La muerte el 5 de julio en la cárcel de Taloja (Mumbai) del jesuita Stanislaus Lourduswamy, quien a sus 84 años ha sido el acusado de terrorismo de mayor edad en India, fue una muestra más de la “guerra de dioses” que ha desatado el Bharatiya Janata Party (BJP), el partido hinduista del primer ministro, Narendra Modi, cuyo rostro está hoy omnipresente en los medios de comunicación, los carteles callejeros y hasta en los certificados de vacunación que entregan las autoridades sanitarias.
Stan Swamy, como llamaban todos al sacerdote nacido en Tamil Nadu en 1937, era discípulo de Helder Cámara, el obispo brasileño de Olinda y Recife al que conoció en Filipinas cuando estudiaba Teología y cuyas enseñanzas aplicó entre los adivasi, las comunidades rurales hindúes de India central.
Swamy había pedido varias veces su liberación porque sufría Parkinson. Un equipo de forenses digitales encontró que piratas informáticos, probablemente al servicio de la NIA, la unidad antiterrorista india, instalaron en su ordenador archivos con textos que supuestamente le vinculaban con los naxalistas, las guerrillas maoístas que operan desde los años sesenta en el “corredor rojo” que se extiende desde Andhra Pradesh a Bengala Occidental.
Tras su detención, en octubre de 2020, el jesuita grabó un video donde denunciaba la persecución de escritores, activistas y líderes sociales por disentir con las políticas sectarias del gobierno.
Los ruegos del Vaticano, la Compañía de Jesús y las conferencias episcopales asiáticas no sirvieron de nada: sobre Swamy cayó todo el peso de la ley de “prevención de actividades ilegales” de 1967, que hoy mantiene detenidas a 8.300 personas mientras esperan comparecer ante los jueces.
«Los ruegos del Vaticano, la Compañía de Jesús y las conferencias episcopales asiáticas no sirvieron para liberar a Stan Swamy y sobre él cayó todo el peso de la ley»
Con anterioridad a 2014, cuando fue elegido Modi, rara vez se aplicaba en casos como los de Natasha Narwal, activista feminista liberada en junio tras pasar un año en prisión acusada de “incitar el odio contra el gobierno”. Narwal denuncia que la ley presupone la culpabilidad de los acusados, no su inocencia.
Atropellar a un cachorro
Cuando fue gobernador de Gujarat (2001-14), Modi ya constató la utilidad política de las creencias religiosas de la mayoría hindú, 850 millones (80%) de los casi 1.400 millones de indios. El resto pertenece a una miríada de confesiones y tradiciones religiosas: musulmanes (200 millones), cristianos (27), sijs (22), budistas (8), además de judíos, parsis, jainitas…
Aunque el Tribunal Superior de Gujarat le absolvió en 2012, muchos siguen considerando a Modi el principal responsable de algunos hechos, sospechosamente encadenados, que en 2002 terminaron en disturbios donde murieron más de un millar de musulmanes.
En una entrevista en 2013, Modi dijo al respecto que se sentía “dolorido como cuando atropellas con el coche a un cachorro”. Durante la visita de Donald Trump en febrero de 2020, los barrios musulmanes de Nueva Delhi fueron arrasados por turbas en unos disturbios que provocaron un centenar de muertos, musulmanes, además de miles de heridos y detenidos.
Un orden en extinción
Los redactores de la Constitución de 1949 –entre ellos, B.R. Ambedkar, un dalit (intocable) converso al budismo– creían que el politeísmo hindú era compatible con el liberalismo y la protección de las minorías. Pero el secularismo del entonces primer ministro Jawaharlal Nehru y otros fundadores del Estado indio parece en vías de extinción ante el rodillo parlamentario del BJP, que en 2019 se hizo con 303 de los 543 escaños de la Lok Sabha, la cámara baja del Sansad (Parlamento). A escala nacional, logró el 44% del votos, ocho puntos más que en 2014.
En 1951-52, cuando el BJS, antecesor del BJP, se presentó por primera vez a unos comicios, apenas rozó el 3%. En 1984, cuando el BJP compareció en unas elecciones nacionales, obtuvo dos escaños en el Parlamento. En 2009 superó el 19% y en 2014 regresó al poder en Nueva Delhi, que en 2004 abandonó su anterior –y hasta entonces único– primer ministro, Atal Bihari Vajpayee. En 2019, el BJP atrajo al 52% de las castas altas, el 44% de las bajas y al 34% de los adivasi. En las áreas rurales vive el 70% de los indios, lo que muestra las hondas raíces de que los hindúes no son solo una mayoría religiosa sino la única nación legítima del Hindustán.
En sus versiones más radicales, la ideología hindutva postula crear un Ram Rajya, literalmente el reino de Rama, que propiciaría el regreso a la grandeza –espiritual, material y territorial– de India. En el nuevo orden, un Estado hinduista “indiviso” se extenderá desde Tíbet a Sri Lanka y desde Irán a Myanmar y donde la ciudadanía solo será un derecho para los hindúes.
