Estos días se cumplen 200 años del nacimiento del escritor y periodista Theodor Fontane, el 30 de diciembre de 1819 en Neuruppin, región de Brandenburg. Fue, sin duda, el mejor novelista alemán de su época. Entre otros muchos, los entonces jóvenes Thomas Mann y Gerhart Hauptmann (futuros premios Nobel de Literatura) fueron admiradores suyos. Fontane no solo supo plasmar los paisajes de Brandenburg, su patria chica; fue además un apasionado y certero observador de la vida de la ciudad. Su retrato de Berlín y su sociedad, abordada con delicadeza e ironía, es comparable a los que Dickens nos brinda de Londres, Balzac de París y Dostoievski de San Petersburgo. Fontane es también considerado un precursor de la moderna novela psicológica, debido al profundo estudio de sus personajes.
Hijo de un farmacéutico de ascendencia hugonote (protestantes franceses), de 1836 a 1840 se forma en el oficio de su padre, que ejerce hasta 1849, cuando decide dedicarse a la literatura. En 1848 había luchado en las barricadas de Berlín en la revolución de marzo.
Se casa con Emilie Rouanet-Kummer en 1850. Durante su largo matrimonio los esposos mantuvieron una extensa –y para el lector actual en ocasiones sugestiva y recomendable– correspondencia. Para dotarse de estabilidad Fontane quiere asegurar unos ingresos regulares, por lo que empieza a trabajar en prensa. A pesar de este esfuerzo, la vida de la familia estará marcada por la inseguridad económica con la que sobre todo le toca lidiar a Emilie. No obstante, afirmará al morir su marido: “Fue una vida agradable con él, volvería a comenzarla de inmediato”.
Sus primeros escritos de tipo político, textos breves y poesía, aparecen publicados en periódicos. La profesión de periodista, además de hacerle famoso, le proporciona algunas estancias en Inglaterra. Entre 1855 y 1859 vive en Londres como corresponsal. De vuelta en Berlín sigue trabajando como periodista, aunque empieza a disponer de más tiempo para su labor creativa. A finales de 1861 aparece el primero de los cinco volúmenes de que constan sus Wanderungen durch die Mark Brandenburg (Paseos por la Marca de Brandenburg). Estas obras fomentan su fama como cronista de la región. Fue, de hecho, el primer turista prusiano. Destaca su entusiasmo por viajar en tren. Caminante, utiliza también a menudo el carruaje para visitar los pueblos y castillos de Brandenburg. Pide a los lugareños que le cuenten su historia.
Entre 1860 y 1870 trabaja como redactor en el periódico conservador y reaccionario Neue Preußische Zeitung, de orientación pietista, de cuyo comité fundador formó parte Bismarck. En aquellos años se va acentuando el enfrentamiento de Fontane con el espíritu prusiano. Siempre orgulloso de su ascendencia francesa, había aprendido el idioma de sus antepasados en casa. Durante la contienda con Francia en 1870 no tiene problemas para viajar por las regiones francesas ocupadas por Prusia como corresponsal de guerra. Mas en una excursión para ver el santuario de Juana de Orléans entra en una zona controlada por voluntarios franceses. En octubre es arrestado bajo la sospecha de ser espía prusiano. Un cuaderno de notas y un diario evidencian su condición de reportero, pero no recobra la libertad hasta la intervención de Bismarck.
Como su actividad periodística le deja poco tiempo para escribir, a las primeras ediciones de sus Gedichte (Poemas, 1851) y sus Balladen (Baladas, 1861) siguió años después –en 1875– una edición ampliada. Al cambiar de periódico y trabajar en el Vossische Zeitung, de espíritu liberal, como crítico teatral, escribe numerosos ensayos y artículos sobre la literatura de su tiempo.
Aristocracia, amor, honor, adulterio
En su tardía producción de ficción cuestiona una y otra vez la vigencia de la fosilizada aristocracia prusiana y su anquilosado código de honor. En general, y junto al ocaso de la nobleza a raíz de la llegada de la industrialización, se ocupa de la dualidad existente entre individuo y entorno social.
No publica su primera novela, Vor dem Sturm (Ante la tormenta), hasta 1878, a punto de cumplir sesenta y con una experiencia de 30 años en el periodismo. A lo largo de casi 1.400 páginas divididas en cuatro libros, relata la guerra entre Prusia y el ejército napoleónico. Es una novela histórica al igual que Schach von Wuthenow (La elección del capitán von Schach, 1882). En ese mismo año en La adúltera describe con habilidad el ambiente burgués de Berlín al tiempo que trata el adulterio. La obra se basa en hechos reales ocurridos en la sociedad berlinesa y su título proviene de un conocido cuadro de Tintoretto. Volverá sobre este tema en Cécile (1887). En 1885 había escrito Unterm Birnbaum (Bajo el peral), la mejor de las cuatro que el autor dedica al género policíaco. Nos ofrece en esta obra una tensa lucha entre superstición, religión y razón con una buena dosis de tensión.
