La reacción de India a la invasión rusa de Ucrania ha dado lugar a numerosas especulaciones acerca de las razones por las que, tratándose de un país dotado de una Constitución democrática y comprometido con la legalidad internacional, ha preferido abstenerse de cualquier condena que identifique al gobierno de Vladímir Putin como agresor. La Unión Europea ha considerado esta posición desalentadora, en la medida en que, según considera la práctica totalidad de sus miembros, favorece a Moscú. Estados Unidos, por su parte, ha mantenido en las declaraciones oficiales un difícil equilibrio entre la evidente decepción y la necesidad de seguir contando con el apoyo de India en las iniciativas diplomáticas dirigidas a contener la influencia de China en la región del Indo-Pacífico. De ahí que, por ejemplo, Washington haya evitado hasta ahora imponer sanciones a India por la adquisición de misiles rusos o, también, haya elogiado la naturaleza democrática de su sistema político –según hizo recientemente el presidente, Joe Biden–, después de haber considerado como de “especial preocupación” la situación de las libertades y los derechos humanos en el país. Por consiguiente, interpretar correctamente las razones detrás de la posición de India, evitando esquematismos y errores de percepción en ambas direcciones, es una condición imprescindible para que la fractura internacional provocada por la guerra de Ucrania no se consolide, ni proyecte su potencial conflictivo en escenarios alejados en la geografía y en el tiempo.
Una de las ideas más repetidas en los medios de comunicación y las cancillerías es que India no puede tomar distancia de la invasión de Ucrania por su dependencia militar de Moscú. La realidad de partida es esa, sin duda. Pero, como simple dato, no adquiere su completo significado si no se interpreta a la luz de la política exterior de India y de los profundos…