La firma reciente de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, en sus siglas en inglés) ha vuelto a poner encima de la mesa el debate sobre la globalización y el multilateralismo, en unos momentos en los que ambos conceptos están cuestionados o en crisis.
El RCEP es un acuerdo ambicioso, dadas las enormes diferencias internas entre sus firmantes, que incluye la promoción del libre comercio de bienes y servicios, avances en la liberalización de inversiones, homogeneización de normas de competencia y regulaciones públicas, cooperación científica y técnica, regulación de la propiedad intelectual (aspecto muy relevante, dado el tradicional incumplimiento por parte de China) e incluso mecanismos de regulación de disputas. Es cierto que no crea –lo que sería propio de un tratado– estructuras institucionales propias, aunque sí mecanismos de coordinación en el ámbito intergubernamental.
La trascendencia del mismo, sin embargo, va más allá de lo acordado. Tiene un enorme significado geopolítico. Impulsado por la propia China (y la imprescindible cooperación de Japón), refleja la voluntad de los países asiáticos y del Pacífico de establecer ámbitos multilaterales, más allá de los intereses occidentales y de la disputa por la hegemonía global entre Estados Unidos y China. El acuerdo incluye a los 10 países de ASEAN más China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. India se descolgó de la firma en el último momento, temerosa de una invasión de productos chinos en su mercado. Pero, probablemente, Nueva Delhi tenga otra razón estrictamente política.
India va avanzando rápidamente en la voluntad de contener el expansionismo chino y considera que, difícilmente, se puede hacer sin EEUU, todavía omnipresente en la región. Algo que debería incidir también en Japón o Australia (ahora en pésimas relaciones con el gigante asiático). Sin embargo, estos países consideran que es mejor tener a China dentro y que, en un marco multilateral, atienda normas comunes. Además, puede pensarse (un tanto ingenuamente) que una mayor cooperación económica puede reducir la tensión en los mares del Sur y el Este de China, y amortiguar sus cada vez más agresivas reclamaciones territoriales.
En cualquier caso, es un paso más en estrategias que asumen el repliegue de EEUU y que ahora, con Joseph Biden en la presidencia, podrían quizá reconsiderarse. El hito multilateral anterior fue la firma, con el impulso fundamental de Japón, del Tratado Transpacífico, al margen de EEUU, tras la no ratificación ordenada por Donald Trump.
Tal tratado –rebautizado como Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífica, CPTTP, en inglés– incluye también a Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, a cuatro países de ASEAN (Singapur, Brunei, Malasia y Vietnam), además de Canadá, Chile, México y Perú, en el continente americano.
La novedad es que Xi Jinping ha planteado abiertamente la voluntad de China de incorporarse también al CPTTP. Algo casi tan sorprendente como cuando se autoerigió en paladín del libre comercio y el multilateralismo en el Foro de Davos en 2017, como llamativo contraste a la política proteccionista y unilateralista de la administración Trump, que acababa de comenzar entonces su mandato.
El RCEP es otro paso en su estrategia de ir marginando a EEUU del continente asiático, algo que vio con claridad Barack Obama y que Trump despreció. EEUU tiene como máxima prioridad estratégica la contención de China, y ello supone mantener claramente su presencia en el Indo-Pacífico (que incluye la protección de Taiwán). De ahí los avances hacia una incipiente alianza indo-pacífica con India, Corea del Sur, Japón, Australia y Nueva Zelanda. Y esto no va a cambiar con Biden. Es más, podría hacer plantearse su vuelta a los esquemas multilaterales y, en particular, la recuperación del TPP. Es cierto que Biden no ha ocultado su agenda proteccionista y va a tenerlo muy difícil para encajar las diferentes piezas.
El RCEP no es un tratado, sino mucho más que un acuerdo de asociación. Por ello, la reformulación de la política exterior estadounidense en la región se hace cada vez más indispensable. De otro modo, la aplicación en Asia de la doctrina Monroe (Asia para los asiáticos) por parte de China continuará imparable.
En realidad, parece que este Acuerdo de Asociación fue iniciativa en 2012 de la ASEAN, concretamente de Indonesia: la ASEAN no quería perder su centralidad en Asia frente al TTP, promovido por Estados Unidos. Si ahora ha sido China quien lo ha impulsado, conforme a su estrategia del juego del Go (ir ocupando espacios que quedan libres), tal vez sea para ser un «primus inter pares» entre los firmantes del Acuerdo, pese a que, como dice el artículo, los demás países firmantes quizás hayan pensado que es mejor tener a China dentro para controlarla utilizando un mecanismo de inserción institucional (en este caso el Acuerdo).
Esa idea del primus inter pares podría corresponder al concepto de tiānxià, que, según algunos analistas, podría estar guiando en cierta medida la política exterior de Xi Jinping y de las élites chinas. Ese concepto procede de la China imperial: tiānxià significa «bajo el Cielo» (en chino -alfabeto pinying-, «tiān» significa cielo y «xià» abajo) y se refiere al mandato del Cielo que recibían los emperadores chinos (algo similar a los antiguos monarcas europeos, que eran reyes por la gracia de Dios) para gobernar el mundo según un sistema jerarquizado en círculos: en el círculo central, China (de ahí la denominación de China como «imperio del centro» – middle kingdom, empire du milieu-), en el segundo círculo los países «bárbaros» vasallos, que pagaban un tributo a China (y que actualmente podrían ser los países sobre los que China desea ejercer su hegemonía regional), y en el tercer círculo los países bárbaros no vasallos (que no aceptan el vasallaje, como pasó durante las guerras del opio del siglo XIX y que China percibe como el siglo de las humillaciones).
En mi opinión, el gran problema es que, en esa concepción imperial de tiānxià, China no solo se consideraba el centro del mundo, sino la única civilización del mundo, lo cual China podría estar trasladando a la época actual al pensar que su sistema de gobierno y de su sistema social y cultural son superiores a cualquier otro.