Las fuerzas armadas del pequeño Estado de Ruanda se han desplegado en tres Estados africanos alejados de la región ruandesa de los Grandes Lagos para luchar contra insurgencias violentas. Las Fuerzas Ruandesas de Defensa (RDF, por sus siglas en inglés) combaten actualmente a grupos islamistas en la República Centroafricana (RCA), Mozambique y Benín. Para dar una idea de la magnitud de la contribución de Ruanda, podríamos poner como ejemplo a Liechtenstein, un país con una dimensión territorial limitada y sin acceso al mar, si hipotéticamente decidiera enviar a sus militares a proteger regímenes en Suecia, Montenegro o Irlanda.
Durante varios años, la RDF solo se desplegó como parte de misiones multilaterales de mantenimiento de la paz bajo los auspicios de la ONU, por ejemplo. Sin embargo, el envío de tropas ruandesas con carácter puramente bilateral comenzó en 2020 y supuso un cambio significativo respecto al anterior modus operandi de Kigali. En esencia, Ruanda es ahora quien decide cómo, cuándo y dónde combatir en otros países africanos, todo ello sobre la base de acuerdos bilaterales de líder a líder. En pocas palabras, el presidente de Ruanda, Paul Kagame, y la RDF parecen estar remodelando la provisión de seguridad y la gestión de conflictos a lo largo y ancho del África subsahariana: un ejemplo es el caso de Benín.
Desde hace más de un año, este Estado de África Occidental situado en el Golfo de Guinea es objeto de ataques de múltiples grupos yihadistas. Amenazan a uno de los Estados más estables y ricos de la región, así como a Costa de Marfil y Togo. Varios factores contribuyen a la propagación de las actividades yihadistas: En primer lugar, la presión ejercida por las fuerzas de seguridad multinacionales en Malí, Burkina Faso y Níger. En segundo lugar, los conflictos intestinos dentro del yihadismo entre grupos vagamente afiliados a Al Qaeda y a la Yihad Islámica, es decir, Jama’a Nusrat ul-Islam wa al-Muslimin y Estado Islámico en el Gran Sáhara, respectivamente. En tercer lugar, la porosidad de las fronteras entre Estados, gran parte de las cuales están cubiertas por enormes parques nacionales como el de W-Arly Pendjari. En cuarto lugar, las condiciones socioeconómicas inflamables, como la creciente discriminación de las comunidades nómadas fulani, exacerbada a su vez por el cambio climático. Quinto, la vecina Burkina Faso es cada vez más frágil e incapaz de combatir a los yihadistas debido a que ha sufrido dos golpes de Estado en menos de un año. Estas tendencias, en conjunto, afectarán cada vez más (y negativamente) tanto a la estabilidad interna de Benín como a la de sus vecinos del litoral de África Occidental.
En julio de 2022, el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Beninesas (Forces Armées Béninoises), el general Fructueux Gbaguidi, realizó una visita oficial a Kigali, la capital de Ruanda. El hecho de que visitara Kigali en lugar de París es digno de mención. En el pasado, los dirigentes de la región se dirigían a Francia, antigua potencia colonial, antes que a cualquier otro Estado africano para asuntos relacionados con la seguridad. Esta vez, sin embargo, Benín envió a su jefe de Estado Mayor a Ruanda para mantener conversaciones que, al parecer, se centraron en la amenaza yihadista de Benín y en cómo el ejército ruandés podría ayudar a Benín a contrarrestarla.
Poco después de la reunión de Kigali, un acuerdo bilateral entre ambos Estados abrió la puerta a un despliegue inicial de 350 efectivos de la RDF en Benín. Esto marcó otro hito en la provisión de seguridad en el África Subsahariana postcolonial. No solo supondría la primera misión de las RDF en África Occidental, sino que también demostraba el deseo y la preferencia de Benín por ponerse en contacto con otro Estado africano en busca de ayuda, en lugar de con una antigua potencia colonial o una organización intergubernamental como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental o la ONU.
Aunque es imposible predecir el futuro, la misión militar de Ruanda en Benín puede basarse en los éxitos anteriores de la RDF contra insurgentes violentos tanto en la RCA como en Mozambique. La decisión de Kagame de colaborar con los dirigentes de Benín para hacer frente a la amenaza existencial es, por tanto, uno más de los esfuerzos del presidente por remodelar la empañada imagen de su país tras el genocidio y poner en práctica el lema «soluciones africanas a problemas africanos». Para ello, Kagame ha puesto en marcha una sólida diplomacia de defensa y ha intentado convertirla en la pieza central del compromiso internacional y africano de Ruanda y reforzar la reputación del país.
Los múltiples despliegues extrarregionales de la RDF en la RCA, Mozambique y Benín son potencialmente revolucionarios, ya que pueden anunciar cambios significativos en la gestión de conflictos y la consolidación de la paz en el África subsahariana posterior a la independencia. No hay que subestimar el hecho de que un Estado pequeño, sin salida al mar y con pocos recursos haya llevado a cabo una política exterior tan arriesgada con sus fuerzas armadas. El uso que el presidente Kagame hace de la RDF para lo que él considera los intereses políticos, económicos y militares de Ruanda constituye, por tanto, un estudio de caso fascinante y prometedor de la diplomacia militar y la gestión de conflictos autóctonas de África.
Artículo originalmente publicado en inglés en la web de The International Spectator.