En medio de la espiral de tensiones en el continente europeo, la rivalidad Este-Oeste vuelve a dominar los ciclos informativos. Como era de esperar, esto ha reavivado la retórica sobre los sistemas políticos y normativos que compiten entre sí, dando lugar a una riada informativa que contrasta el apoyo de la democracia occidental al “orden internacional basado en reglas” frente a una “alianza informal de autocracias” liderada por Rusia y China, que abrazan el poderío militar o el chantaje económico y político en “un intento de hacer que el mundo sea más seguro para la dictaduras”, como editorializaba recientemente The Washington Post.
Las narrativas que dividen el mundo entre las democracias amantes de la libertad y los derechos humanos y las autocracias revisionistas y represivas pueden haber servido a Occidente durante la guerra fría. Hoy día, sin embargo, están perdiendo con rapidez su atractivo e incluso pueden llegar a ser contraproducentes o peligrosas. Sencillamente, dicha retórica tiene cada vez menos credibilidad, erosionada por el doble rasero que exhiben una y otra vez Estados Unidos y ciertos aliados europeos con su adopción selectiva del Derecho Internacional o su apoyo a las resoluciones de Naciones Unidas.
Esta erosión de la credibilidad de Occidente es más evidente en Oriente Próximo y el norte de África. En ningún otro lugar los dobles raseros occidentales han hecho más daño al llamado orden internacional liberal y al sistema más amplio de la ONU que en el contexto del conflicto israelí-palestino. El histórico sesgo a favor de Israel por parte de Europa y EEUU –desde los tiempos del Mandato británico (y francés) en los años veinte hasta el triple veto de la administración de Joe Biden en el Consejo de Seguridad de la ONU para proteger a Israel de los llamamientos a un alto el fuego unilateral en mayo de 2021– demuestran cómo Washington y las principales capitales europeas han instrumentalizado los organismos multilaterales, impidiendo la acción cuando esta se consideraba contraria a los supuestos intereses estratégicos de Occidente.
El resultado es una pérdida de credibilidad y, en última instancia, de autoridad moral. Esto es cierto no solo para EEUU y sus aliados en Palestina, sino también –y más importante– para el sistema internacional, incluida la ONU y su papel como árbitro en cuestiones de paz y seguridad y la aplicabilidad universal del Derecho Internacional. Si EEUU y sus aliados pueden subvertir el trabajo de la ONU y sus agencias, vetando resoluciones e ignorando parámetros y recomendaciones legales internacionales, entonces otros Estados –incluidos Rusia y China– se sentirán menos limitados por esos mismos parámetros.
Occidente e Israel: un legado de impunidad
El conflicto árabe-israelí-palestino, que sigue sin resolverse, fue uno de los primeros en pasar a manos de los nuevos organismos creados tras la Segunda Guerra Mundial, encargados de resolver las crisis internacionales por medios legales y diplomáticos. Aunque el apoyo acrítico a Israel no es el único ejemplo de la doble moral occidental, Washington se ha esforzado por tener el control exclusivo de la diplomacia en torno al conflicto de Oriente Próximo, a expensas de las instituciones internacionales y de la ONU.
La postura de EEUU en el conflicto no tiene precedentes en su desprecio por las normas y reglas liberales internacionales. Desde la década de los noventa, los Estados miembros de la UE se han visto totalmente enfrascados en este “proceso de paz” dirigido por EEUU, convirtiéndose en cómplices de los esfuerzos por restringir la aplicabilidad del Derecho Internacional.
La protección de Israel frente a las críticas del Consejo de Seguridad –desde 1972, EEUU ha invocado al menos 53 veces su derecho de veto– es el ejemplo más evidente del sesgo de Washington. Esto ayuda a explicar por qué la ONU no ha logrado detener las violaciones israelíes del Derecho Internacional ni propiciar el cumplimiento del derecho a la autodeterminación de los palestinos. Otros ejemplos son el obstruccionismo de EEUU y de algunos Estados europeos con respecto a la solicitud de adhesión de Palestina a la ONU en 2011 o su admisión en 2015 a la Corte Penal Internacional (CPI).
En marzo de 2021, la CPI inició formalmente una investigación sobre supuestos crímenes de guerra cometidos desde 2014 en los Territorios Ocupados. Los gobiernos de EEUU y Europa se unieron a Israel en la denuncia del tribunal, ignorando una carta abierta firmada por más de 50 altos funcionarios donde se subrayaba que esta oposición “no puede tolerarse si nos tomamos en serio la promoción y defensa de la justicia a nivel mundial”.
