaba la noticia de la siguiente manera: “La elección de unas personalidades de tan bajo perfil pone de relieve los problemas de Europa en lugar de su disposición para desempeñar un papel más unido y fuerte en los asuntos mundiales”.