AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 72

De izquierda a derecha, el entonces primer ministro holandés, Mark Rutte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente de Túnez, Kais Said, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, tras la firma de acuerdo Túnez- UE. Túnez, 16 de julio de 2023. GETTY.

Si Europa va hacia la derecha, ¿seguirá mirando hacia el Sur?

Con la nueva configuración del Parlamento Europeo, encontrar un equilibrio entre seguridad, desarrollo y sostenibilidad medioambiental será clave para navegar por el complejo panorama político
Arturo Varvelli, Angela Ziccardi
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Las expectativas se ajustaron a la realidad: las últimas elecciones europeas del 8 y 9 de junio mostraron, como era previsible, un brusco giro a la derecha. De los 720 escaños del Parlamento Europeo, el Partido Popular Europeo (PPE) y los Socialistas y Demócratas (S&D) siguen siendo el primer y segundo grupo en número de escaños –188 y 136 respectivamente–, pero la revelación de estos comicios procede de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR). Con 83 eurodiputados, el partido de derechas se ha convertido en el tercer grupo parlamentario del hemiciclo, superando al centrista Renew Europe. La victoria de esta «fuerza constructiva de centro-derecha», como se autodefinió recientemente el ECR, estuvo impulsada por los resultados electorales en Italia, donde los Hermanos de Italia de la primera ministra, Giorgia Meloni, lograron el mayor apoyo a escala nacional. Los partidos de extrema derecha también dominaron en Francia y Alemania, desencadenando unas elecciones anticipadas en París y una crisis de identidad en Berlín. Los resultados de la ultraderechista Agrupación Nacional de Marine Le Pen, que logró el mejor resultado de su historia en unos comicios nacionales al obtener el 31,5 % de los votos, llevaron al presidente francés, Emmanuel Macron, a pesar de su índice de aprobación del 15%, a disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones el 30 de junio. Trasladándonos a Berlín, además de que los conservadores de la CDUCSU resurgieran como primer partido (con alrededor del 30%), el Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller Olaf Scholz también fue superado por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que celebró un histórico segundo puesto.

En medio de crisis internas, exámenes de conciencia e inconvenientes, el panorama final augura la llegada de más diputados de derechas al Parlamento Europeo. Sin embargo, esto no parece trastocar los anteriores diseños de coalición. El grupo PPE salió vencedor, con algunos escaños más, mientras que el S&D se mantuvo estable, lo que sugiere la continuidad de la coalición PPE-S&D-Renew de la pasada legislatura, a pesar del fuerte retroceso de los liberales. La derecha ha golpeado el corazón del motor franco-alemán y ha predominado en Italia, pero es probable que la continuidad en el centro prevalezca en Bruselas.

Siguiendo la misma lógica, ni siquiera los nombramientos de los altos cargos de la UE mostraron grandes sorpresas. En el Consejo Europeo de los días 27 y 28 de junio, como se esperaba, Ursula von der Leyen fue propuesta para un segundo mandato al frente de la Comisión Europea. Estará flanqueada por el socialista António Costa, ex primer Ministro portugués, como próximo presidente del Consejo Europeo, y por la liberal Kaja Kallas, primera Ministra estonia, como Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad/Vicepresidenta de la Comisión Europea, con la reconfirmación de la maltesa Roberta Metsola en la presidencia del Parlamento Europeo. Una elección que no agradó a la primera Ministra italiana, Giorgia Meloni, considerada inicialmente entre los reyes de la selección de los «Top Jobs», pero que en cambio se vio aislada y marginada en la consulta.

Meloni votó en contra de Costa y Kallas y se abstuvo sobre Von der Leyen, a pesar de sus excelentes relaciones anteriores con la presidente de la Comisión. No obstante, seguirá buscando una cartera económica de primer orden para Roma en la próxima Comisión, siendo una de las pocas líderes nacionales reforzadas por esta elección y, por tanto, asumiendo un papel destacado en el Consejo Europeo.