De la teoría a la praxis
Las ideas políticas tienen consecuencias. En diciembre de 2019, el Congreso enmendó la Ley de ciudadanía para privar de la nacionalidad a casi cuatro millones de musulmanes de Assam, un Estado con un 30% de población musulmana, descendientes de refugiados bengalíes. Muchos de ellos se han convertido en apátridas, han sido expulsados a Bangladesh y sus casas y tierras vendidas a hindúes.
Según Yogi Adityanath, gobernador de Uttar Pradesh y líder de una orden monástica hindú, el Taj Majal –construido por el emperador mogol Shah Jahan como mausoleo para su esposa y que atrae a millones de turistas a su Estado– no refleja la “verdadera cultura india”. Mahesh Manjrekar, director de cine y ganador del premio nacional, ha anunciado que realizará una película sobre la vida de Nathuram Godse, el fanático hinduista que asesinó a Mohandas Gandhi en 1947.
La coalición ultraconservadora Sangh Parivar que llevó dos veces a Modi al poder en Gujarat y en Nueva Delhi, ha podido capear incluso la pandemia que, según datos oficiales, se ha cobrado la vida de 329.000 personas y perdido 15 millones de puestos de trabajo. En sus peores momentos, la crisis sanitaria hizo caer la popularidad de Modi al 37%, frente al 65% de junio de 2020.
La constelación del BJP
En torno al BJP gira una constelación de organizaciones moderadas como el Consejo Mundial Hindú pero también otras extremistas como Sangh Parivar, cuya Brigada Hanuman quemó en 1999 la iglesia del pastor protestante australiano Graham Staines en el Estado de Odisha.
Según los politólogos indios Rahul Verma y Pradeep Chhibber, el BJP cree que el secularismo es esencialmente una política de protección de las minorías étnicas y religiosas, pese a que el hinduismo en sí mismo abarca un amplio espectro de comunidades, ritos, creencias y lenguas.
Un 58% de los hindúes habla otras lenguas distintas al hindi, lengua materna de Modi, que tiene a sus pies a los influyentes canales de noticias, que funcionan, con pocas excepciones, como sus portavoces oficiosos. India está en el puesto 140 entre 180 países por su respeto a la libertad de prensa en las listas de Reporteros sin Fronteras, por detrás de Afganistán y Sudán del Sur.
La conversión de los Gandhi
Los votantes hindúes del secularista Partido del Congreso Nacional Indio, fundado por Nehru, han desertado en masa al BJP. Rajiv Gandhi, su nieto e hijo de Indira Gandhi, lanzó su campaña electoral de 1989 desde un templo de Rama en Ayodhya. Su hijo, Rahul Gandhi, actual líder del partido, peregrina en sus campañas al monte tibetano Kailash, donde según el hinduismo nació el dios Shiva, uno de los dioses de la trinidad hinduista, junto a Brahma y Vishnu. Aun así, en 2014 y 2019 el partido solo obtuvo el 10% de los escaños del Parlamento tras haberlo dominado casi de forma ininterrumpida durante 60 años.
Tiempos recios
En Uttar Pradesh, cuya población es similar a la de Rusia, se registraron en septiembre unas 30 agresiones contra la comunidad cristiana. Al menos 71 pastores protestantes y sacerdotes católicos han sido acusados de violar las estrictas leyes anticonversión. El 29 de agosto, una iglesia católica fue atacada en Chhattisgarh cuando se celebraba la misa dominical. Los integristas invadieron el templo al grito de “larga vida a Rama” y colocaron en los altares imágenes de dioses hindúes. Arun Pannalal, presidente del Foro Cristiano de Chhattisgarh, que reúne a medio millón de fieles, denuncia que los ataques están forzando a muchos cristianos a reconvertirse al hinduismo. Los hinduistas alegan, a su vez, que los pastores cristianos convierten a hindúes ofreciéndolos dinero, empleo o asistencia médica.
Bangladesh se contagia
Las persecuciones religiosas se han extendido a Bangladesh, que formó parte de India hasta 1947 y se separó de Pakistán en 1971. De sus casi 165 millones de habitantes, el 87% es musulmán y un 8% hindú.
Ambas comunidades se acusan de incitar a la violencia interétnica. Fotografías y videos, probablemente manipulados, de un Corán en las rodillas del dios hindú Hanuman generaron ataques contra una decena de templos hindúes en Cumilla, a 100 kilómetros de la capital, Dhaka.
En días sucesivos, la violencia se extendió a 64 distritos donde el gobierno desplegó fuerzas de seguridad, que no pudieron –o no quisieron– impedir ataques a unos 80 santuarios donde murieron más de 150 hindúes.