La guerra de Rusia en Ucrania, la reunión de Vladímir Putin y Xi Jinping en Moscú el pasado marzo, y el aparente éxito de China en la mediación de un acercamiento diplomático entre Irán y Arabia Saudí han avivado el debate sobre las amenazas a la primacía mundial de Estados Unidos, y en particular a la del dólar estadounidense.
Encontré comentarios de este tipo en las respuestas a mi reciente artículo en el que evaluaba el futuro de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica). El grupo está considerando ahora una ampliación que incorporaría a países como Irán y Arabia Saudí, lo que plantea interrogantes sobre sus criterios de adhesión y el papel de su Nuevo Banco de Desarrollo. Pero ¿crearía realmente riesgos para el dólar un “BRICS-Plus” más grande e influyente?
Las amenazas al papel de la divisa hegemónica del sistema financiero mundial no son nada nuevo; han sido un fenómeno frecuente desde que comencé mi carrera en los años ochenta. Obviamente, si llega un momento en que EEUU deja de ser la mayor economía del mundo, el estatus del dólar se pondrá en entredicho. Lo mismo ocurrió con la libra esterlina en la primera mitad del siglo XX (aunque la libra no fue derribada de su posición mundial hasta mucho después de que Reino Unido hubiera sido superado económicamente).
El eclipse del dólar no sería necesariamente algo malo para Washington, dadas las responsabilidades añadidas que conlleva la emisión de la principal moneda de reserva del mundo. En una economía global en la que EEUU ya no fuese tan dominante como antes, no sería óptimo que todos los demás dependieran tanto del sistema monetario estadounidense y de las prioridades internas de la Reserva Federal. Otras economías preferirían que sus monedas nacionales, políticas monetarias y pautas comerciales no estuvieran ligadas a las de los estadounidenses.
Pero el hecho de que un grupo de potencias emergentes excluyentes de EEUU tenga mayores aspiraciones no significa necesariamente nada para el sistema financiero global. Al fin y al cabo, los BRICS y los potenciales países “BRICS-Plus” se enfrentan a muchos retos importantes por sí solos, y no está claro qué esperan conseguir juntos más allá de emitir declaraciones simbólicas. Un aspecto crucial es que las economías más importantes del grupo son China e India, enconados adversarios que rara vez cooperan en algo. Hasta que eso no cambie, es ilusorio pensar que los BRICS o incluso una agrupación ampliada puedan plantear algún desafío serio al dólar.
A menudo me desespera la falta de cooperación entre Pekín y Nueva Delhi, con diferencia, las capitales de los países más poblados del mundo. Si pudieran superar su animadversión histórica y desarrollar una ambiciosa agenda compartida para ampliar el comercio y abordar cuestiones como las amenazas para la salud y el cambio climático, la idea de un desafío impulsado por los BRICS al statu quo financiero y monetario se haría no sólo plausible, sino inminente.
Con este espíritu, China debería dar el primer paso invitando a India a contribuir a diseñar elementos de su emblemática Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). La materialización de la ambiciosa agenda de inversiones en infraestructuras transnacionales de la BRI en cooperación con India supondría una contribución mucho más poderosa y duradera para Asia y más allá. De lo contrario, la BRI seguirá siendo una iniciativa estrechamente china, dedicada principalmente a imponer sus preferencias nacionales a los demás.
La posible incorporación de Arabia Saudí e Irán viene acompañada de advertencias similares. Sí, incorporar a dos grandes productores de petróleo (además de Rusia) aumenta la probabilidad de que parte del petróleo se cotice en divisas distintas del dólar. Pero a menos que superar al dólar sea un objetivo explícito, genuinamente compartido y profundamente arraigado, tales cambios en la facturación solo serán emocionantes para los redactores especializados en finanzas. He perdido la cuenta de los argumentos que explican por qué el petróleo pronto podría cotizarse en una nueva moneda. Primero iba a ser el marco alemán, luego el yen, después el euro. Todavía sigue siendo el dólar.
Por último, y lo que es más importante, para que cualquier miembro del BRICS (o del “BRICS-Plus”) plantee un desafío estratégico al dólar, tendría que permitir –de hecho, animar– a los ahorradores e inversores extranjeros y nacionales a decidir por sí mismos cuándo comprar o vender activos denominados en su moneda. Eso significa que no habrá controles de capital del tipo que China ha desplegado rutinariamente. Hasta que los BRICS puedan encontrar una alternativa creíble al dólar para sus ahorros, el dominio del billete verde no estará realmente en duda.
© Project Syndicate, 2023. www.project-syndicate.org
La nota es válida, pero incompleta. Y es que solo se habla como si nada fuera a cambiar. ¿No saben que si el mundo continúa como está tarde o temprano terminará en una guerra mundial? O quien ha asegurado que después del invierno necesariamente llega la primavera? Estamos tan acostumbrados a que eso suceda, a vivir el presente, que creemos que todo evolucionará tal como lo queremos. Los que intuyen se darán cuenta que si todo continúa como está, la humanidad terminará en esclavitud. Por algo se escribió: Qué paz puede haber entre la hiena y el perro. ¿Qué paz entre el rico y el pobre?