Malí celebra las segundas elecciones presidenciales desde el estallido del conflicto en 2012. El levantamiento armado de una parte de la comunidad tuareg en el norte del país dio como resultado la descomposición política y la posterior ocupación de una parte del territorio por grupos autodenominados yihadistas. Seis años después, Malí alberga varias misiones internacionales en apoyo a la rehabilitación del Estado, mientras que la lucha contra el terrorismo sigue siendo una de las principales preocupaciones. Los esfuerzos nacionales e internacionales no han conseguido frenar el crecimiento de la amenaza yihadista, que sigue presente en el centro y norte del país y que afecta a la seguridad en la región del Sahel.
El golpe de Estado que interrumpió en marzo de 2012 el gobierno democrático de Amadú Tumani Turé precipitó el caos en la administración y el ejército y favoreció la toma del control de dos terceras partes del territorio maliense –con una extensión similar a la península Ibérica– por grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda. Solo la intervención militar de Francia en 2013, apoyada por España, otros países europeos y Estados Unidos pudo expulsar de esta zona a los grupos armados, ante la incapacidad militar y la inestabilidad política de Bamako. La satisfacción inicial por la expulsión de los yihadistas fue efímera, ya que han regresado con fuerza a la zona en los últimos tres años e incluso han aumentado su capacidad y su presencia en el norte de Malí y algunos países del Sahel.
A la reconquista del norte del país le siguieron unas elecciones presidenciales en el verano de 2013. Estas pudieron celebrarse con la ayuda de la comunidad internacional y de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (Minusma), que ofrecieron su apoyo a la administración para la necesaria vuelta a…