Autor: Michel Duclos
Editorial: Editions de l’Observatoire.
Fecha: 2023
Páginas: 316

Un mapa geopolítico para la posguerra

La guerra de Ucrania es un momento de transición entre el mundo unipolar occidental y la multipolaridad desoccidentalizada. Este ensayo ofrece una primera y desprejuiciada mirada al orden mundial posterior a la guerra de Ucrania, donde las variadas y polémicas respuestas del Sur global coinciden en su distanciamiento de Occidente. 
Lluís Bassets
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Una primera y desprejuiciada mirada sobre la guerra de Ucrania suscita inmediatamente la inquietante paradoja del imperio anti imperialista. Es el caso, sin duda, de la Rusia de Putin, empeñada en una típica guerra propiamente colonial, decimonónica, continuadora del imperialismo zarista y del expansionismo estalinista, a la que le acompaña la comprensión e incluso la complicidad de buen número de los países que más han sufrido el yugo imperialista y colonial occidental y ahora, en cambio, proporcionan auxilio diplomático, alternativas a las sanciones occidentales e incluso suministro de armas al último agresor imperial.

No hay mejor fuente de conocimiento para tal contradicción que la confrontación entre las voces de los protagonistas de la controversia sobre el carácter de esta guerra. Así es como el ex diplomático y politólogo francés Michel Duclos ha organizado un ensayo coral en el que está perfectamente representado todo el variado y polémico paisaje intelectual de la geopolítica mundial, sin que propiamente falte ni una sola de las ideas de uno y de otro campo de la contienda, desde el atlantismo hasta el antioccidentalismo putinista.

En pocos lugares se puede encontrar juntas las variadas y polémicas respuestas a la pregunta sobre el comportamiento del denominado “Sur Global” durante la crisis bélica de Ucrania, añadiendo además algunas reflexiones sobre la evolución de las antiguas relaciones Norte-Sur, resucitadas ahora como si fueran, en el periclitado vocabulario maoísta, la contradicción principal que guía las alianzas en esta guerra. Aunque no falta ni un solo de los reproches al “Occidente colectivo” designado por Putin, el ensayo de presentación de Duclos, el de mayor nivel y amplitud de mirada, pone los puntos sobre las íes con suficiente distancia crítica, a la vez que demanda la reacción responsable por parte de los países occidentales.

La explicación más elemental de Duclos es clara: hay un “ethos” común “que une a los países del Sur y es esencialmente el resentimiento en relación a Occidente”. La actitud de estos países ante la invasión rusa no es por tanto únicamente una cuestión de intereses y de oportunismo diplomático, y mucho menos ideológica, sino un espejo de la desoccidentalización del mundo. El reproche antioccidental tiene su origen en el “rencor contra los antiguos países colonizadores” y se expresa en la denuncia del doble rasero utilizado por los países occidentales ante las guerras y los conflictos, empezando por Israel, siguiendo por las guerras olvidadas de África y culminando por el distinto trato proporcionado a los refugiados ucranianos respecto a los que llegan de países del sur. Sus dirigentes se sienten especialmente ofendidos “por la pretensión de los occidentales de imponer sus propias normas”, practicar la injerencia en derechos humanos y exigir la condicionalidad a la hora de los programas de ayuda.

Las campañas de vacunación con motivo de la crisis de la Covid-19 vinieron a colmar la imagen de un Occidente arrogante y egoísta que se desentendía de los países pobres, mientras otros países practicaban una eficaz diplomacia de las vacunas. También ha contribuido la creciente presencia económica, diplomática e incluso militar de China y de Rusia, o incluso de Turquía, en sustitución de las antiguas potencias coloniales o compitiendo con ellas y sin exigencias de adhesiones ideológicas o de acomodación de los sistemas políticos a los occidentales. Y ha pesado el cambio generacional, de forma que a ojos de las nuevas generaciones, a diferencia de las de sus padres y abuelos, los antiguos colonizadores han perdido cualquier rastro del prestigio del que gozaron todavía en la época de las independencias.

No es casualidad que el odio y el resentimiento hacia Occidente, ahora aprovechados por Putin, tengan raíces precisamente en el nativismo eslavófilo ruso y en la mitología construida por sus escritores e intelectuales sobre el ‘alma rusa, notablemente Fiodor Dostoievski, una genealogía en la que no entra el libro de Duclos, aunque fue perfectamente explicada hace ya dos décadas por Ian Buruma y Avishai Margalit  (‘Occidentalism. A Short History of Antiwesternism’). Este modelo, según ambos ensayistas, es el que “ha rendido servicio a los ataques morales de orden nacionalista o étnico lanzados contra el racionalismo occidental por generaciones sucesivas de intelectuales en India, China y en los países islámicos”. Una oscura sintonía entre esencialismos de todo bordo, derecha e izquierda, desde el indigenismo populista latinoamericano hasta el supremacismo de Narendra Modi, explica así la aversión de este ‘Sur Global’ hacia la causa ucraniana y la simpatía hacia el imperialismo antioccidental y eslavófilo del Rusky Mir o ‘mundo ruso’ putinista.

