La Unión Europea lanzó su iniciativa Global Gateway en diciembre de 2021, pero sus resultados aún no han estado a la altura de las expectativas que despertó. Si quiere competir con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, en inglés) de China, el Global Gateway debe ser audaz, ecológico, digital y ético. La alianza digital de la UE en América Latina y el Caribe (ALC) ofrece una oportunidad para que los recursos tengan un impacto verdaderamente transformador, objetivo declarado de la UE.
El 14 de marzo, la vicepresidenta de la Comisión Europea, Margrethe Vestager, y varios ministros de Telecomunicaciones de América Latina y el Caribe establecieron la Alianza Digital, una de las iniciativas de la Comisión Europea lanzadas en el marco del Global Gateway. La alianza se centrará en tres pilares: las inversiones en conectividad, destinadas a cerrar la brecha en el acceso a Internet entre la región y la UE, dentro de los países de la región y entre ellos; la ciberseguridad, donde a pesar de los grandes progresos realizados en la región siguen existiendo importantes lagunas que amenazan tanto a los ciudadanos como a las empresas y a los Estados; y los derechos digitales, un campo de enorme potencial, ya que ambas regiones comparten un enfoque de la transformación digital centrado en las personas.
El proyecto tiene enorme importancia estratégica y un gran potencial para la UE. La invasión rusa de Ucrania ha dado un nuevo relieve a la relación de la Unión con América Latina y el Caribe. La región comprende 33 países que son clave para sostener un orden multilateral basado en normas y cuyos votos han cortejado China y Rusia en la Asamblea General de las Naciones Unidas. También existen enormes oportunidades de inversión en los sectores verde y digital en América Latina y el Caribe, lo que la convierte en una región importante en la búsqueda de autonomía estratégica por parte de la Unión. Sin embargo, las relaciones entre las dos regiones han sufrido numerosos altibajos desde que los líderes hablaran por primera vez de una “asociación estratégica” en una cumbre UE-ALC celebrada en Río en 1999. En los últimos años, la crisis financiera en la UE, el desinterés de Estados Unidos por Latinoamérica y la pandemia del covid-19 han permitido a China y, en menor medida, a Rusia ampliar su presencia en la región. Mientras el comercio de la UE con ALC se duplicó entre 2008 y 2018, el de China se multiplicó por 10 gracias a su enfoque estratégico a través de la BRI, que se ha sumado a los ya importantes flujos de inversión extranjera directa y préstamos de China a la región.
La UE pretende revitalizar esta relación. Pero para que la asociación UE-ALC tenga éxito, es esencial que estos acuerdos y declaraciones políticas vayan acompañados de una agenda y un paquete de inversiones significativos, así como de una hoja de ruta clara para su aplicación. Hasta ahora, el acercamiento de la Unión a Latinoamérica se ha centrado en programas como el cable submarino Bella, que conecta Europa y la región, y el sistema de satélites Copérnico de observación de la Tierra, que, si bien son importantes, carecen de la envergadura necesaria para cambiar la percepción que se tiene de la UE. Por su parte, el Global Gateway está lejos de movilizar los 300.000 millones de euros en inversiones anunciados inicialmente, y los 3.500 millones de euros destinados a inversiones en América Latina son insuficientes para alterar el equilibrio estratégico en una región donde la inversión necesaria solo para conectividad se estima en 51.000 millones de dólares.
«La transición digital que la UE y los países latinoamericanos quieren impulsar podría ser el catalizador de un cambio de paso en las relaciones»
La transición digital que la UE y los países de la región quieren promover podría ser el catalizador de un cambio de paso en las relaciones. Pero para que esto sea factible, deben cumplirse ciertas condiciones. En primer lugar, para que el Global Gateway resulte atractivo para América Latina y el Caribe y compita eficazmente con la BRI china, debe reequilibrar su enfoque geográfico para prestar más atención a la región. Según los avances conocidos, el 60% de los proyectos se centrarian en África Subsahariana, el 20% en América Latina y otro 20% en Asia. Al mismo tiempo, debería centrar más sus esfuerzos en las iniciativas digitales: actualmente, las iniciativas energéticas y de transición ecológica representan el 80% de los proyectos, mientras que las iniciativas digitales apenas suponen el 15% (y las sociales el 5%).
