La hora de Brasil.
La concesión por el Comité Olímpico Internacional de los juegos olímpicos de 2016 a Río de Janeiro, una de las ciudades más hermosas del mundo, además de ser la “más feliz” según una encuesta de Forbes, ha coronado un proceso desarrollado a lo largo de las dos últimas décadas, en las que el gigante suramericano ha sabido finalmente equilibrar su potencial de crecimiento económico con una distribución más justa de la riqueza.
Entre 1950 y 1980 el PIB de Brasil creció a una tasa media anual del 7%, pero por entonces el sistema estaba diseñado por y para las élites. Los últimos datos de crecimiento y empleo muestran que la crisis ya ha pasado por Brasil. Aunque la economía se contraerá ligeramente este año (0,3%), en 2010 crecerá hasta un 5,3%, según estimaciones del Bank of America/Merrill Lynch.
Con unas reservas de divisas de 212.000 millones de dólares, el Banco Central ha bajado sus tipos de interés este año del 13,75% al 8,75% para mantener los flujos de crédito. Las claves del modelo brasileño han sido la agricultura, la energía, el comercio, las políticas sociales, las multinacionales brasileñas y una favorable conjunción de fuerzas externas y fortalezas interiores, entre ellas una alta demanda y elevados precios de las materias primas.
Pero nada de ello habría servido de mucho sin la renovación de las élites políticas que supuso el ascenso desde 1979 del Partido de los Trabajadores, liderado por el entonces sindicalista y hoy presidente Luiz Inácio Lula da Silva, “el político más popular del mundo”, como lo ha calificado Barack Obama. Su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, ya había subrayado que Brasil no era un país pobre sino injusto. Los resultados de la inteligente combinación “post-ideológica” de medidas económicas ortodoxas y políticas sociales progresistas de ambos están a la vista: el salario mínimo ha aumentado un 45% en términos reales en los últimos siete años y han escapado de la pobreza 24 millones de brasileños.
La banca pública ha tenido un destacado papel en la salida de la recesión. El estatal Banco do Brasil ha recuperado este año el puesto de mayor banco de América Latina. El programa de desarrollo lanzado en 2007 ha invertido 359.000 millones de dólares en infraestructuras públicas.
Y la inversión privada no se ha quedado atrás. Las mayores salidas a bolsa del mundo este año han sido las de la filial brasileña del Santander, por un importe de 4.760 millones de euros, y la de VisaNet, por valor de 4.300 millones. El índice Bovespa ha subido este año un 80% y 1.100% desde 2003 en relación al S&P 500. El crédito al sector privado ha pasado del 36% del PIB en 2008 al 44% este año. Dado que las exportaciones sólo suponen el 12% del PIB, ha sido la demanda interna la que ha sostenido el crecimiento. Hay, por supuesto, mucho camino por recorrer para que Brasil llegue a 2016 como la quinta economía mundial, pero si se confirma que las reservas de crudo de los campos de Tupi y Carioca son sólo inferiores a las de Arabia Saudí y Kuwait, esa meta estará al alcance de la mano. Según The Economist, las olimpiadas de Río podrían, además,»reinventar» la ciudad, como pasó con Barcelona en 1992.
Brasil es un gigante con pies de barro. Me explico. Al igual que las otras grandes economías, al parecer llamadas a desempeñar un papel clave en los albores del siglo XXI, esos países tienen un déficit social enorme y la corrupción es consustancial al sistema. No albergo duda a la hora de entregar un notable alto a Lula en su gestión gubernamental, pero Brasil, país injusto donde los haya, seguirá teniendo bolsas de pobreza inimaginables para una Europa más avanzada en todos los aspectos. Como consecuencia de esta opinión, creo que es negativo haber entregado la organzación de los juegos olímpicos de 2016 a Río, como considero también un error que el mundial de 2010 se celebre en Suráfrica, otro gigante con pies de barro, y con similares problemas a los de Brasil. Los datos económicos que se han publicado responden a la realidad, pero si 24 millones de brasileños han salido de la pobreza, muchos más continúan hoy sumidos en la indigencia. El mundo no puede depender de China, Brasil, India, Suráfrica.