La noción del tiempo no es la misma en Occidente que en China. El actual presidente de la potencia asiática, Xi Jinping, asumió el liderazgo del Partido Comunista Chino (PCCh) en noviembre de 2012 y el del país en marzo de 2013, pero es ahora cuando comienza de verdad una nueva era presidencial. La nueva era de Xi. En la resolución adoptada por la cúpula de la organización comunista este noviembre, en el sexto pleno de su comité central, Xi es designado como el timonel que debe conducir al país a ser una gran potencia.
El texto aprobado por los casi 400 miembros del comité central del partido trata de los principales logros y experiencias históricas del PCCh durante su siglo de existencia, pero una lectura más detallada revela que se trata menos de la historia y más de la etapa de Xi. Una interpretación que confirma el comunicado emitido tras la reunión, que insta al país a unirse al partido, con Xi al frente, para hacer realidad su visión de renacimiento nacional. Xi ve así allanado el camino para ser reelegido en otoño de 2022 y quizá para un cuarto mandato en 2027, a los 74 años.
La decisión adoptada por el comité central es de enorme calado, porque hasta ahora los comunistas chinos solo habían aprobado dos resoluciones históricas en sus 100 años de existencia. La primera, impulsada por Mao en 1945, tenía como objetivo establecer su autoridad; la segunda, orquestada por Deng Xiaoping en 1981, sirvió para repudiar el izquierdismo del Gran Timonel y abrir la puerta a las reformas que han convertido a China en la segunda potencia mundial. Ahora la tercera no trata de cortar lazos o aprender del pasado, sino mirar hacia el futuro y reforzar a Xi.
«Xi se ha granjeado las simpatías de la población con una campaña anticorrupción sin precedentes, la erradicación de la pobreza extrema y el fortalecimiento de la imagen exterior del país»
La resolución resalta los logros del nuevo timonel durante sus primeros nueve años al mando. Una etapa en la que Xi ha afirmado su poder y se ha granjeado las simpatías de la población con una campaña anticorrupción sin precedentes, la erradicación de la pobreza extrema y el fortalecimiento de la imagen exterior del país, sobre todo debido al empeoramiento de sus relaciones con Estados Unidos. Esta carta de presentación le ha permitido cimentar las bases para establecer un nuevo contrato social con los chinos basado en el objetivo de eliminar la creciente brecha entre ricos y pobres y alcanzar la “prosperidad común”, como no se cansa de proclamar Xi.
Acabar con la desigualdad social es la base de su proyecto para que China se convierta en una “nación socialista moderna” en 2035 y en una gran potencia fuerte y próspera en 2049, permitiendo al gigante asiático recuperar el protagonismo internacional que tuvo como Imperio del Centro. La resolución del comité central permite a Xi moldear a su gusto la política y la sociedad chinas durante los próximos lustros.
Los pasos de Xi en los últimos tiempos ya revelaban su voluntad de permanecer en el poder y pasar a los anales como el Gran Timonel de la China del siglo XXI. Primero, limpió el partido y lo unió en torno a su figura; después, implantó y fortaleció los controles del PCCh en todos los niveles de la sociedad china; en 2016 fue designado “núcleo” del partido, y en los dos años siguientes consiguió modificar tanto la constitución del PCCh como la del Estado para eliminar el límite de edad y de dos mandatos, estableciendo además su pensamiento como principio rector. Ahora, la resolución histórica implica una nueva vuelta de tuerca, con leyes que exigen más patriotismo y demostraciones de respeto al régimen como condiciones indispensables. Así, el texto aplaude la línea dura aplicada en Hong Kong y la creciente firmeza con Taiwán, subrayando que ambos casos son “problemas difíciles” y “logros deseados pero no logrados”. El comentario sugiere que se trata de objetivos que Xi no quiere dejar a las generaciones futuras y que cuenta con el apoyo unánime del PCCh para alcanzarlos.
«Xi cuenta con el apoyo unánime del PCCh para someter a Hong Kong y Taiwán, objetivos que el presidente no quiere dejar para generaciones futuras»
El comité central llama asimismo a realzar lo nacional y depender lo mínimo posible de Occidente. Esto supone un cambio de modelo, reflejado en la batería de medidas adoptadas por Pekín en los últimos meses, que van desde acotar el poder de los gigantes tecnológicos con el fin de recuperar el control sobre los “big data”, prohibir las tutorías con fines de lucro en materias escolares básicas o limitar el tiempo que los menores pueden jugar con videojuegos para no viciarse con costumbres occidentales. Por no hablar de los cortes de energía para cumplir con los objetivos medioambientales o la reclamación de donaciones millonarias a las grandes fortunas para reducir la desigualdad social.
Xi ha conseguido atribuirse el mérito de todos los avances de China en los últimos nueve años y verse coronado como el nuevo timonel del país. Queda por ver si es lo suficientemente hábil para conducir la nave china a buen puerto o la llevará a pique.
China al igual que la actual Rusia, perdieron posición geopolítica al término de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la Guerra Fría respectivamente, pero nunca dejaron de pensar como imperio, con la diferencia que China si se ha recuperado y expandido significativamente gracias a manejar su sistema de política interior por separado con su política económica pensamiento comunista pero con acciones propias que exige el libre mercado, en esto se quedó la Rusia de hoy, continúa en el aislamiento o de poca apertura en comparación a su principal aliado asiático. Ambos países desean recuperar su condición de «imperio»