Ademas, los proyectos identificados en el ámbito digital se centran casi exclusivamente en cuestiones de conectividad, como la financiación de inversiones en fibra, cable, satélite y 5G. Cerrar las brechas de conectividad es sin duda urgente, pero no suficiente. En la actualidad, más del 35% de los latinoamericanos no tiene acceso a una conexión fija a Internet de banda ancha, y el 20% no dispone de acceso móvil de banda ancha –el doble de la media de los países de la OCDE–, concentrándose en el quintil de ingresos más bajos y en las zonas rurales y remotas. Sin embargo, la agenda digital en 2023 debe ser de transformación, no solo de conectividad. Por tanto, debe incluir cuestiones como la ciberseguridad, la digitalización de las administraciones y los servicios públicos (incluidos la sanidad, la migración, la justicia y la fiscalidad), la formación y la educación en competencias clave, la regulación de la inteligencia artificial y la gobernanza de los datos. Junto con el despliegue de la 5G y la inversión en competencias digitales, técnicas y blandas, esto acercaría las necesidades de financiación de la región a los 300.000 millones de dólares, lo que equivale al 3% del PIB regional.
Para hacer frente a estos desequilibrios geográficos y temáticos, la región necesita, por tanto, un plan de inversión europeo más ambicioso. El Global Gateway prevé movilizar recursos financieros privados mediante la creación de mecanismos de cofinanciación de los bancos de desarrollo, en particular el Banco Europeo de Inversiones, CAF-Banco de Desarrollo de America Latina, el Banco Centroamericano de Integración Económica y el Banco Interamericano de Desarrollo. A pesar de las escasas previsiones actuales, debería ser posible movilizar la financiación necesaria. Al fin y al cabo, la UE es el primer inversor extranjero directo en América Latina, sus empresas de telecomunicaciones son actores globales, desempeña un papel pionero en la digitalización de la banca, los seguros, las infraestructuras, la energía, los servicios públicos, la industria, la agricultura y la minería, y posee capacidades de ciberseguridad y amenazas híbridas de primer orden. Se espera que el lanzamiento de la alianza digital vaya acompañado de un encuentro empresarial de las principales compañías euro-latinoamericanas, lo que, si se confirma a alto nivel, es una señal prometedora.
La agenda digital de la UE resulta atractiva para terceros en comparación con la BRI de China porque incluye componentes ecológicos, sociales y éticos, lo que la convierte en un aliado de la transición ecológica y no en un competidor. Muchas de sus iniciativas contribuyen tanto a los objetivos digitales como a los ecológicos, como el desarrollo del “internet de las cosas” para el diseño de ciudades inteligentes, el uso de big data y datos en la nube para controlar la temperatura de los océanos y la inteligencia artificial aplicada a la protección de la biodiversidad.
El enfoque europeo de la digitalización, basado en los derechos y centrado en las personas, también debería resultar atractivo para América Latina y el Caribe. La región está tratando de alinear su enfoque con el de la UE, con especial atención a las desigualdades sociales, de género y territoriales y a la inclusión, que no son prioridades chinas. El coste de estas desigualdades es enorme. Por ejemplo, alcanzar la plena paridad de género en América Latina ampliaría el PIB de la región en 2,6 billones de dólares, el equivalente a la economía de Brasil. Cerrar la brecha de acceso a Internet e invertir en capacitación contribuirá a reducir estas desigualdades en la región, especialmente entre las mujeres y en las zonas rurales, y ayudará a las generaciones más jóvenes.
El Global Gateway ha sido criticado por prometer demasiado y cumplir poco. La Alianza Digital ofrece una oportunidad para mostrar la valía del Global Gateway y demostrar que puede ofrecer una alternativa a la Ruta de la Seda Digital china.