La retirada de Estados Unidos de Afganistán sigue suscitando comentarios sin descanso, entre ellos los relacionados con el futuro papel de China en la región. A pesar de las predicciones de grandes beneficios geopolíticos, Pekín observa el regreso al poder de los talibanes con gran preocupación.
Una de las líneas de pensamiento sugiere que la retirada de EEUU de Afganistán permitirá a China entrar en escena y hacerse con los recursos minerales del país o negociar una asociación con los talibanes para convertir Afganistán en una parte vital de la Nueva Ruta de la Seda. En teoría, podría incluso animar a Pekín a “perseguir sus intereses en Taiwán” a corto plazo.
Este análisis es hiperbólico. Ignora tanto el historial de la relación china con los talibanes cuando controlaban la mayor parte de Afganistán en la década de los noventa como la jerarquía de intereses de Pekín en Asia Central. Los intereses defensivos de China –como garantizar que las amenazas a la seguridad de Afganistán no se extiendan a Xinjiang– siguen siendo preeminentes. Sus intereses más positivos, desde la inversión económica hasta el impulso de un mayor papel para la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), ocupan un lejano segundo lugar.
Muchos analistas ignoran estos factores en favor de la lente distorsionadora de la competencia estratégica entre EEUU y China. El director del Instituto Australiano de Política Estratégica, Peter Jennings, por ejemplo, afirma que la “actitud de Pekín ante lo ocurrido en Afganistán será probablemente de absoluto regocijo” y que el revés para la credibilidad de EEUU tendrá repercusiones en todo el Indo-Pacífico.
Es cierto que los funcionarios y los medios de comunicación chinos están expresando un indudable schadenfreude (alegría por las desgracias ajenas) por la “derrota” de EEUU en Afganistán. En una llamada telefónica con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, se refirió de forma poco disimulada al historial americano de intervenciones para derrocar regímenes, señalando que los acontecimientos en Afganistán “demostraban una vez más que un régimen no puede mantenerse sin el apoyo del pueblo”. El siempre patriotero Global Times afirmó que el fracaso de Washington en Afganistán contrasta la “arrogancia de EEUU para transformar otros países” con los “valores chinos de orden mundial y gobernanza”.
Esta retórica de apuntarse tantos sin embargo va acompañada de la cautela e incluso el temor de que China se implique demasiado en el país. Los intereses defensivos de China siguen ocupando el primer lugar en sus cálculos sobre Afganistán.
«Con independencia de quién gobierne Afganistán, el principal interés de China en el país es garantizar que Kabul continúe la lucha contra el terrorismo»
Qian Feng, de la Universidad de Tsinghua, señala el abanico de riesgos y oportunidades a los que se enfrenta China, desde las amenazas percibidas en Xinjiang hasta la posibilidad de “participar en la reconstrucción de Afganistán” y en el “gran juego” de las grandes potencias. Su valoración lleva el sello de la antigua jerarquía de intereses de Pekín. Con respecto a la amenaza sobre Xinjiang, Qian argumenta –en términos casi idénticos a los propugnados por China en la década de 1990– que “la agitación en Afganistán se extiende por el norte hacia los países de Asia Central, y por el sur hacia Pakistán y otros países, y luego hasta China”. Con independencia de quién gobierne Afganistán, el principal interés de China en el país es garantizar que Kabul continúe la lucha contra el terrorismo.
En cuanto a un emergente “gran juego” por la influencia en el país, Qian señala que la influencia de Washington en Afganistán disminuirá de manera significativa, dejando a China, India, Pakistán, Rusia y los Estados de Asia Central como actores importantes.
En el pasado reciente, China trató de utilizar la OCS para mediar en los intereses divergentes que este grupo de Estados tiene en Afganistán. Pero Pekín perdió la paciencia con la díscola OCS y ahora está sacando más partido a herramientas “minilaterales” como el Mecanismo Cuadrilateral de Cooperación y Coordinación con Tayikistán, Pakistán y Afganistán, y el grupo China+C5 (China y las repúblicas de Asia Central). Estos esfuerzos siguen centrados en proteger Xinjiang de cualquier contagio “terrorista” procedente de Afganistán.
Cónclaves más pequeños, como China+C5, permiten a Pekín fijar la agenda sin comprometerse con actores regionales como Rusia e India. También revelan con claridad la jerarquía de intereses de China. La declaración conjunta de la reunión China+C5 de mayo de 2021, por ejemplo, anunciaba una serie de nuevas iniciativas económicas y de infraestructuras, pero también subrayaba la cautela china respecto a Afganistán, hablando en términos vagos sobre el deseo de la agrupación de alcanzar una “solución política” al conflicto. En otras ocasiones, Wang ha hablado de ayudar a Afganistán a lograr un “aterrizaje suave”.
En resumen, a Pekín le sigue preocupando que Afganistán no se convierta de nuevo en una fuente de inestabilidad regional como lo fue en los noventa.
El resultado ideal para China sería que los talibanes tuvieran que llegar a un compromiso con otras fuerzas políticas del país en lugar de lograr una victoria absoluta. Por el momento, esto parece una esperanza perdida. Es probable que Pekín continúe con sus esfuerzos bilaterales y “minilaterales” con los Estados de Asia Central para mitigar cualquier desbordamiento de la inestabilidad. Los recientes ataques a ciudadanos y bienes chinos en Pakistán ponen de manifiesto que Pekín no puede permitirse que Afganistán se convierta en un refugio para grupos militantes que deseen atacarlo.
A corto plazo, China tiene razones muy claras para privilegiar sus intereses defensivos mientras traza un camino para lidiar con un Afganistán post-estadounidense y dominado por los talibanes.
Artículo publicado en inglés en el East Asia Forum.