Desgraciadamente, en los 10 últimos años los musulmanes de China han sido noticia, y en particular los musulmanes de habla turca, que desde 2016 sufren una represión de una intensidad sin precedentes. La historia de los uigures y otros pueblos musulmanes –kazajos, kirguises, uzbekos, tártaros y tayikos– en los territorios del noroeste conocidos como Xinjiang (“nuevos territorios”), en la República Popular China, está estrechamente ligada a la lógica de conquista del Imperio manchú, entre 1644 y 1911, en Eurasia Central, durante casi tres siglos. En la época de las diversas conquistas manchúes, los territorios de Asia Central, y sobre todo el Turquestán oriental, ya llevaban experimentando desde hacía tiempo un alto grado de islamización de sus poblaciones. Mientras que la historia de los musulmanes de habla turca e iraní obedece a la dinámica de la colonización, que continuó después de la revolución de 1911 y prosigue hasta nuestros días, la historia de las poblaciones de habla turca o turco-mongola, como los dongxiang, los salar y los bao’an, que viven principalmente en la provincia china de Gansú, sigue siendo en gran parte desconocida.
Los grupos lingüísticos que acabamos de mencionar corresponden hoy a nueve de las 10 nacionalidades étnicas de confesión musulmana, que representan alrededor de 13 millones de los 23 millones de musulmanes que había en China en 2010 (el 1,74% de la población total, el duodécimo país musulmán del mundo). Los 10 millones de musulmanes restantes pertenecen a la etnia hui, musulmanes de habla china cuya historia de asentamiento en China es diferente a la de los pueblos de habla turca, turco-mongola o iraní. Están presentes en todo el país, aunque se concentran sobre todo en el noroeste (Gansú, Ningxia, Qinghai) y el sur (Yunnan).
Pero, ¿quiénes son y de dónde proceden estos musulmanes de habla china, a los que hoy se conoce en general como huizu (minoría nacional hui)? El hecho de que estén repartidos por todo el territorio apunta a una evolución histórica más antigua, que puede remontarse hasta la introducción y difusión del islam en China.
Árabes con condición de extranjeros
La presencia del islam en China debe examinarse en el contexto más amplio de la historia de las religiones extranjeras, que llevaron a cabo sus primeras incursiones en el país a principios del siglo VII, cuando existían relaciones diplomáticas y comerciales entre China y Persia, como demuestra el envío de 10 embajadas. Árabes, judíos, mazdeanos y nestorianos se beneficiaban de la condición de extranjeros y participaban en este comercio, que se realizaba en ambas direcciones por tierra y mar. Mientras que todo el territorio de la Persia sasánida quedó bajo control musulmán en 651, los árabes y el islam entraron en la historia china al mismo tiempo, con el envío de la primera embajada de árabes. Las fuentes chinas de este periodo mencionan la presencia y el desarrollo de religiones extranjeras (como el mazdeísmo, el nestorianismo y el maniqueísmo) que encontraron refugio en China, pero no hay ninguna referencia al islam ni a las mezquitas. Así, a pesar de las 37 embajadas que se enviaron posteriormente entre los años 651 y 798, hay pocas huellas de la presencia islámica. Por otra parte, las oleadas de persecuciones entre los años 843 y 845 que pusieron fin a la presencia de las religiones persas, consideradas demasiado proselitistas, no parecen haber afectado a los musulmanes.
Las fuentes posteriores a la dinastía Tang registran la construcción de mezquitas durante esta dinastía en las ciudades costeras de Cantón y Quanzhou, pero los descubrimientos arqueológicos hacen pensar más bien que las primeras mezquitas y sepulturas musulmanas en China se construyeron durante la dinastía Song, en torno a los siglos XI y XII. Con la dinastía Tang se produjo un aumento de la presencia de los árabes, y posteriormente, durante la dinastía Song, estos fueron construyendo gradualmente sus pequeñas comunidades en torno a las mezquitas.
