Un skater se eleva sobre el logo olímpico de Tokyo 2020. JEFF PACHOUD/GETTY

De los ‘Juegos de la Recuperación’ a los de la incertidumbre

Japón confiaba en los Juegos Olímpicos de Tokio para recuperar su protagonismo como gran potencia internacional. El Covid-19 ha convertido el evento en una prueba de fuego para la supervivencia política de Suga.
Isidre Ambrós
 |  21 de julio de 2021

Cuando el 8 de julio los organizadores de los Juegos Olímpicos de Tokio, que se inauguran el 23 de julio, anunciaron que se celebrarían sin espectadores debido a la epidemia de Covid-19, muchos japoneses recordaron el comentario que el viceprimer ministro y responsable de Finanzas, Taro Aso, había hecho un año antes sobre el aplazamiento de este evento previsto para julio de 2020. “Es un problema que ocurre cada 40 años, es la maldición de los Juegos Olímpicos”, dijo entonces el responsable de la tercera economía del planeta.

Aso se refería a que en 1940 Japón tenía planeado albergar los Juegos Olímpicos, pero la Segunda Guerra Mundial lo impidió. Los juegos de Moscú de 1980 estuvieron marcados por el boicot de Occidente en respuesta a la invasión soviética de Afganistán. Y en 2020, Tokio se vio obligada a aplazar un año la celebración de los juegos a causa del coronavirus. El evento se celebrará ahora con las gradas vacías, con la consiguiente merma económica para el país. Una realidad que deja en el aire el éxito de estas Olimpiadas y cuestiona el futuro político del primer ministro, Yoshihide Suga.

En su día, el gobierno japonés apostó por Tokio como sede de los juegos del 2020 conscientes de que una cita olímpica es un importante instrumento de ganancia política, económica y de proyección internacional. Razón que explica que Shinzo Abe, el primer ministro más longevo del país, se empleará a fondo para lograr esa nominación olímpica desde que asumió el cargo en 2012.

El entonces primer ministro y líder del conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) había concebido la cita deportiva como los “Juegos de la Recuperación”. Su plan consistía en rememorar el éxito de los que organizó Tokio en 1964. Si aquellos juegos marcaron el retorno de Japón a la comunidad internacional tras las penurias de una larga posguerra, con los de 2020 pretendía subrayar el resurgimiento de la tercera economía mundial tras el triple desastre de 2011, cuando un fuerte terremoto desencadenó un tsunami que causo la catástrofe nuclear de Fukushima. La apuesta tenía asimismo como meta sacar el país del estancamiento económico en que se halla desde hace tres décadas y rescatarlo del peligro de convertirse en una nación de segundo nivel.

 

«Los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964 marcaron el retorno de Japón a la comunidad internacional tras las penurias de una larga posguerra; los de 2020 pretenden subrayar su resurgimiento tras el triple desastre de 2011»

 

Pero este cuento de la lechera de Abe terminó de manera abrupta debido al Covid-19 y los que debían ser los “Juegos de la Recuperación” se han convertido en los “Juegos de la Incertidumbre”. Muy a su pesar, Abe tuvo que asumir el aplazamiento de la cita olímpica a 2021 debido a la virulencia del coronavirus y, poco después, dimitir y abandonar la política activa debido a su mala salud.

A Abe le sucedió su mano derecha y jefe de gabinete, Suga, que aspira a llevar a la práctica los planes de su predecesor y erigirse como nuevo líder del poderoso PLD. Sin embargo, el aumento de casos de coronavirus, que en Japón superan los 835.000 contagiados y casi 15.000 fallecidos, y unos Juegos Olímpicos profundamente impopulares, rechazados por cerca de la mitad de la población, sitúan en la cuerda floja al actual primer ministro, que en septiembre podría pasar a engrosar la larga lista de líderes nipones cuyo mandato no superó el año.

Y es que cada día se le oscurece más el horizonte al premier japonés. Carente de una facción política que le apoye dentro del PLD, Suga ha visto como su popularidad ha caído al 30%, desde el 70% con que asumió el cargo, y ve peligrar su jefatura en la formación conservadora, que en septiembre debe elegir nuevo líder y candidato a las elecciones legislativas.

Se trata de una realidad con la que Suga se ha encontrado tras observar cómo se le han torcido todos los planes. Su proyecto consistía en vacunar a la población contra el Covid-19 lo más rápido posible, organizar unos juegos exitosos que levantaran el optimismo nacional y reanimaran la economía y convocar elecciones en otoño para consolidar su liderazgo y su control sobre el PLD. Pero el coronavirus ha echado al traste toda su estrategia y ha lastrado aún más la economía japonesa, pendiente de importantes reformas estructurales, como la financiación de las pensiones o la digitalización de la administración pública.

 

«El Covid-19 ha lastrado aún más la economía japonesa, pendiente de importantes reformas estructurales, como la financiación de las pensiones o la digitalización de la administración pública»

 

Los japoneses, en definitiva, no están contentos con la gestión de Suga. La epidemia no cede y el ritmo de vacunación va muy lento (solo el 19% de la población tiene la pauta completa). La situación ha llevado al gobierno a adelantar el cierre de bares y restaurantes y a prohibirles vender alcohol, así como a decretar el cuarto estado de emergencia en Tokio y otras prefecturas hasta el 22 de agosto. La disposición implica dejar sin espectadores los juegos de Tokio, lo que se estima que supondrá unas pérdidas de 9.000 millones de euros y la destrucción de 55.000 empleos. Datos que contribuyen a generar aún más pesimismo sobre la marcha de la economía nipona.

El problema para Suga es que a este descredito social se suma la desconfianza de su partido, cuyos líderes lo consideran incapaz de ganar unas elecciones. En abril, el PLD perdió tres comicios parlamentarios parciales y este mes tampoco logró hacerse con la mayoría en las elecciones a la asamblea de Tokio, un referente de cara a las legislativas. Estos resultados han impulsado a la cúpula del PLD a plantearse su reemplazo por un líder más carismático.

Sin embargo, el primer ministro tiene a su favor que, a las puertas de los Juegos Olímpicos, ningún peso pesado del PLD ha pedido públicamente su cabeza, ni tampoco los poderosos grupos de presión empresariales dan señales de descontento con su gestión. El panorama sugiere que el futuro de Suga dependerá de la repercusión que tengan estos juegos en la economía del país y la euforia que despierten los éxitos de los atletas japoneses. Una incertidumbre que no se despejará hasta que se arríe la bandera de los Juegos Paralímpicos el 5 de septiembre.

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