El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha zarandeado el tablero geoestratégico al impulsar una nueva alianza de seguridad con Australia y Reino Unido para la región del Indo-Pacífico, que sin duda alterará el futuro equilibrio de poder de Asia. Su decisión ha enojado a China, que se siente víctima del pacto, y ha puesto de los nervios a los países del Sureste asiático, poco interesados en tener que decantarse por Pekín o Washington o verse involucrados en una carrera armamentística.
Todo apuntaba a que, tras su precipitada salida de Afganistán, EEUU concentraría sus esfuerzos en contrarrestar los avances de China el Indo-Pacifico, tranquilizando así a sus aliados asiáticos. Ha sorprendido, sin embargo, la rapidez con que ha actuado la Casa Blanca y el calado del nuevo proyecto. La iniciativa, además, ha agrietado las relaciones transatlánticas, al ningunear a los aliados europeos y mantenerlos al margen de sus planes. Sin duda, el paso acabará influyendo en las discusiones del nuevo plan estratégico de la OTAN que debe aprobarse en la cumbre de Madrid en 2022.
La iniciativa AUKUS (del acrónimo en inglés de Australia, Reino Unido y EEUU) es una apuesta importante desde el punto de vista estratégico. Se trata de un ambicioso pacto de seguridad para compartir tecnología avanzada de defensa, desde inteligencia artificial a armas cuánticas, en una región que se ha convertido en el principal punto caliente del planeta, la zona económica más dinámica del mundo y por la que circula gran parte del comercio internacional. El AUKUS complementa al Diálogo Cuatripartito de Seguridad (QUAD), creado en 2007 por EEUU, India, Japón y Australia con el objetivo de promover un Indo-Pacífico libre, abierto, inclusivo, democrático y de libre mercado. Esto es, para contener los avances de China.
En ese sentido, la apuesta de Biden por Australia es lógica. Las relaciones entre Canberra y Pekín son pésimas y el país oceánico necesitaba un gesto de apoyo de EEUU –como el de la venta de submarinos de propulsión nuclear– para atemperar los ímpetus chinos. Y es que el diálogo entre China y Australia está bajo mínimos, sobre todo después de que Canberra impulsara una investigación internacional sobre el origen del Covid-19. Pekín reaccionó imponiendo aranceles a varias exportaciones australianas. Y el gobierno del conservador Scott Morrison respondió con el veto a dos proyectos vinculados a la nueva Ruta de la Seda y la revisión de la licitación por 99 años del puerto de Darwin a una empresa china, por considerar que podría afectar a la seguridad nacional, al albergar el puerto una importante base naval.
«En la mayoría de los países del Sureste asiático cunde la idea de que el AUKUS puede reducir las probabilidades de conflicto, pero también de que en caso de choque bélico, este sería mucho más devastador»
En la región, sin embargo, el anuncio de la nueva alianza estratégica ha creado sorpresa y desconcierto. En la mayoría de los países del Sureste asiático cunde la idea de que el AUKUS podría ayudar a disuadir una acción militar china y reducir las probabilidades de conflicto, pero también de que en caso de choque bélico, este sería mucho más devastador. Son conscientes de que existen suficientes puntos de fricción con China en la zona para que la chispa salte con cualquier roce, como las disputas marítimas y territoriales en el mar de China Meridional, Taiwán o los vínculos de Pekín con las comunidades de la diáspora china en el extranjero.
La mayoría de los países de la zona han mantenido hasta el momento una postura prudente y muy pocos han expresado su opinión públicamente. No obstante, todo induce a pensar que su respuesta al pacto estratégico sea ambivalente. Es lógico pensar que aquellos países que se hallan en una zona de conflicto potencial, como el mar de China Meridional, aplaudan la iniciativa del AUKUS, ya que interpretan que frenará cualquier aventurismo militar chino y por tanto los conflictos. Son los casos de Vietnam y Taiwán, pero también de Japón y probablemente Corea del Sur, que también ve con buenos ojos el reequilibrio regional.
Sin embargo, otros como Indonesia, Malasia e incluso Singapur recelan del AUKUS y lo han expresado con claridad. Temen que la adquisición de submarinos de propulsión nuclear por parte de Australia no sea más que un primer paso, al que siga la compra de armamento nuclear. Un horizonte que amenaza con convertir en estériles los esfuerzos que la Asociación de Naciones del Sureste Asiático desarrolla desde los años noventa por mantener la región como una zona de paz, libre de interferencias extranjeras y de armas nucleares. Muchos de sus miembros interpretan que con su alianza estratégica, EEUU, Australia y Reino Unido identifican el mar de China Meridional como un lugar clave en su contienda con China, alentando la carrera armamentística en la zona, ya espoleada por el continuado aumento del gasto militar por parte de Pekín, y el peligro consiguiente de conflicto.
En resumen, el AUKUS es probable que coseche pocas simpatías. Hay poca afinidad con EEUU en la región y todo indica que la nueva alianza reforzará la idea de que su compromiso con el Indo-Pacífico se limita al ámbito de la seguridad, en detrimento de otros retos –como el Covid-19 o el cambio climático– que preocupan más en la región. A esto se suma la distinta percepción que tienen los países del Sureste asiático y EEUU sobre qué amenaza supone China. En la región se teme un futuro hegemónico chino, pero el pulso entre democracia y autoritarismo que mantiene Washington con Pekín despierta muy poco entusiasmo. Una actitud que explica la indiferencia con que los países de la zona han acogido las acusaciones de “mentalidad de guerra fría” y de “percepción geopolítica de mente estrecha” vertidas por el gobierno chino contra la iniciativa estadounidense. Y es que en el Sureste asiático, hasta que no vean los submarinos nucleares no asumirán el AUKUS, y eso no sucederá hasta 2040.