Expansión de los musulmanes en China durante el período mongol
No fue hasta el periodo mongol de la dinastía Yuan (1279-1368), cuando, además de las prósperas comunidades ya establecidas en ciudades orientales como Cantón y Quanzhou, se produjeron nuevas oleadas de asentamientos en todo el país, mucho mejor documentadas en fuentes chinas y extranjeras (Marco Polo, Ibn Battuta). Esta expansión del islam hacia el norte, el noroeste (Gansú) y el suroeste (Yunnan) fue una de las consecuencias de la conquista mongola. En China, a diferencia de Asia Central, los musulmanes eran más numerosos porque ejercían funciones de consejeros y ayudantes de los mongoles, que valoraban sus habilidades diplomáticas y su técnica militar. También se recurría a ellos para cuestiones relacionadas con la medicina y la farmacología, así como con la astrología y la astronomía. Los funcionarios musulmanes eran nombrados para ocupar altos cargos tanto en el gobierno central como en los provinciales. Los musulmanes también desempeñaban un importante papel financiero, actuando como intermediarios entre los gobernantes mongoles y los súbditos chinos, y como recaudadores extraoficiales de impuestos. También hay que señalar que la mayor parte del comercio con el extranjero, ya fuera por tierra o por mar, estaba en sus manos. Conocidos como semuren, su función era apoyar la conquista mongola y administrar, gestionar y vigilar las tierras. A mediados del siglo XIV, estos musulmanes ya no eran considerados extranjeros, como demuestran las estelas escritas en árabe (y/o chino) erigidas sobre sus tumbas. Sin embargo, hacia 1320, esta condición especial empezó a perderse como consecuencia de una sucesión de leyes que prohibían las religiones. Las leyes contra los musulmanes, y el consiguiente sentimiento popular contra ellos, provocaron numerosas reacciones, como las rebeliones musulmanas de 1343 en Shaanxi. Cuando la dinastía china de los Ming sustituyó a la de los Yuan, en 1368, los musulmanes estaban preparados para el cambio y prestaron su apoyo a Zhu Yuanzhang, su fundador.
De ‘musulmanes de China’ a ‘musulmanes chinos’: una integración progresiva durante la dinastía Ming
Con la vuelta de una dinastía china, la de los Ming, entre los años 1368 y 1644, los comúnmente conocidos como hui-hui dejaron de ser “musulmanes en China” y se convirtieron en “musulmanes chinos”, por así decirlo. A partir de finales del siglo XIV, experimentaron una aculturación cada vez mayor, pero también cosecharon numerosos éxitos en la sociedad china. Los primeros emperadores impulsaron en gran medida las políticas de asimilación de extranjeros, porque desconfiaban de los vestigios de la influencia mongola y de la presencia extranjera en China. A diferencia del maniqueísmo (proscrito en 1370), el islam se consideraba una religión que quería adaptarse al confucianismo, mientras que el maniqueísmo (y el cristianismo) se contemplaban como religiones heterodoxas que había que erradicar.
«China es un Estado ‘multinacional’ o ‘multiétnico’ formado por 56 nacionalidades, de las cuales 10 son musulmanas, la mayoría practicantes del islam suní, de tradición hanafí»
En un proceso continuo a lo largo del tiempo, los hui-hui empezaron a considerarse tanto musulmanes como chinos, sin dejar de ser un grupo diferenciado. Sin embargo, hasta finales del siglo XVI no se estableció una red de enseñanza islámica, con la creación de escuelas, que favoreció la aparición de un islam literario chino. De hecho, a principios del siglo XVII aparecieron traducciones chinas de textos sufíes en árabe y persa, así como composiciones originales chinas sobre la historia del Profeta y el islam, los rituales y la filosofía, y la historia de las mezquitas y comunidades locales. El libro más antiguo que atestigua esta literatura musulmana en chino se remonta a 1642. Por tanto, podemos considerar que el islam chino comenzó con esta literatura. Durante el reinado de Yongle (1403-1425), se procedió a la construcción, fomentada por edictos imperiales, de numerosas mezquitas en varias ciudades. Los musulmanes, integrados ya en la sociedad china, ocupaban importantes cargos administrativos. Durante esta dinastía, considerada la edad de oro de los musulmanes chinos, ilustres musulmanes se distinguieron por desempeñar un papel importante dentro del imperio. Podemos citar por ejemplo al eunuco Zheng He (1371-1434), musulmán de Yunnan y gran navegante, que contribuyó a establecer los primeros contactos entre China y el Egipto de los mamelucos.
