La construcción de la paz en Somalia no es una tarea sencilla. En este país del cuerno de África varios factores de inestabilidad se conjugan dificultando el desarrollo y creando un contexto de tormenta perfecta: deficiencias en la gobernabilidad, conflicto armado, presencia de grupos extremistas violentos, crimen organizado, inestabilidad económica, flujos migratorios, vulnerabilidad del espacio marítimo o la sucesión de emergencias y catástrofes naturales y humanas. Junto a estos riesgos y amenazas, conviven otros factores que pueden ser potenciadores de los mismos, generar nuevos o agravar sus efectos. Entre ellos están la debilidad del Estado y sus instituciones, la injerencia de otros países, la pobreza, la desigualdad, los extremismos ideológicos o el cambio climático. La suma de todas estas piezas configura un rompecabezas que, pese a la ayuda externa, no parece que el gobierno somalí esté preparado para resolver. Demasiados frentes abiertos al mismo tiempo.
A pesar de un panorama tan sumamente complejo, la situación en Somalia ha mejorado de forma significativa en los últimos años, especialmente en términos de seguridad y en las tareas de reconstrucción del Estado. Y en esta mejora han contribuido de forma destacada las mujeres somalíes.
Una de las mayores amenazas es el grupo extremista violento Al Shabab. Como respuesta a sus mortales acciones, fuerzas armadas de países vecinos como Kenia, Etiopía, Yibuti, Burundi, Uganda y Sierra Leona, entre otros, participan desde 2007 en la misión de la Unión Africana en Somalia (Amisom, siglas en inglés). Su trabajo, junto a los esfuerzos del ejército somalí y de algunas milicias, ha logrado significativos avances en el intento de neutralizar a Al Shabab. Amisom tiene previsto culminar su repliegue en 2020. No obstante, es deseable que esta fecha se retrase pues las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado somalí no están aún preparadas para hacer frente…