A menudo fuera del foco mediático, Mozambique ocupa de forma sistemática las últimas posiciones, tanto en términos económicos –con un PIB per cápita de apenas 500 dólares, un 46% de sus 30 millones de habitantes por debajo de la línea de pobreza y una deuda externa que equivale al 106% del PIB– como en relación a su nivel de desarrollo humano –ocupa el puesto 181 del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Si ahora empieza a recibir atención internacional no es por ningún cambio sustancial en la esfera política o económica, incluso a pesar del descubrimiento de importantes yacimientos de gas desde hace una década, sino por la creciente percepción de inseguridad, derivada del activismo violento del grupo yihadista Al Shabab, especialmente intenso en Cabo Delgado.
Desde octubre de 2017, el grupo Ahlu Sunna wa Jama (ASWJ), más conocido como Al Shabaab, aunque sin conexión con su homónimo somalí, ha cobrado un inquietante protagonismo en la provincia norteña de Cabo Delgado (la menos desarrollada de las 11 que forman Mozambique, junto con Nampula y Niassa). Una zona de mayoría musulmana, potencialmente rica gracias a los citados yacimientos submarinos de gas, pero tradicionalmente marginada desde Maputo. Esa marginación y la…