Estigmatización y militarización de las comunidades musulmanas con los Qing
Cuando se estableció la dinastía manchú Qing, en 1644, recibió poco apoyo de los musulmanes. En las regiones más occidentales, sobre todo en la actual Gansú, estallaron graves rebeliones entre 1646 y 1648, que fueron reprimidas de forma sangrienta en 1649. En aquel momento, estos musulmanes rebeldes recibieron el apoyo de los musulmanes centroasiáticos del otro lado de la frontera. Durante los reinados de los emperadores Kangxi (1662-1723), y Yongzheng (17231735), se toleraron las religiones extranjeras a condición de que obedecieran al Estado y no interfirieran en el orden social. Los jesuitas desbancaron a los musulmanes en los campos de la astronomía y de la cronología. Durante el reinado de Qianlong (1736-1795), la situación de los musulmanes se volvió más compleja. Mientras que los del este del país se distinguían por su cultura confuciana y su producción literaria, como fue el caso del célebre Liu Zhi (c. 1662-1736), en el oeste, la introducción gradual de nuevas vías del islam por misioneros sufíes procedentes de Asia Central acabaría transformando el panorama religioso: las fuerzas motrices del islam se fueron concentrando poco a poco en Gansú y Yunnan.
A mediados de la década de 1760, estallaron violentos conflictos en el noroeste entre dos ramas sufíes rivales de la Naqshbandiyya: la Khufiyya, iniciada por Ma Laichi (1681-1766), y la Jahriyya, introducida por Ma Mingxin (1719-1781). Estas rivalidades religiosas, motivadas inicialmente por disputas sobre los ritos, desembocaron en la ejecución de Ma Mingxin en 1781, la masacre de sus seguidores y la proscripción de su movimiento religioso por las autoridades imperiales. A raíz de estas insurrecciones, sofocadas en 1784, se empezó a estigmatizar a los musulmanes como miembros violentos de la sociedad. En el siglo siguiente, el poder imperial se vio socavado por numerosas rebeliones a escala nacional. Después de 1850, con el estallido de la Rebelión Taiping en el sur y las hostilidades entre los musulmanes y los Qing en Yunnan, el ambiente en el noroeste se volvió muy tenso. Las comunidades musulmanas de Gansú se militarizaron, al igual que la sociedad campesina en general, que también era presa de frecuentes reyertas intercomunitarias en un entorno de flagrante corrupción en la burocracia y escasez de recursos. Si bien las causas de la escalada de violencia entre 1862 y 1873 no se conocen bien, las fuentes mencionan situaciones de guerra muy localizadas en casi todas partes, incluidos conflictos entre grupos de musulmanes rivales. Cuando el general Zuo Zongtang acabó con la Rebelión Taiping, lanzó una sangrienta campaña militar para retomar la totalidad de Shaanxi en 1868. Esta ofensiva tenía como objetivo erradicar la Jahriyya en 1870 y 1871, con la masacre de miles de civiles musulmanes. En Gansú las cosas transcurrieron de manera diferente. Tras la victoria del musulmán Ma Zhan’ao en las batallas de 1871 contra el ejército del general Zuo Zongtang, este decidió finalmente rendirse, declarar su lealtad al Imperio y echar una mano al ejército Qing en sus campañas de represión contra los “rebeldes musulmanes”. La década de 1870 representa un punto de inflexión: los musulmanes de esta nueva generación se convirtieron en soldados leales al Imperio y se les confió la gestión de los asuntos musulmanes. Posteriormente, cuando cayó el Imperio, estos musulmanes se convirtieron en poderosos caudillos.
«Desde el 11-S y una serie de sucesos en suelo chino calificados de ‘atentados terroristas’, las políticas hacia el islam se han endurecido para combatir lo que se ha identificado como los ‘tres males’: terrorismo, separatismo y radicalismo»
En el centro de un Estado multinacional: los musulmanes chinos, entre etnia y religión
Las convulsiones que tuvieron lugar a principios del siglo XX –la caída del Imperio manchú y la instauración de la República de China en 1911– influyeron considerablemente en el papel que los musulmanes querían desempeñar a partir de entonces en esta entidad nacional. Las teorías de la revolución nacionalista, en particular la de los cinco pueblos (wuzu) –han, tibetanos, mongoles, manchúes y hui (que incluyen a todos los musulmanes de China)– tuvieron una gran influencia en la construcción de la identidad musulmana. La primera asociación musulmana se creó en 1912 en Pekín. La invasión japonesa de China y la guerra de resistencia provocaron la implicación de los musulmanes en el movimiento nacional, con la creación de numerosas asociaciones patrióticas entre 1931 y 1938. Algunas de estas asociaciones estaban vinculadas al Partido Nacionalista (Kuomintang), y otras al Partido Comunista Chino (PCC); el compromiso patriótico de los musulmanes les valió el reconocimiento de ambos bandos políticos.
