La invasión de Ucrania por Rusia constituye una vulneración palmaria de la legalidad internacional, que ha sido justamente condenada por España, por la Unión Europea y por la gran mayoría de la comunidad internacional. He vivido 10 años en Rusia y 12 en China. Sigo ambos países desde hace 40 años. A partir de esta experiencia, voy a hacer algunas reflexiones.
En los dos años y medio que van de junio de 1989, con la victoria de Solidaridad en las elecciones polacas, y diciembre de 1991, en que se disolvió la Unión Soviética, el mapa geopolítico de Europa sufrió un movimiento tectónico que lo hizo irreconocible. A diferencia de lo que hicieran Nikita Jruschov en Hungría, en 1956, y Leónidas Breznev en Checoslovaquia, en 1968, Mijaíl Gorbachov no mandó los tanques a Polonia. Así se inició el proceso que condujo a la caída del muro de Berlín en 1989 y a la liquidación del orden establecido en Yalta al final de la Segunda Guerra Mundial.
Tampoco se opuso Gorbachov al desmembramiento de la URSS, con lo que Rusia perdió las conquistas hechas desde Pedro el Grande. Fue un vasto proceso de desistimiento. Occidente entiende las reivindicaciones actuales de Rusia sobre Ucrania como revisionismo del orden surgido en Europa a partir de diciembre de 1991. Rusia considera, por el contrario, que hay que retrotraerse al orden vigente en junio de 1989; es decir, al orden creado en Yalta. Lo cierto es que el enorme cambio del mapa geopolítico operado en esos dos años y medio no dio lugar a un acuerdo consensuado sobre el orden internacional resultante, a diferencia de lo hecho en el Congreso de Viena tras la derrota de Napoleón; en la Conferencia de Versalles tras la Primera Guerra Mundial; o en la serie de conferencias entre los principales…