En tiempos de incertidumbre identitaria, sobre todo entre los jóvenes, es necesario salvaguardar el patrimonio e integrarlo en la vida moderna.
En Marruecos hay testimonios tangibles de la preservación de objetos, edificios y lugares de lo que actualmente llamamos patrimonio cultural material. La transmisión de conocimientos y de saber hacer del patrimonio inmaterial entre las comunidades y en el seno de las familias es más discreta. No obstante, este legado se recrea constantemente, de tal manera que adquiere el tinte de su tiempo en cada generación. A un nivel más modesto, hay objetos que se van legando a la familia, como cofres de madera, telas, juegos de té y joyas, entre muchos otros. Los libros encontraron, en las bibliotecas públicas y privadas de los sultanes, las zagüías y los ulemas, lugares de preservación y continuidad de la erudición de los sabios y de los conocimientos de los encuadernadores e ilustradores. Hay que reconocer, sin embargo, que los marroquíes no se preocuparon demasiado por conservar los testimonios materiales de sus sucesivas culturas y los de las culturas que han acogido o sufrido en su territorio. La mayoría de las veces, la utilidad y el valor material han pasado por delante de la función patrimonial y el valor simbólico.
El sentimiento de apropiación y de transmisión de bienes ‘patrimoniales’
La ambivalencia del sentimiento de apropiación y de transmisión entre los marroquíes parece dividida entre el apoyo y el saber, entre la materia y el espíritu. Puede verse desde tres ángulos. Una relación ambigua con los testimonios materiales de la historia y la cultura, recurriendo a ratos a la selección, al eclecticismo, al abandono o a la destrucción. En Marrakech, la transición de la dinastía de los Almorávides (siglos XI-XII) a la de los Almohades (XII-XIII) estuvo marcada, entre otros, por el…