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La discreta joya neerlandesa que controla el futuro de los microchips

El increíble éxito cosechado por la compañía y su tecnología revolucionaria han hecho que ASML tenga, de facto, el monopolio sobre el mercado de los microchips de última generación. En otras palabras, tienen el poder de decidir quién tiene acceso a esta tecnología y quién queda apartado de su uso.
Iñigo Tejedor Lejona
 |  6 de marzo de 2024

La pequeña localidad neerlandesa de Veldhoven parece, a primera vista, el típico pueblo holandés. Ubicada al suroeste de Eindhoven, cuenta con los tradicionales canales y molinos neerlandeses y una población que apenas supera los 45.000 habitantes. Sin embargo, hay algo que distingue a este aparentemente insignificante municipio del resto y que hace que líderes mundiales de la talla de Xi Jinping o Joe Biden permanezcan muy atentos a lo que allí ocurre. El futuro de la economía global depende, en buena medida, de su más distinguido vecino: ASML Holding.

ASML es una gigantesca corporación multinacional holandesa fundada en 1984. La compañía se especializa en el desarrollo y fabricación de máquinas de fotolitografía, imprescindibles para la fabricación de semiconductores, que, a su vez, son fundamentales para la producción de microchips. Estas minúsculas piezas de silicio se han vuelto esenciales en nuestro día a día, y su desarrollo es determinante en la carrera tecnológica entre las grandes superpotencias. Esto se debe a que desde el móvil que llevamos en el bolsillo o el ordenador que utilizamos en el trabajo hasta los cazas F-35 y los Rover lunares, todos requieren microchips y semiconductores para su fabricación.

Es precisamente esta gigantesca demanda de microchips y semiconductores la fuente de la riqueza e influencia de la empresa. No solo es ASML el mayor proveedor de máquinas de fotolitografía a nivel mundial, sino que también es el único proveedor de máquinas de litografía ultravioleta extrema, necesarias para la fabricación de los microchips más avanzados y que permiten la creación de patrones extremadamente pequeños. Estas complejisimas máquinas tienen el tamaño de un camión, pesan alrededor de 180 toneladas y deben ser transportadas a sus clientes en tres jumbo Boeing 747. Su precio tampoco deja a nadie indiferente: cuestan casi 150 millones de euros.

En la producción de microchips, el tamaño importa. Cuanto más pequeños sean los patrones de los semiconductores, mayor es la capacidad de procesamiento del microchip. El desarrollo de esta tecnología por parte de ASML en los últimos 60 años ha sido algo realmente milagroso. Si en 1960 los transistores (dispositivo electrónico semiconductor, capaz de modificar una señal eléctrica de salida como respuesta a una de entrada) medían un centímetro, la tecnológica holandesa ha conseguido producirlos hoy en día a un tamaño de 3 nanómetros. Es decir, del mismo tamaño que una cadena de ADN. Esta innovación ha puesto a ASML tan a la delantera de sus competidores que algunos expertos han sugerido que su competidor más cercano está 5 años por detrás y que la mayoría de sus rivales se encuentran a 10 años de distancia en cuanto a su capacidad de producción de chips.

El increíble éxito cosechado por la compañía y su tecnología revolucionaria han hecho que ASML tenga, de facto, el monopolio sobre el mercado de los microchips de última generación. En otras palabras, tienen el poder de decidir quién tiene acceso a esta tecnología y quién queda apartado de su uso. Y la empresa no ha dejado pasar las oportunidades que esta posición le ha otorgado.

ASML ha conseguido incrementar el valor de sus acciones casi un 400% desde 2018, año en el que lanzó su revolucionaria máquina de litografía ultravioleta extrema. También se ha beneficiado inmensamente de la escasez global de chips que comenzó en 2020 y que ha persistido desde entonces. Su dominio absoluto sobre el mercado ha hecho que ASML sea la empresa tecnológica europea más valiosa, con una capitalización de mercado de aproximadamente 280 mil millones de dólares, con casi 40.000 empleados y con presencia en más de 60 países. Cuenta, además, con clientes de la talla de Intel, Samsung o la empresa insignia taiwanesa TSMC.

Todo este éxito empresarial ha hecho que la compañía se vea envuelta en uno de los mayores desafíos geopolíticos de los últimos tiempos: la confrontación entre los Estados Unidos y China por el dominio tecnológico global. Como se ha mencionado, los microchips son la tecnología base de nuestro tiempo y asegurarse un suministro regular, de calidad y más competitivo que el de los rivales es clave para el desarrollo de las industrias más estratégicas. Al ser ASML el único proveedor de la tecnología más avanzada a nivel global, las presiones que recibe por parte de estas dos superpotencias son enormes.

Durante la administración de Donald Trump, el gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo una intensa campaña de presión al gobierno neerlandés para que bloqueara la venta de esta tecnología al gigante asiático. Según fuentes cercanas, el propio Secretario de Estado Mike Pompeo mantuvo conversaciones con el primer ministro holandés Mark Rutte para que desautorizara un pedido de máquinas de litografía avanzadas a un cliente chino, cuya identidad se desconoce aunque se especula que se trata de Semiconductor Manufacturing International Corp (SMIC), el mayor especialista en producción de chips del gigante asiático. Además, altos cargos de la Casa Blanca compartieron información clasificada con La Haya en la que transmitían sus preocupaciones respecto a las implicaciones de Seguridad Nacional que la venta tendría tanto para los estadounidenses como para la industria neerlandesa.

La respuesta china no se hizo esperar. Además de las acusaciones de robo de propiedad intelectual por parte de los gobiernos neerlandés y estadounidense por parte de productores chinos, ASML afirmó en 2023 que un ex empleado robó información sensible de la compañía y se la suministró a entidades vinculadas con el gobierno chino. A pesar de que el empleado fue inmediatamente despedido, se cree que fue poco después contratado por el gigante tecnológico chino Huawei. En atención a la situación, el ejecutivo neerlandés decidió tomar cartas en el asunto prometiendo establecer restricciones en las exportaciones de la tecnología en aras de proteger la seguridad nacional.

Todas estas intrigas comerciales y diplomáticas no pueden explicarse sin entender que los microchips son los pilares sobre los que se está construyendo el fenómeno de la digitalización. Un proceso que está revolucionando profundamente nuestras vidas y que determinará en gran medida el balance de poder global de las próximas décadas. Un proceso en el que quien consiga desarrollar los microchips más pequeños conseguirá tomar la delantera, resultar ganador y someter al perdedor. El acceso a la producción de estas diminutas piezas de silicio se ha vuelto clave, provocando un gran juego en el que poder y comercio se entrelazan y que expone las costuras de un mundo cambiante. Un mundo cada vez menos librecambista y cada vez más geopolítico.

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