Cuando quedó claro que Christine Lagarde sucedería a Mario Draghi como directora del Banco Central Europeo (BCE) se hicieron muchas especulaciones al respecto. Algunos recordaron cómo la Reserva Federal estadounidense se alejó de los economistas académicos al encumbrar a Jay Powell, e interpretaron que lo mismo ocurriría en el BCE con Lagarde, abogada de carrera. A partir de ahí, había solo un paso para argumentar que la era del activismo monetario no convencional había terminado (salvo, quizá, para los académicos).
Draghi lanzó una noticia bomba en septiembre, poco antes de finalizar su mandato: inauguraba una nueva ronda de compra de bonos, recortaba aún más los tipos de interés –hasta alcanzar el rojo–, instauraba tipos escalonados –dependiendo de los depósitos y préstamos, para que el crédito dirigido pueda impulsar el crecimiento– y ordenaba aplicar con generosidad diversas medidas de menor vuelo. El compromiso flexible de compra de bonos hace pensar que Draghi quiere marcar el rumbo de las políticas del BCE, anticipándose a la potencial reversión de Lagarde.
Los analistas tienen mucho sobre lo que reflexionar. ¿Puede Lagarde volver a cambiar el rumbo? ¿Funcionarán estos tipos de interés “duales”? ¿Cuánto tiempo puede permanecer en negativo el interés sobre los depósitos del BCE? ¿Hasta cuándo aguantarán los ciudadanos alemanes lo que llaman “tipos de penalización”? En mi opinión, las preguntas más útiles que podemos hacernos son las siguientes: ¿cómo se convirtió el máximo responsable del BCE en principal responsable de la política económica de Europa? Y ¿por qué las decisiones del BCE acaparan titulares en todo el mundo?
Una revolución intelectual en retrospectiva
Las cosas no siempre han sido así. Durante la mayor parte de su historia, los gobernadores de los bancos centrales no eran conocidos ni relevantes. Durante la posguerra eran prácticamente invisibles y las instituciones que dirigían dependían en…