El enfoque de Kissinger es el propio de un buen historiador, que a su vez ha sido protagonista de su tiempo. Ofrece un magnífico equilibro entre reflexión y conocimiento desde dentro. La obra retrata seis políticos con los que se relacionó –Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, Richard Nixon, Anwar Sadat, Lee Kwan Yew y Margaret Thatcher– y analiza su trayectoria, su contexto y lo que consiguieron.
Liderazgo
Henry Kissinger
Debate,
2023. 645 págs.
De hecho, su manera de hablar de liderazgo resulta acertada, al centrarse en el núcleo de la cuestión, cómo cada uno de estos actores consiguieron sus objetivos en un contexto determinado, lo que Kissinger llama “combinación de carácter y circunstancia”. Por ello, la introducción y las reflexiones finales sobre liderazgo son los capítulos menos valiosos del libro, porque no hay un sistema ni una visión general que explique el conjunto de la obra.
La galería de retratos se abre con Konrad Adenauer, el canciller alemán que reconstruyó su país tras la Segunda Guerra Mundial. Kissinger subraya el acierto de su estrategia de humildad y paciencia, de escucha y adaptación al terreno. Desde la humildad, el exalcalde de Colonia consiguió que los vencedores de la guerra lo tratasen como un igual y compartiesen su política exterior.
Al hablar de Charles de Gaulle, Kissinger no puede ocultar su admiración por el gigante francés y su combinación inimitable de realismo y voluntad transformadora. Lo equipara nada menos que con el cardenal Richelieu y su política de alianzas, aunque también destaca la dulzura de su relación con su hija Anna, nacida con síndrome Down, que le aportó humanidad y fortaleza emocional. El autor señala cómo De Gaulle provocó la amputación de Argelia para poder llevar a cabo una política exterior independiente, basada en el control de las decisiones vitales que afectaban a su país, empezando por el armamento nuclear.
El retrato de Richard Nixon es el más personal, no en vano Kissinger fue el arquitecto de la parte más exitosa de su presidencia: la política exterior. Es muy interesante el perfil psicológico que dibuja del político californiano, un hombre siempre en búsqueda de aprobación, difícil en la comunicación incluso con los más cercanos, determinado, sutil, reservado, una combinación de notable inseguridad y voluntad de autopromoción. Kissinger narra una vez más la apertura a China como estrategia para avanzar hacia un orden mundial basado en el equilibrio.
El capítulo sobre Anwar Sadat arroja luz sobre la historia reciente de Oriente Medio y la terrible situación actual de Israel y Palestina. Al convertirse en presidente giró gradualmente para salir de la esfera soviética y entenderse con EEUU. Así pudo firmar la paz con Israel, recuperar territorios y fortalecer la posición internacional de Egipto. Un líder, en palabras de Kissinger que “jugaba una partida para la que necesitaba más tiempo del que disponía” y que “no defendía la paz como una serie cerrada de condiciones, sino, ante todo, como un estado frágil, vulnerable, que había que enmendar y defender del renacimiento del conflicto con toda la tenacidad posible”. El propio Sadat decía: “La paz es la re-escritura de la historia, es una gigantesca lucha contra toda ambición y todo capricho.”
Lee Kwan Yew, fundador del estado de Singapur, es descrito como un líder táctico, con un enfoque pragmático y experimental del gobierno, al que atrajo a los mejores. Entendió el papel de EEUU como proveedor de estabilidad global, pero defendió los valores asiáticos frente a la universalidad de las reivindicaciones políticas occidentales.
El retrato final de Margaret Thatcher es el más convencional de todos, tal vez porque Kissinger se deja llevar por la amistad y no indaga de forma suficiente sobre la huella de su figura histórica. Con razón, afirma: “Lo notable de sus políticas no fueron su originalidad, sino su implementación”. Pasa en cambio por alto las enormes divisiones del país que dejó como legado y la siembra de la semilla del Brexit.