Construcción de la llamada Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD). GETTY

Salvando distancias en el conflicto por las aguas del Nilo

CRISIS GROUP
 |  22 de marzo de 2019

El conflicto a tres bandas entre Etiopía, Egipto y Sudán sobre el reparto de las aguas del Nilo sigue estancado. En abril de 2018, la transición del gobierno etíope disminuyó las tensiones entre El Cairo y Addis Abeba. Sin embargo, las partes implicadas apenas han conseguido progresos significativos en su búsqueda por una solución a la crisis, desatada por la decisión de Etiopía de construir la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD), el mayor proyecto hidroeléctrico de todo el continente africano. La primera preocupación de Egipto reside en la drástica reducción que sufrirá el caudal del río abajo, lo que pondrá en peligro la seguridad interior del país. Por otro lado, Etiopía y Sudán reivindican su derecho a explotar las aguas del río para fomentar el desarrollo de sus economías. Los tres países se ven en la necesidad de prevenir una crisis mayor que se producirá cuando la planta comience a funcionar. Por eso, es preciso que los implicados desarrollen medidas inmediatas para mitigar el daño que puedan causar, particularmente durante el llenado de la reserva de la presa, ya que en ese momento el caudal del río, a su paso por la cuenca baja, podría experimentar un gran descenso. El siguiente paso consistiría en buscar, entre todos los estados ribereños, una solución a largo plazo con un acuerdo sobre el reparto transfronterizo de recursos que satisfaga las necesidades de los países de la cuenca del Nilo y ofrezca un marco capaz de evitar los posibles disputas que puedan desencadenar futuros proyectos.

Hay mucho en juego. Egipto depende del Nilo aproximadamente en un 90% para su abastecimiento de agua potable. El gobierno del país argumenta que la incursión en el curso del río dejará sin trabajo a millones de agricultores y amenazará el suministro de alimentos del país. En Etiopía, los ingenieros estiman que la GERD producirá alrededor de 6.450 megavatios de electricidad, una apuesta por la energía hidroeléctrica que lograría que el país tuviera la condición de economía de ingresos-medios para el año 2025. Las autoridades han definido el proyecto como una prioridad nacional y millones de ciudadanos etíopes compraron bonos para financiar su construcción, ayudando a incorporar la iniciativa como parte de la idiosincrasia nacional. Sin embargo, el ferviente apoyo que recibía el proyecto se ha enfriado a raíz de las denuncias por malversación de los fondos destinados a su construcción.

Entre 2011 y 2017, los líderes de Egipto y Etiopía sacaron el conflicto a la palestra con términos hipernacionalistas e intercambio de amenazas en tono belicista. Los políticos de El Cairo instaron al sabotaje de la construcción de la planta y los medios de comunicación secundaron este planteamiento y compararon las capacidades militares de los dos países como forma de anticiparse a posibles hostilidades.

Recientemente se ha producido un acercamiento que ha logrado mitigar esta subida de tono. El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, visitó en junio de 2018 El Cairo y se comprometió garantizar que el desarrollo de los proyectos etíopes no dañaría a Egipto. A su vez, el presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, declaró que su país descartaba la vía militar para solucionar la crisis. No obstante, a pesar de este acercamiento, no ha habido avances sustantivos para llegar a una solución.

 

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La agitación política en los tres países implicados ha dificultado esta tarea en diferentes grados. En Sudán, el presidente Omar al Bashir, en el poder desde 1989, hace frente a una continua ola de protestas generada por su política de precarización de puestos de trabajo. Es la mayor revuelta que el país ha visto en décadas. En Etiopía, mientras es aclamado popularmente, Abiy Ahmed lucha por consolidar su permanencia en el poder. En Egipto, Al Sisi tiene relativamente asegurada su posición, pero su intento de mantenerse en el cargo hasta al menos 2034 ha causado una divergencia de opiniones en el ejército y la clase militar, considerados sus electores clave. Estas dinámicas internas revierten en que los líderes dedican menos tiempo al asunto del Nilo del que debieran. De esta forma sólo conseguirán llevar a sus países a una crisis, a no ser que consigan cerrar un acuerdo antes de que la GERD esté operativa.

