La crisis financiera de 2008 se llevó por delante la confianza en el sistema político y económico, y parece habernos conducido a un contexto de polarización y extremismo. Ramón González Férriz le ha hecho un retrato al populismo del siglo XXI en su último ensayo. Ha escrito una historia que es, en realidad, una biografía de ese sujeto llamado “nueva política”, protagonista de los años peligrosos que nos ha tocado vivir, y cuyas características explica con detalle.
Los años peligrosos. Por qué la política se ha vuelto radical.
Ramón González Férriz
Debate, Barcelona, 2024
216 págs.
La historia narrada por González Férriz empieza en 2008. La crisis del sistema financiero y la quiebra de las hipotecas afectó al corazón de la confianza. Las personas corrientes perdieron sus casas y sus ahorros y, con ello, sus expectativas. En aquel momento nació el resentimiento contra las clases dominantes y la creencia de que el pueblo era un sujeto estafado por una oligarquía.
Se extendió la idea de unas “élites extractivas” que robaban, y la de un pueblo bueno que era robado. El terreno quedaba preparado para la aparición de un Robin Hood posmoderno. Se extendío la exaltación de la heroicidad. Un amplio sector de la sociedad sentía que había perdido el control sobre sus vidas y sus tumbres, y se sentían como marionetas en manos de las élites. Querían recuperar el control, y por eso apelaban a la heroicidad del individuo como contraposición a las masas adocenadas.
«La crisis del sistema financiero y la quiebra de las hipotecas de 2008 afectó al corazón de la confianza»
El descontento entró en las instituciones. No se trataba de promover la revolución desde abajo, como “espartacos” de hoy en día, sino que había que dar el salto a las instituciones y, desde ahí, liberar al pueblo. Esto último suena bolchevique, y mucho de ello tiene, pero se le suma que los que dan el golpe son las élites.
Los nuevos movimientos políticos se hacían eco de un sentimiento aparentemente contradictorio: se sienten superiores y víctimas. Por un lado, alimentaban el victimismo señalando algún tipo de culpable (burócratas, casta, lobby X, inmigrantes…) y por otro, se sentían superiores por ser parte de la tradición occidental, la religión cristiana, o de algún tipo de grupo más puro que los demás. Era la retórica propia del Make America Great Again y sus derivadas, todas ellas motivadas por esa extraña necesidad de recuperar el control de la historia.
La lucha identitaria se convirtió en la cuestión de fondo. Era la negación de los valores ilustrados de la tolerancia y el pluralismo. Entendían que todo eso no era más que palabrería para defender un sistema que era opresor en sí mismo. Por tanto, no había que luchar por encontrar una posición en ese sistema, sino destruirlo. ¿De qué servía que todo cambiase para que todo siguiese igual?
Y de pronto se pasó de la ilusión al miedo. Reagan ganó las elecciones porque apeló a la ilusión que podía encontrarse en el giro conservador, pero Trump, como señalaGonzález Férriz, “ganó las elecciones con un mensaje de miedo y desesperanza”.La derecha dejaba atrás la libertad individual y exigía exactamente lo contrario: que el Estado defendiera y protegiera a los ciudadanos. Una nueva noción de libertad, ahora negativa (“liberarse de”), prometía defender los valores de la nación y así servía para unir a gran parte de los movimientos de derechas.
«La cuestión de fondo fue la lucha identitaria y la negación de la tolerancia y el pluralismo, y se pasó de la ilusión al miedo»
Es posible que en el fondo no hayamos cambiado tanto, pero resuena una pregunta inquietante: “¿Será el nuevo mundo que está surgiendo necesariamente más autoritario, menos libre, más controlado y menos plural?”.
El ensayo de Ramón González Férriz es una lectura necesaria para comprender lo valioso y frágil que es un orden basado en las libertades individuales, la tolerancia y la confianza en las instituciones, nutrido por una conversación pública y abierta.