Tras el establecimiento de la República Popular China en 1949, el PCC aplicó una política de nacionalidades, que ya había comenzado durante los años de lucha. China es un Estado “multinacional” o “multiétnico” formado por 56 nacionalidades: la mayoría han, que constituye casi el 92% de la población, y las otras 55 nacionalidades “minoritarias” (shaoshu minzu). Como hemos visto, 10 de estas 55 minorías nacionales o étnicas son musulmanas, la mayoría de las cuales practica el islam suní de tradición hanafí. La categoría de “minoría nacional”, inspirada en el sistema soviético de nacionalidades, ha llevado progresivamente a los hui, musulmanes de habla china, a considerarse una nacionalidad (huizu) más que una comunidad religiosa. Para afirmar su lugar en este conjunto nacional, los hui han querido subrayar su especificidad marcando su pertenencia a un grupo muy concreto, mientras que hasta ese momento solo su confesión religiosa los distinguía de la mayoría han. Así, el término huihui o hui, que adquirió el significado de musulmán a partir del siglo XV, se transformó en hui o huizu, el nombre de una nacionalidad o grupo étnico. La justificación de la creación de la nacionalidad hui se basaba esencialmente en el origen árabe, persa o centroasiático de sus antepasados. Durante los primeros 30 años del régimen, desde 1949 hasta 1978, los musulmanes, al igual que el resto de la población china, fueron víctima de las diversas campañas políticas lanzadas por Mao Zedong (1893-1976). Al principio, el PCC mostró una relativa tolerancia hacia las religiones: la libertad religiosa estaba consagrada en la Constitución de 1954. A partir de 1953, año en que se creó la Asociación Islámica de China (AIC), se organizó un sistema unificado de representación religiosa. Los dirigentes de esta asociación facilitaron las relaciones diplomáticas con los países de Oriente Medio a mediados de la década de 1950. Las restricciones impuestas a las actividades religiosas se intensificaron en 1958 con el cierre de muchas mezquitas. La persecución continuó durante la Revolución Cultural (1966-1976), cuando se prohibió la religión.
Hubo que esperar hasta 1978 para que se reafirmara el principio constitucional de libertad religiosa y se hiciese realidad. En la actualidad, el islam es una de las cinco religiones reconocidas oficialmente en China, junto con el budismo, el taoísmo, el catolicismo y el protestantismo. La libertad religiosa, consagrada de nuevo en la Constitución de 1982, ha permitido al islam recuperar su lugar. Aunque se han reabierto, reconstruido o restaurado lugares de culto, no constituyen la única expresión de esta reapropiación religiosa. En todo el país se observa un fuerte desarrollo de las estructuras de enseñanza, de la prensa y de las publicaciones musulmanas privadas. La AIC desempeña un papel importante en la promoción de la religión y la cultura musulmanas, pero también en el control de las actividades religiosas. Los funcionarios de la AIC, a menudo miembros del PCC, son responsables de la gestión de los asuntos religiosos y de la supervisión de la enseñanza de la religión. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, y una serie de sucesos ocurridos en suelo chino calificados por las autoridades chinas como “atentados terroristas”, las políticas hacia el islam se han endurecido considerablemente para combatir lo que se ha identificado como los “tres males”: terrorismo, separatismo y radicalismo. Además, desde que el Consejo de Estado promulgó, en agosto de 2017, la normativa sobre asuntos religiosos, el Partido pretende completar la significación de las religiones extranjeras iniciada en la década de 2010 y liderar activamente la adaptación de la religión a la sociedad socialista china. Las primeras consecuencias de esta política fueron la retirada de los espacios públicos de los símbolos que hacían referencia a un islam arabizado (letreros escritos en árabe, mezquitas con arquitectura oriental, productos halal importados), así como la obligación de los imanes de introducir una orientación política en sus sermones.
La historia de los musulmanes en China no es monolítica; ha conocido evoluciones muy diferentes vinculadas a los contextos socioeconómicos y políticos locales. La reagudización de la ideología nacionalista, que no es nueva en la historia de China, hace que a los musulmanes de habla china, divididos entre lealtades nacionales y religiosas en un contexto de creciente islamofobia, les resulte más difícil posicionarse en la China contemporánea.