A pesar de las profundas raíces culturales de este alineamiento, estamos en un mundo fundamentalmente ‘transaccional’, en el que unas nuevas ‘potencias desinhibidas’ aparecen dispuestas a sacar el máximo provecho de la nueva multipolaridad. Ahora tratan de contentar a China, finalmente la potencia que patrocina sigilosamente la aventura rusa, pero su alineamiento final vendrá determinado por el resultado de la contienda y será sin duda al lado del vencedor. El autor cree que no habrá una salida limpia, ni saldrá victorioso ninguno de los dos campos. Todos deberán pagar los costes, que serán muy elevados, hasta el punto de que probablemente se profundizarán las actuales fracturas del mundo.

Según Duclos, esa Europa aparentemente unida y reforzada ha perdido “su aura de continente excepcional” que no había sido mancillado por la guerra y gozaba de una excepcional estabilidad. También ha aparecido una nueva grieta entre los países amenazados directamente  por Rusia y la Europa Occidental que ni siquiera creía en la amenaza. Francia y Alemania serán los socios más afectados por estos cambios, obligados a reinventar su lugar en Europa, al igual que Europa deberá repensar sus relaciones con Estados Unidos y con China. Esta última, en cambio, aprenderá de los errores cometidos por los occidentales y procederá a resolver pacíficamente la cuestión de Taiwán, aunque privilegiará “una estrategia de presiones crecientes, combinando períodos de coerción militar, embargos económicos y ahogamiento progresivo de la isla, evitando siempre la invasión propiamente dicha”.

Según su análisis, el paisaje es engañoso, con unas fuerzas ascendentes de la nueva multipolaridad aparentemente encabezadas por alguien incapaz de liderarlas, un impostor por tanto, como es el caso de Putin, sin buenas cartas para salir airoso del envite. La alianza occidental cuenta todavía con una oportunidad, puesto que se enfrenta con la necesidad de reconstruir sus relaciones con el mundo reticente del ‘Sur Global’. Para conseguirlo, debe antes restablecer el principio de no agresión, proceder a una reforma del Consejo de Seguridad que limite el derecho de veto y restablezca su autoridad; y recuperar la confianza de los países del sur especialmente en la financiación por el Norte para la adaptación al cambio climático.

Respecto al futuro orden mundial, advierte el autor del peligro de un directorio mundial compuesto por China, Estados Unidos, Rusia e India, que adquiera el carácter de un ‘nuevo Yalta’ y excluya del reparto de poder mundial a una Europa debilitada. Quizás quien mejor represente la improbable obviedad del ideal europeo sea precisamente la contribución británica del historiador y periodista Philip Stephens a este ensayo colectivo: “En este mundo complejo, desorganizado y controvertido, Occidente tiene ante todo el interés de restablecer la confianza de la opinión pública en sus instituciones democráticas de cara a dentro y, sobre la escena mundial, en defender con vigor un sistema internacional fundamentado en el Estado de derecho”.

Una primera y desprejuiciada mirada sobre la guerra de Ucrania suscita inmediatamente la inquietante paradoja del imperio anti imperialista. Es el caso, sin duda, de la Rusia de Putin, empeñada en una típica guerra propiamente colonial, decimonónica, continuadora del imperialismo zarista y del expansionismo estalinista.

La guerra de Ucrania es un momento de transición entre el mundo unipolar occidental y la multipolaridad desoccidentalizada. Este ensayo ofrece una primera y desprejuiciada mirada al orden mundial posterior a la guerra de Ucrania, donde las variadas y polémicas respuestas del Sur global coinciden en su distanciamiento de Occidente.

Duclos mantiene en su brillante ensayo que la guerra de Ucrania es un momento de transición entre el mundo unipolar occidental y la multipolaridad desoccidentalizada. Aunque los occidentales cuentan con las mejores cartas para salir airosos y mantener todavía su posición de fuerza, al menos provisionalmente, es creciente la debilidad de sus sistemas democráticos.  Según su visión, es una situación prácticamente pre-revolucionaria en el escenario internacional, equivalente al famoso momento gramsciano en que, entre lo viejo que todavía no ha muerto y lo nuevo que todavía no ha nacido, aparecen los monstruos. Sus voces son quizás las que más se oyen en este momento de transición y están perfectamente recogidas en los ensayos que componen este libro de apasionante lectura.