Pese a provenir del mundo de los negocios, Donald Trump no ha dejado de sumar enemigos en Wall Street y las altas esferas corporativas, lanzando graves acusaciones contra compañías como Boeing, Lockheed Martin, Toyota, Ford y Carrier. Ahora le toca el turno a Amazon.
Las baterías de Trump están dirigidas hacia Silicon Valley. El presidente ha confesado que no utiliza ordenadores ni ha comprado nunca en una tienda online. Su último objetivo es Amazon, a la que culpa de no pagar impuestos locales, destruir el comercio tradicional y vivir a costa del US Postal Service (USPS), el servicio de correos estatal, aprovechándose de sus reducidas tarifas para pagar menos de lo que USPS gasta en logística.
El e-commerce, en efecto, ha provocado quiebras masivas en diversos sectores. Aunque Amazon es la empresa más admirada de EEUU, es una pesadilla para sus competidores, desde las productoras de televisión a estudios de cine, pasando por compañías publicitarias y editoriales. Solo en 2017, cuando Amazon destronó a Macy’s como el mayor vendedor de ropa de EEUU, se anunció el cierre de 3.300 grandes comercios, la cifra más alta desde 2007. El empleo en las grandes superficies ha caído un 46% desde 2001, más que en otras industrias amenazadas, como el carbón (32%).
Sin embargo, ese proceso es tan antiguo como el propio capitalismo. El modo en que se compran y venden productos y servicios nunca deja de evolucionar, demostrando la teoría de la destrucción creativa de Joseph Schumpeter. La era digital solo ha acelerado el proceso.
Las acusaciones de Trump sobre el supuesto perjuicio al servicio postal son, sin embargo, falsas. El presidente parece haber sacado sus ideas sobre el presunto abuso de Amazon de USPS de un estudio de Citigroup que aseguraba que la compañía –que copa el 44%…