Esta configuración institucional implicaría también la continuación de algunos expedientes políticos que deben aplicarse tanto a nivel comunitario como en política exterior. En cuanto a la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA), el nombramiento de la estonia Kaja Kallas como Alta Representante puede, sin embargo, dar lugar a algunas consideraciones. Su predecesor, el español Borrell, ha sido muy franco sobre Oriente Medio en los últimos cuatro años, adoptando a menudo posturas contrarias a las de Von der Leyen, como en el caso de la guerra de Gaza. Pero, esto puede cambiar con una Alta Representante procedente de un país del Este europeo, que aprovechó su peso político con la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia haciendo campaña a favor del envío de más armas a Kiev. Kaja Kallas puede, por tanto, desplazar el centro de gravedad de la política exterior de la UE en esa dirección, desviando la atención de otros escenarios de interés geopolítico, como Oriente Medio y el Norte de África. O, con suerte, la mirada hacia el Este no reducirá la atención hacia el Sur, traduciéndose, por el contrario, en una mera reducción de las fricciones internas entre las instituciones europeas sobre ciertas cuestiones relacionadas con la región MENA, lo que dará a Von der Leyen la palanca para continuar con las políticas introducidas en su primer mandato.

Partiendo de esta base, para entender mejor si la proyección de la UE en la región MENA puede cambiar con la nueva composición del Parlamento y cómo, es necesario examinar más de cerca algunas cuestiones políticas clave –a saber, la migración, la guerra entre Israel y Gaza, la transición verde y el Global Gateway–, con un enfoque basado en escenarios.

 

Migración: para que todo cambie, todo debe seguir como está

Entre las cuestiones mencionadas, las políticas de gestión de la migración de la UE serán, sin duda, unas de las que tendrán mayor continuidad con respecto a la legislatura anterior. En el primer mandato, Ursula von der Leyen se esforzó por aplicar medidas para hacer frente al fenómeno, lanzando un Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo en 2021. Sin embargo, estas acciones pueden enmarcarse en la tendencia general de políticas de externalización y securitización de la migración que vive la UE desde hace varios años, y el auge de la ultraderecha y su mayor presencia en el Parlamento puede sugerir un repunte de esta tendencia.

 

«La UE debería jugar un papel importante en la reconstrucción de Gaza lanzando iniciativas multilaterales con EEUU y con los países árabes. Esta acción, si se prevé desde ahora, facilitaría la percepción de una UE no pasiva ante el conflicto»

 

Durante la campaña electoral, el programa del PPE –grupo al que pertenece Von der Leyen– pedía varias acciones de «securitización», como aumentar con 10.000 nuevos agentes la plantilla de Frontex, la agencia europea de fronteras, dotar a la agencia de tecnología punta y drones, y un derecho de intervención directa a lo largo de todas las fronteras exteriores de la UE. Conjuntamente, el PPE abogó por establecer centros de asilo y migración en «terceros países seguros» a los que se pueda enviar a las personas indocumentadas que lleguen a suelo europeo para tramitar sus solicitudes de asilo. Este proyecto, que guarda grandes similitudes con el Plan Ruanda promovido por el primer ministro británico, Rishi Sunak, o el acuerdo Italia-Albania impulsado por la primera ministra italiana Meloni, no aseguraría el compromiso de aceptar a quienes obtuvieran asilo fuera de las fronteras de la UE.

En cuanto a los «terceros países seguros», el programa no indica específicamente cuáles son, pero la especulación política llevaría a pensar en los países que han alcanzado recientemente «asociaciones estratégicas» con la Comisión Europea, a saber, Túnez, Mauritania y, en los últimos meses, Egipto y Líbano –dado el aumento de las presiones económicas y de seguridad derivadas de la guerra en Gaza. Tomando el ejemplo de Egipto, la Comisión acordó destinar 7.400 millones de euros a reforzar la estabilidad del país y luchar contra la migración, la mayor suma concedida a un tercer país desde el primer acuerdo migratorio entre la UE y Turquía en 2016. Aunque este tipo de acuerdos pueden ser necesarios para apoyar a estos países –como en el caso de Líbano, que acoge al mayor número de refugiados por habitante del mundo, pero que el año pasado solo recibió el 27% de la financiación mundial para dar respuesta a los refugiados sirios–, el riesgo es desplegar fondos solo para deshacerse del problema, sin una visión a largo plazo, lo que no conduce a aplicar las reformas estructurales que estos países necesitan. Además, en esta lógica totalmente preventiva de intercambio monetario para evitar llegadas masivas a Europa, la UE seguiría creando alianzas con líderes autoritarios que pueden aprovechar la situación para hacer otras demandas y chantajear a Bruselas, como en el caso de Turquía en 2021.