«Al repetir el mantra de ‘negociaciones directas, sin condiciones previas’, los Estados europeos y EEUU ignoran de manera consciente la enorme asimetría de poder entre las partes»
Los esfuerzos palestinos por “internacionalizar” el conflicto –adherirse a organismos internacionales y buscar la aplicabilidad del Derecho Internacional– cuentan con la oposición habitual de EEUU y algunos Estados europeos, que los consideran acciones unilaterales que distraen de la necesidad fundamental de negociar con Israel. Sin embargo, los dirigentes israelíes han manifestado en repetidas ocasiones su oposición a la estatalidad de Palestina, continuando con la colonización ilegal de tierras palestinas e ideando medios para despojar a los palestinos de sus derechos individuales y colectivos, dentro de Israel y en los Territorios Ocupados.
Al repetir el mantra de “negociaciones directas, sin condiciones previas”, los Estados europeos y EEUU ignoran de manera consciente la enorme asimetría de poder entre las partes. Como resultado, se han convertido de facto en partes del conflicto, cómplices desde hace décadas de la negación de los derechos palestinos por parte de Israel. La profundización de la cooperación económica y militar con Israel es una prueba más de la duplicidad de la política occidental en el conflicto.
Existe una clara contradicción en la insistencia por parte de EEUU y Europa en que los palestinos adopten la resistencia pacífica, al tiempo que les cierren las vías legales disponibles para hacerlo. Este enfoque cínico es difícil de conciliar con el papel de Occidente como promotor del “orden internacional basado en normas”. También plantea serias dudas sobre el apoyo de Europa y EEUU a la solución de los dos Estados o a la igualdad de derechos entre israelíes y palestinos.
El apartheid israelí y la duplicidad occidental
El último ejemplo de la doble moral occidental se produjo a principios de febrero de este año, tras la publicación de un informe de Amnistía Internacional que reconoce formalmente el sistema de discriminación racial de Israel contra los palestinos como un crimen de apartheid según el Estatuto de Roma y la Convención sobre el Apartheid.
Haciéndose eco de las conclusiones de otros estudios elaborados por Human Rights Watch, la organización israelí de derechos humanos B’tselem y la organización palestina Al Haq, entre otras, el informe de Amnistía ayudará a normalizar el término en relación a Israel. El informe documenta además cómo las políticas oficiales de EEUU y Europa se han desviado de las normas establecidas, exponiendo la duplicidad de la política occidental hacia Israel en comparación con otros conflictos y crisis.
Como era de esperar, el informe de Amnistía, al igual que las investigaciones anteriores, ha sido condenado por Israel y por sus principales patrocinadores occidentales. Israel acusa a la organización de antisemitismo, acusación que repiten varias organizaciones dedicadas a Israel en EEUU y Europa. Otros gobiernos –entre ellos el estadounidense y el alemán– centraron su oposición en el término “apartheid”, mientras ignoraban deliberadamente el fondo de las conclusiones del informe, incluido su detallado análisis de la complicidad de Europa y EEUU en los crímenes israelíes.
La administración de Biden, que había hecho mucho hincapié en su promesa de elevar la defensa de los derechos humanos dentro de la política exterior de EEUU, tuvo más dificultades de lo habitual para explicar sus críticas al informe. Como señaló un periodista presente en la rueda de prensa de la Casa Blanca, esta oposición contrasta con la tendencia de EEUU a citar los informes de Amnistía Internacional o de Human Rights Watch como justificación para censurar a terceros países y actores, sobre todo cuando sus acciones son consideradas antagónicas a los intereses estadounidenses.
«La oposición al último informe de Amnistía contrasta con la tendencia de EEUU a citar los informes de dicha organización o de Human Rights Watch como justificación para censurar a terceros países y actores»
Sin embargo, las conclusiones del informe de Amnistía están plenamente fundamentadas. Al documentar la “política explícita” de mantener la “hegemonía demográfica judía” sobre los palestinos, tanto dentro de Israel como en los Territorios Ocupados, Amnistía Internacional se ha unido a cientos de académicos, investigadores y otras organizaciones de la sociedad civil para exponer cómo la “discriminación racial” y la “segregación” no son “repeticiones accidentales de delitos, sino parte de un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas”.
El informe ofrece una visión condenatoria de las diversas dimensiones de esa discriminación, con datos sobre “confiscaciones masivas de tierras y propiedades palestinas, asesinatos ilegales, traslados forzosos, drásticas restricciones de movimiento y la negación de la nacionalidad y la ciudadanía a los palestinos”. La conclusión es que “el Estado de Israel considera y trata a los palestinos como un grupo racial inferior no judío”, un enfoque que lleva a la acusación de apartheid, que constituye un crimen contra la humanidad.
