La denominada “banca en la sombra” ocupa un lugar preponderante en el emblemático ensayo de Adam Tooze Crash: Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo. Sobre el terreno, esta obra atormentó a directores de bancos centrales, políticos y a casi todos los que bregaban con cuestiones de este tipo a finales de septiembre de 2019, cuando los mejor informados retrocedían horrorizados ante el elevado riesgo de otra gran crisis.
El término “banca en la sombra” fue acuñado por Paul McCulley, inversor en fondos de alto riesgo, quien lo usó por primera vez en 2007 en la reunión anual de la Reserva Federal de Estados Unidos en Jackson Hole (Wyoming). En su discurso, McCulley describió el sistema bancario en la sombra como “todo el batiburrillo de estructuras, vehículos y demás instrumentos apalancados de inversión no bancaria”. Y fue el primero en subrayar la complejidad inherente a este subsector del que, sin embargo, aún no se ha formulado una definición plausible. Perry Mehrling, profesor de la Universidad de Boston, y sus colaboradores proponen una definición que se ajusta mejor a la realidad de 2019: la banca en la sombra tendría que ver con la “financiación a través del mercado monetario de los préstamos formalizados en el mercado de capitales”. Los mercados monetarios son mercados informales donde se utilizan instrumentos de alta liquidez y plazos cortos, mientras que los mercados de capitales son mercados formales con instrumentos de menor liquidez y más largo plazo. En resumen, la banca en la sombra tendería puentes entre mercados que difieren sensiblemente, tanto en el horizonte temporal como en el grado de formalidad y riesgo. El término banca en la sombra ha sido criticado porque hace pensar en actividades ilícitas, pero la cuestión más importante gira en torno al primer elemento del término: banca….