Ampliando el espectro a los otros dos posibles partidos de la coalición, los socialdemócratas y los liberales han sido más suaves en sus programas, al no abogar por planes de externalización con terceros países sino que han reiterado su apoyo al Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo. El pacto, sin embargo, no cambia la actual gestión de las solicitudes de asilo, ya que no anula el reglamento de Dublín sobre el primer país de entrada. Esto hace que la percepción negativa de la migración en Europa siga siendo alta, lo que implícitamente motiva la actuación de la Unión al recurrir a estas asociaciones estratégicas con terceros países. En lugar de invertir en la ampliación de vías seguras e instalaciones de acogida que permitan a las personas alcanzar protección en Europa, el nuevo Parlamento aprobaría, por tanto, políticas migratorias aún más externalizadoras, convirtiendo gradualmente a la UE en el deseo de la extrema derecha de una «Fortaleza Europa».

 

Gaza y la UE: pro-Israel, pero ¿hasta cuándo?

Sin Josep Borrell al frente de Exteriores, y la continuidad de Von der Leyen, se espera que la posición de la UE sobre Israel y Palestina se mantenga prácticamente sin cambios. El significativo aumento de eurodiputados de extrema derecha y conservadores hace poco probable que el Parlamento Europeo apoye medidas para sancionar a Israel o condenar sus acciones en Gaza. Es probable que este panorama político se traduzca en una postura sistemáticamente proisraelí. Sin embargo, esta posición dentro del Parlamento podría verse contrarrestada por posturas cada vez más críticas hacia el gobierno de Benjamín Netanyahu. En los últimos meses, varios países europeos, incluso aquellos que no han reconocido a Palestina, han mostrado su hartazgo con la ofensiva militar del gobierno israelí y han expresado públicamente su descontento, al igual que Estados Unidos. En caso de que la guerra continúe, es posible que las instituciones europeas tengan que mostrarse mucho más firmes y enérgicas a la hora de exigir a Israel el fin del conflicto. La postura europea hacia Gaza es esencialmente una cuestión tóxica para muchos países miembros y está vinculada a lo que ocurra en el conflicto, en el gobierno israelí y, desde luego, también a las próximas elecciones estadounidenses. La UE en su conjunto debería desempeñar un papel importante en la reconstrucción de Gaza lanzando iniciativas multilaterales con el propio EEUU y especialmente con los países árabes. Esta acción, si se prevé desde ahora, facilitaría la percepción de una UE no pasiva ante el conflicto y aplastada por las posiciones israelíes.

 

¿Una ‘transición verde claro’ en el Mediterráneo?

Uno de los principales ámbitos políticos de la nueva Agenda para el Mediterráneo de 2021 es «energía, medio ambiente y resiliencia climática». La UE ha dado prioridad al apoyo a los países del Sur del Mediterráneo en el desarrollo de estrategias nacionales de descarbonización para 2050. Este compromiso se refleja en las Conclusiones del Consejo sobre Diplomacia Verde de marzo de 2024.

La orilla sur del Mediterráneo tiene un importante potencial para el desarrollo de energías renovables, que en teoría podrían satisfacer la demanda de electricidad de África y Europa en 2030. Invertir en energías renovables en la región MENA permitiría a estos países liberarse de los combustibles fósiles y acelerar su desarrollo industrial. Es probable que Europa siga aprovechando su influencia diplomática para promover proyectos de energías renovables, a pesar del auge de la derecha.

Sin embargo, el crecimiento de la extrema derecha supone un riesgo para la agenda de transición ecológica de la UE. Los partidos de extrema derecha suelen dar prioridad a los intereses nacionales y al crecimiento económico frente a la sostenibilidad medioambiental. Esto podría provocar una reducción de la financiación de las iniciativas verdes y una ralentización de su aplicación. Sin embargo, el apoyo de la actual coalición a la diplomacia verde sugiere que los proyectos clave pueden seguir adelante, aunque con posibles retrasos o modificaciones. En general, la política verde europea hacia el Mediterráneo estará supeditada a las políticas industriales que adopte la UE. El Mediterráneo, en cierto modo en la línea de Marruecos, podría beneficiarse de las políticas de deslocalización de los países europeos. España e Italia, en particular, podrían encabezar una acción europea más orgánica en este sentido.