El informe de Amnistía también condena la doble moral de los patrocinadores occidentales de Israel, señalando su complicidad en las violaciones israelíes, incluido el crimen de apartheid. Al subrayar cómo la comunidad internacional ha permitido “durante más de siete décadas” que Israel «desposea, segregue, oprima y domine a los palestinos” sin rendir cuentas, el informe también implica a los patrocinadores externos de Israel en el debilitamiento del “orden jurídico internacional”.
Esta advertencia debería desencadenar una nueva reflexión sobre las implicaciones del doble rasero occidental con Palestina –y en otros contextos– para el orden internacional más amplio y el sistema de la ONU. Sin embargo, una vez más ha prevalecido el alineamiento automático con Israel, con independencia del daño significativo que causa a la credibilidad, el poder blando y la autoridad moral de los gobiernos occidentales, incluidas las instituciones de la UE.
«La menguante credibilidad del sistema de la ONU y del principio de la aplicabilidad universal del Derecho Internacional volverán a perseguir a la UE y a EEUU, privándolos de autoridad moral en otros contextos»
En última instancia, no es solo Israel el que corre el riesgo de socavar su propia existencia mediante la aplicación de políticas miopes e ilegales con respecto a los palestinos. Es el sistema internacional más amplio de normas y principios jurídicos el que corre el riesgo de deshacerse debido a la continua doble moral de Occidente respecto al conflicto palestino-israelí. La menguante credibilidad del sistema de la ONU y del principio de la aplicabilidad universal del Derecho Internacional volverán a perseguir a la UE y a EEUU, privándolos de autoridad moral en otros contextos y erosionando aún más su influencia normativa, tanto dentro como fuera de sus territorios.
Si los gobiernos de EEUU y Europa se toman en serio su apoyo a los derechos humanos y al “orden internacional basado en normas” y desean extender dichas normas en otros contextos –incluida la reactivación de las tensiones con Rusia y China–, deberían prestar atención a la advertencia de Amnistía Internacional: “El apartheid no tiene cabida en nuestro mundo, y los Estados que decidan hacer concesiones a Israel se encontrarán en el lado equivocado de la historia”.
Es urgente reconocer el apartheid israelí y pedir responsabilidades y la aplicación del Derecho Internacional en el conflicto palestino-israelí. Todo lo que no sea esto solo contribuirá a la menguante credibilidad internacional de Occidente, a la complicidad directa de EEUU y Europa en la ocupación israelí y a la erosión del sistema de la ONU en general. Es poco probable que las repercusiones se limiten a Israel y a Palestina o a la región de Oriente Próximo y el norte de África, sino que también alcanzarán a las nuevas rivalidades estratégicas con Rusia y China, así como a la consolidación o erosión de los principios y las normas democráticas dentro de Europa y EEUU.
Artículo publicado originalmente en inglés en la web del Istituto Affari Internazionali (IAI).
No voy a rebatir argumentos y pueriles disparates, sino pergeñar una somera descripción de la escena: En el Medio Oriente coexisten-es un decir- hasta cuatro tipos de bloques, países o fuerzas, como queramos definirlos.
Está el bloque chiita, o influenciado por él, tales como Irán, Siria, Irak, Líbano, estrangulado por los terroristas de Hezbollah, que controla el país y tiene un ejército más poderoso que el ejército libanés, así como los hutíes en Yemen, armados y financiados por Teherán.
También en escena los Hermanos Musulmanes de Catar, incluso Turquía.
Tras ellos tenemos grupos radicales islámicos que intentan imponer mediante el terror califatos o emiratos regidos totalmente por la sharía, ley islámica, tales como ISIS, Al Qaeda, Hamás, Al-Makes, …
En último lugar tenemos los países sunitas no radicales que se han acercado o están en vía de acercarse a Occidente y, especialmente, a Israel. Sobresalen, como es sabido, Egipto, Arabia Saudita y los países que firmaron los “Acuerdos de Abraham”, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos.
Desde una perspectiva geopolíticamente, Irán es la principal amenaza para Israel, aunque es Hezbollah, el juguete de guerra de los canónigos iraníes en Líbano y Siria, con sus 150.000 cohetes que pueden cubrir la totalidad del territorio israelí, la más inmediata de sus amenazas. Israel que se ha transformado en una verdadera potencia económica, militar y tecnológica, se está dotando de nuevos amigos y aliados, en la región, como los sunitas moderados.