Las autoridades de los tres países deberían considerar una aproximación de posturas progresiva para llegar a un acuerdo sobre el camino a seguir. La cuestión que precisa una solución más urgente es cómo de rápido se llenará el embalse. En un primer momento Etiopía propuso un plazo de tres años, mientras que el gobierno egipcio se pronunció a favor de que el proceso durara al menos 15 años. Para lograr un avance decisivo, el gobierno etíope deberá cooperar plenamente con sus socios río abajo y respaldar el desarrollo de estudios que muestren el periodo de tiempo óptimo para todas las partes implicadas. Si fuera necesario, deberían contemplar la mediación de un tercer estado, elegido de mutuo acuerdo, que consiguiera superar el impasse. De la misma manera, Etiopía deberá tener en cuenta los ciclos de lluvia abundante, y adaptar las fases de llenado a estos. De esta forma se reducirán al mínimo las perturbaciones del caudal del río.

La reducción de la desconfianza entre los tres países africanos resulta igualmente primordial. Para ello, son imprescindibles medidas que fomenten la confianza entre ellos. Sería conveniente que el primer ministro Abiy Ahmed invitara a sus homólogos egipcio y sudanés a conocer de primera mano la construcción de la GERD. Demostraría así la voluntad del gobierno etíope de tener en cuenta las preocupaciones de los países de la cuenca baja del Nilo. Esa manifestación de buena voluntad por parte de las autoridades etíopes permitiría al gobierno egipcio gozar de un poder de maniobra suficiente para introducir los ajustes que crean convenientes para mejorar la ineficiencia de los sistemas de gestión de recursos hídricos. Por su parte, El Cairo deberá dejar claro que no prestará apoyo a los grupos armados de oposición etíopes para calmar los temores del gobierno de Addis Abeba.

También socios terceros podrían ayudar a construir esa confianza. El Banco Europeo de Inversiones, percibido por los etíopes como menos proegipcio que el Banco Mundial, podría ofrecerse como inversor de la fase final de la construcción de la presa. Esta financiación sería una oportunidad, en el caso de que estuviera condicionada, para lograr una cooperación plena por parte de Etiopía en los puntos de mayor fricción (fases de llenado). La Unión Europea debe continuar sus conversaciones con los países del curso bajo del río, en cuanto a las garantías (incluídos los préstamos) y otros instrumentos que ayuden a aquellos países en los años donde la sequía y otras alteraciones amenacen la seguridad alimentaria. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, así como Qatar y Turquía, podrían ofrecer inversiones de carácter bilateral o trilateral en la agricultura etíope y/o sudanesa que garanticen el suministro ininterrumpido y estable de bienes de primera necesidad (principalmente trigo y arroz) para Egipto. Estados Unidos y China, que mantienen estrechas relaciones con países ribereños del Nilo, tendrían la oportunidad de instar a las partes a resolver sus diferencias antes de que el proyecto de la GERD se complete.

 

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El siguiente paso consistiría en que las partes implicadas sentaran las bases para nuevas negociaciones, con el objetivo de crear un marco de gestión de las aguas del Nilo a largo plazo, capaz de evitar crisis similares en un futuro. Egipto deberá volver a ingresar en la Iniciativa para la Cuenca del Nilo, el único foro que reúne a todos los estados ribereños y, por lo tanto, el lugar propicio para debatir sobre el beneficio de aprovechar los recursos comunes. Estas conversaciones tendrían en consideración las propuestas del gobierno egipcio, que consisten, básicamente, en la consulta previa a los países de la cuenca baja cuando sus socios río arriba tengan la intención, en un futuro, de poner en marcha nuevos proyectos en el Nilo. Un marco institucional permanente haría posible que los países estuvieran preparados para los retos que se puedan presentar más adelante, incluidas las crisis medioambientales producidas por el cambio climático, y las fuertes variaciones en los ciclos de lluvia, que pueden causar una mayor escasez de agua.

Los terceros estados ribereños deben instigar a Egipto, Sudán y Etiopía a considerar el conflicto, no como una crisis existencial, sino como una oportunidad para establecer una alianza de distribución de recursos. Los retrasos en la finalización de la GERD y en la mejora de ánimos que ha supuesto el ascenso del primer ministro Abiy Ahmed, hacen este momento propicio para retomar las negociaciones. Si se decidiera esperar a que el proyecto estuviera acabado, lo cual traería consigo impactos claramente previsibles en la cuenca baja del río, el riesgo de que el conflicto se desate crecería exponencialmente.

Este artículo fue publicado originalmente, en inglésen la web de Crisis Group.

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