 

El futuro de la iniciativa «Global Gateway»: necesidad de revitalización

La iniciativa Global Gateway, puesta en marcha por la Comisión Europea, pretende mejorar la conectividad global invirtiendo en proyectos de infraestructuras, digitales y de desarrollo humano en todo el mundo. Destina unos 150.000 millones de euros a África, lo que pone de relieve el carácter prioritario del continente para la UE.

El plan cuenta con el apoyo de todos los países que se preocupan por la reactivación de las relaciones con el llamado Sur Global y ven en la Global Gateway una oportunidad. Sin embargo, hace tiempo que cayó en el olvido, una vez lanzado en diciembre de 2021, entre otras cosas por la guerra de Ucrania, que ha distraído la atención estratégica. Por tanto, es necesaria una verdadera reactivación del proyecto, tal vez con la creación de un comisario dedicado a las cuestiones geopolíticas y geoecónomicas.

 

«La política verde europea hacia el Sur estará supeditada a sus políticas industriales. El Mediterráneo podría beneficiarse de las políticas de deslocalización»

 

El ascenso de la extrema derecha introduce incertidumbre sobre el futuro de la iniciativa Global Gateway. Los partidos de extrema derecha podrían apoyar un enfoque más nacional, reduciendo la inversión en desarrollo internacional. Sin embargo, la alineación de la iniciativa con los objetivos más amplios de la UE de promover el desarrollo sostenible y la estabilidad en la región MENA significa que aún podría recibir apoyo, especialmente si se integra con otros objetivos políticos. Si nos fijamos en el interés por África mostrado por uno de los gobiernos de derechas de Europa, Italia, podemos predecir que la atención no decaerá. El Plan Mattei de Italia, que pretende reforzar su compromiso con África a través de la cooperación energética, el desarrollo económico y la gestión de la migración, podría integrarse con la iniciativa Global Gateway. Esta integración permitiría a Italia aprovechar los recursos de la UE y amplificar su impacto en la región MENA. La coordinación con el marco de la UE podría garantizar que los esfuerzos de Italia se percibieran como parte de una estrategia global y no como intereses nacionales aislados. La nueva Comisión Europea podría tener interés en desempeñar un papel secundario frente a un gobierno (de derechas) que tiene un plan articulado hacia África, haciendo que las acciones italianas y europeas sean complementarias.

 

Conclusión

El ascenso de la extrema derecha en el Parlamento Europeo está llamado a influir en las políticas de la UE hacia la región MENA. Aunque la coalición que forme la Comisión Europea siga siendo similar a la de 2019, la mayor presencia de eurodiputados conservadores y de extrema derecha configurará el panorama político.

Con la reelección de Ursula von der Leyen, se espera continuidad en algunas políticas relativas a la región mediterránea. Es probable que la gestión de la inmigración haga más hincapié en la externalización y la securitización, con una posible ampliación a países como Líbano. El Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo seguirá recibiendo apoyo, pero con un mayor énfasis en la seguridad de las fronteras. También es probable que la UE siga manteniendo una postura proisraelí, con menores posibilidades de sanciones o condenas contra Israel, pero este apoyo será cada vez más costoso a medida que todos los países demuestren cierto grado de hastío hacia la actuación israelí. La transición ecológica en el Mediterráneo corre riesgos debido a las prioridades nacionalistas de extrema derecha, pero los grandes proyectos de energías renovables podrían seguir adelante con el apoyo de la coalición. El futuro de la iniciativa Global Gateway es incierto, pero su alineación con objetivos más amplios de la UE sugiere la posibilidad de seguir invirtiendo en la región MENA.

En general, el auge de la extrema derecha presenta tanto retos como oportunidades para las políticas de la UE hacia la región MENA. Encontrar un equilibrio entre seguridad, desarrollo y sostenibilidad medioambiental será clave para navegar por este complejo panorama político. Seguir apostando por las asociaciones estratégicas y la explotación de los recursos de la UE puede contribuir a mitigar los riesgos y promover la estabilidad y la prosperidad en la región.