Ningún país simboliza mejor la recesión democrática mundial que India. La democracia india, muy improbable en el momento de su fundación, confundió a una legión de detractores al hacerse más estable durante sus primeras siete décadas de vida. La profundización democrática del país se produjo de manera formal, a través de la consolidación del gobierno civil sobre el militar y gracias a décadas de vibrante competencia multipartidista, y de manera informal, a través del fortalecimiento de las normas en torno a la independencia de la Comisión Electoral y la creciente participación de las mujeres y otros grupos sociales en la vida política formal.
India también ha sido testigo de dos declives democráticos significativos: el periodo de 21 meses entre junio de 1975 y marzo de 1977, conocido como la Emergencia, y un declive contemporáneo que comenzó con la elección de Narendra Modi en 2014. Durante el mandato de Modi, las principales instituciones democráticas han permanecido formalmente en su lugar, mientras que las normas y prácticas que sustentan la democracia se han deteriorado de manera sustancial. Este declive democrático informal en la India contemporánea contrasta vivamente con la Emergencia, cuando Indira Gandhi eliminó formalmente casi todas las instituciones democráticas: prohibió las elecciones, detuvo a la oposición política, destruyó las libertades civiles, amordazó a los medios de comunicación independientes y aprobó tres enmiendas constitucionales que socavaron el poder de los tribunales del país.
Sin embargo, las organizaciones dedicadas a vigilar la salud de la democracia coinciden en indicar que India se encuentra en algún punto oscuro entre la democracia plena y la autocracia plena. Aunque dichas organizaciones clasifican las democracias de forma diferente, todas etiquetan a la India actual como un “régimen híbrido”; es decir, ni una democracia plena ni una autocracia plena. Y esto es nuevo. En 2021, Freedom House…