POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 200

Un manifestante sostiene una hogaza de pan con el lema “Vete” contra el gobierno de Ali Abdullah Saleh (Universidad de Saná, Yemen, 26 de febrero de 2011). AHMAD GHARABLI/AFP/GETTY

Nueva complejidad, viejos problemas

Derrotadas, volteadas o ensangrentadas, los árabes puede encontrar en las revoluciones de 2011 un asidero simbólico, antes inexistente, del que depende cualquier futuro cambio.
Santiago Alba Rico
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Situémonos por un momento en dos puntos de la región llamada MENA (Oriente Próximo y Norte de África, por sus siglas en inglés): Yemen y Libia. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno estadounidense de Joe Biden ha sido desmarcarse de la política de Donald Trump y anunciar la retirada de su apoyo a la intervención saudí en Yemen. Este país, uno de los más pobres del planeta, vive desde 2014 una guerra civil, agravada a partir de marzo de 2015 por la intervención militar del Consejo del Golfo o, más concretamente, de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU). Tras decenas de miles de muertos, con una población civil devastada por los bombardeos, las enfermedades y el hambre, la decisión de Biden es inseparable de otra casi simultánea: la revisión de la política trumpista en relación con Irán. Recientemente, en efecto, Estados Unidos ha aceptado reiniciar, a través de la Unión Europea, las negociaciones sobre el programa nuclear iraní interrumpidas por el anterior inquilino de la Casa Blanca.

No se puede entender la guerra de Yemen, ni la mayor parte de los conflictos en Oriente Próximo (Siria, Irak, Líbano), si no se inscriben en la “guerra fría” que enfrenta a Arabia Saudí con Irán. Recordemos que la intervención militar de 2015 se justificó por el presunto apoyo que Teherán habría prestado a los huzíes, seguidores de una rama minoritaria del chiismo, en el intento de derrocar al presidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, impuesto por los saudíes. En una región del mundo que, desde la invasión de Irak en 2003, ha visto disminuir en picado la influencia estadounidense, Trump asumió con fervor infantil la “independencia” geopolítica de la teocracia saudí, a la que dio alas, de manera impúdica, tras la tortura y asesinato del periodista Jamal Kashoggi en octubre…

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