Tomando el concepto prestado de la logística, se ha extendido la idea de que estamos en la “última milla de la inflación” global. Algo así servía de título en la entrevista al vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, con el Financial Times.
A pesar de sus advertencias, los mercados descontaban al inicio de año que el BCE comenzaría a bajar los tipos de interés en primavera. La presidenta de la entidad, Christine Lagarde lanzó la semana pasada el órdago contra esta previsión: “Yo diría que es probable una rebaja de tipos en verano”, afirmó en una entrevista en Bloomberg TV.
El objetivo del BCE no es solo convencer a los inversores sobre su determinación en la lucha contra la inflación, también lo es convencer a las empresas y los consumidores de que no bajará la guardia. Es cierto que la desinflación tiene muchos riesgos, principalmente geopolíticos. Pero la realidad es que los fundamentales se están materializando, a pesar de que se mantiene que el proceso de vuelta a la estabilidad de precios es firme. El propio BCE conserva en sus previsiones que el IPC de la eurozona cerrará el año cerca ya del 2% y se estabilizará en estos niveles a medio plazo. Esto es, que el objetivo será cumplido desde el verano.
Pero veamos cómo la inflación está resistiendo a los riesgos que tiene por delante. El primero, el energético: la OPEP ha recortado su producción coincidiendo con los problemas de seguridad en el mar Rojo. Por el estrecho de Bab el-Mandeb y el Canal de Suez transcurre en torno al 12% del comercio marítimo de petróleo, lo que debería haber generado problemas de precios. Sin embargo, tanto el crudo como el gas cotizan planos en los mercados internacionales. Hay tres causas que explican esta…