En Irrungen, Wirrungen (Errores y extravíos, 1888) expone un delicioso relato sobre el matrimonio de un oficial del ejército prusiano con una muchacha de la pequeña burguesía. Ese tipo de relaciones frecuentes en la práctica se veían como una afrenta para el regimiento del oficial de quien se esperaba se casara con una rica heredera. En el lenguaje de Stine (1890) incorpora el dialecto berlinés, experimento que repite en obras posteriores.
En la novela romántica Frau Jenny Treibel (La señora Jenny Treibel, 1892) ambienta las costumbres de una sociedad superficial en la que predomina una rígida mentalidad en torno al amor y al matrimonio. Junto al retrato social, Fontane desliza con inteligencia e ironía una aguda crítica.
Su obra maestra, Effi Briest, de nuevo sobre la cuestión del adulterio, se publica en 1896. Es la historia de una muchacha de 17 años casada con un prefecto bastante mayor que ella: “él tiene su edad y yo mi juventud”. Por aburrimiento la joven esposa, que añora la casa de su infancia –de la que no se marchó por iniciativa propia ni por amor–, cae en manos de un amante frívolo. Su marido descubre la relación mucho tiempo después de modo casual. Con gran precisión Fontane describe los personajes y los diferentes escenarios: desde una pequeña ciudad provinciana hasta un barrio de Berlín, pasando por un rincón de la nobleza rural.
La destreza de Fontane se manifiesta en la detallista y cuidada construcción del marco del conflicto. Solo se vislumbra quién será el seductor mediada la novela. La clave de este relato es que el estallido no pasa por la pasión y los celos. Ello queda resumido en esta frase del marido: “He sido agraviado, vergonzosamente engañado y, sin embargo, no albergo el más mínimo sentimiento de odio, ni tan siquiera tengo sed de venganza”. Expulsa a su esposa de su casa, se queda con la hija y mata al amante en duelo porque, aun no deseando hacerlo, las convenciones sociales y la rigidez le obligan a ello. A Effi, repudiada por sus padres, que se limitan a mantenerla, no le permiten acercarse a la casa familiar. Excluida de los círculos en que se movía, muere prematuramente de tristeza. La obra es una crítica acerba a la conservadora sociedad alemana de la época guillermina. Cinco veces llevada al cine en Alemania, la excelente versión de 1974, en blanco y negro, de Rainer Werner Fassbinder, con Hanna Schygulla, es responsable en parte de las constantes reediciones de esta novela.
Enfoque y argumento nos permiten emparentar el texto con dos obras cumbre del realismo europeo: Madame Bovary (1856), de Gustave Flaubert, y Ana Karénina (1875-1876), de León Tolstói. Si añadimos La Regenta (1884-1885), de Leopoldo Alas “Clarín”, tenemos un grupo que podemos denominar como “las cuatro novelas del adulterio” de la segunda mitad del XIX. Con significantes variantes, todas refieren el carácter opresivo de los valores familiares y patriarcales de su época.
Memoria y clarividencia
Fontane padece en 1892 un severo episodio de isquemia cerebral y su médico le recomienda como terapia escribir los recuerdos de su niñez. Un consejo que sigue con gran éxito. Como resultado ven la luz sus escritos autobiográficos Meine Kinderjahre (Mis años de infancia, 1894), obra a la que sigue una reflexión sobre sus años de juventud (Von Zwanzig bis Dreißig, De los veinte a los treinta, 1898).
Sus últimas novelas, Der Stechlin y Mathilde Möhring aparecerán de forma póstuma en 1899 y 1906 respectivamente. Der Stechlin (un lago en el norte de Brandenburg), su obra más voluminosa, es la novela de un hombre casi octogenario que contempla lo que fue su siglo y prevé con gran clarividencia que la siguiente centuria traerá consigo enormes trastornos políticos, sociales, técnicos y culturales. En Mathilde Möhring capta con acierto la fanfarronería de los años que siguieron a la guerra franco-prusiana y durante la sociedad de tiempos del Kaiser Guillermo II.
En algunas de sus cartas tardías aparecen cuestiones inquietantes como los resentimientos antisemitas del Fontane anciano. Se percibe también, aunque de modo bastante más leve, en el conjunto de su obra. No se trata aquí de pontificar y elevarnos sobre él desde la corrección política. Ni de una crítica ideológica y estéril. Estamos ante un narrador liberal, un ciudadano jovial y humanista. Y es precisamente porque su figura vuelve a resultarnos cercana que interesa resaltar esta oscura tendencia antisemita. Porque, ¿cuánto Fontane hay en nosotros?
Llamado a veces el Charles Dickens alemán, Fontane –como ha quedado expuesto– es muy productivo durante las dos últimas décadas de su vida. Casi un libro por año. El 20 de septiembre de 1898 fallece en Berlín a los 78 años el máximo exponente de la literatura realista alemana del siglo XIX. La obra de este clásico merece volver a ser leída en el nuestro.