¿Por qué Amnistía Internacional percute una y otra vez contra la existencia misma del Estado de Israel? Existen varias razones por las que Amnistía Internacional critica a Israel, única democracia en la zona, de modo insensato y hasta visceral. Un informe, sea de la índole que sea y expuesto por quien quiera que sea el expositor, detallará sus conclusiones ideológicas y, aportará las “pruebas” que a su juicio justifiquen el desmán de considerar que los llamados palestinos deberían estar constituidos en Estado, que no debería existir un Estado con mayoría judía y que Israel viola las leyes internacionales. Las justificaciones son, a veces, surrealistas. Por ejemplo, que Israel hace apartheid hacia el 21% de la minoría árabe (todos ciudadanos israelíes). Hay jueces, políticos, militares, abogados, médicos, enfermeros, taxistas y figuras populares árabes-israelíes.
Sencillamente, Amnistía Internacional, AI, ha perdido todo su ropaje de credibilidad y no me sorprenderme la puerilidad de este último libelo, que ellos denominan informe.
En el campo de concentración de Buchenwald, un guardia nazi pregunta a un prisionero judío:
“Judío, ¿Quién tiene la culpa de esta guerra?”
El judío responde: “Los judíos y los ciclistas”
Asombrado el guardia nazi repregunta: “¿Por qué los ciclistas?”
“¿Y por qué los judíos?”, fue la respuesta.
Este chiste, que me contó en su día Jorge Semprún, se lo he narrado a mi vez a otro amigo, que me responde a través del correo privado:
Mi querido Haim:
El chiste que me contaste ayer me ha hecho pensar en el informe que Amnesty Internacional ha hecho público denunciando el “apartheid israelí”, dejando de lado el hecho que ese informe está plagado de mentiras dignas de Goebbels, y que:
Desde 1948 los países árabes mantienen a los palestinos en campamentos de refugiados, privados de todo derecho.
Desde 1948 a los palestinos se los tiene engañados con la promesa del “retorno”.
Desde 1948 unos dirigentes corruptos se han enriquecido obscenamente con el dinero de la ayuda internacional.
Desde 1948 a la juventud palestina se le muestra que el único camino es la violencia y el terrorismo.
Pero, sin embargo, en lugar de señalar a los verdaderos responsables de la miseria y el sufrimiento de los palestinos, se culpa a Israel de sus desgracias.
Ahora bien, veamos cual es la culpa de Israel: 200 mil palestinos tienen permisos de trabajo en Israel, reciben el mismo salario y los mismos beneficios sociales que un trabajador israelí; miles de palestinos se atienden en hospitales israelíes, incluidos gazatíes que reciben tratamientos de alta complejidad en el Hospital Soroka de Beer Sheba); Israel suministra electricidad, agua y gas tanto a la AP como a Gaza.
En cuanto a los árabes israelíes, son ciudadanos de pleno derecho (hay ministros, jueces, médicos, estudiantes en todas las universidades, diplomáticos, etc.), al igual que los drusos, los bahai, los circasianos, etc.
Que por ley Israel es el estado judío ya está en la Declaración de Independencia, con el agregado de democrático:
POR CONSIGUIENTE NOSOTROS, MIEMBROS DEL CONSEJO DEL PUEBLO, REPRESENTANTES DE LA COMUNIDAD JUDIA DE ERETZ ISRAEL Y DEL MOVIMIENTO SIONISTA, ESTAMOS REUNIDOS AQUI EN EL DIA DE LA TERMINACION DEL MANDATO BRITANICO SOBRE ERETZ ISRAEL Y, EN VIRTUD DE NUESTRO DERECHO NATURAL E HISTORICO Y BASADOS EN LA RESOLUCION DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS, PROCLAMAMOS EL ESTABLECIMIENTO DE UN ESTADO JUDIO EN ERETZ ISRAEL, QUE SERA CONOCIDO COMO EL ESTADO DE ISRAEL… promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
Y esa denominación de JUDÍO es lo que molesta al mundo islamista y, por ende, a la Amnesty Internacional.
No les Molesta que en Arabia Saudita esté prohibido rendir públicamente culto a otra religión que no sea el Islam.
No les molesta la denominación República Árabe de Egipto ni como son perseguidos los coptos.
No les molesta la República Islámica de Mauritania.
No les molesta la República Árabe de Siria, donde la masacre continúa.
Tampoco les molesta la República Islámica de Irán, gobernada por un régimen teocrático, opresor y represor, responsable de cientos de ejecuciones y perseguidor de minorías religiosas como los bahai.
No, nada de eso les molesta, por un simple motivo, NO PUEDEN ACUSAR A LOS JUDÍOS DE SER RESPONSABLES DE LA SITUACIÓN EN ESOS PAÍSES.
Ni pueden acusar a los judíos de la persecución a los uigures, ni de la ocupación del norte de Chipre, ni de ninguna de las masacres que actualmente ocurren en el mundo, ellos son los “ciclistas”.
Y lo más triste de todo es que esos “ciclistas” SI SON RESPONSABLES, y los judíos no.
Un abrazo.