A pesar de muy relevantes episodios en el Pacífico, como las guerras de Corea o de Vietnam, el ámbito natural de confrontación en el mundo bipolar nacido del final de la Segunda Guerra Mundial se situaba en una Europa dividida por el Telón de Acero y el muro de Berlín. Frente a la amenaza soviética, el vínculo atlántico entre Estados Unidos y Europa occidental (concretado, aunque no solo, en la Alianza Atlántica) constituyó el eje básico de la defensa del mundo occidental.
Bajo el liderazgo de EEUU, Europa occidental cedió parte de su soberanía en seguridad y defensa, y se convirtió en su aliado principal. El Atlántico era el espacio de solidaridad y de defensa de los valores de Occidente. Todo ello cambió con la caída del muro de Berlín, en 1989, y la victoria sobre una Unión Soviética que, al poco, colapsaría como proyecto político.
Sin embargo, al mismo tiempo se fue desencadenando un proceso que aleja el centro de gravedad del propio Atlántico y lo va desplazando hacia el Pacífico. Quien esto suscribe, hace ya muchos años defendió que se iba acercando al estrecho de Malaca, en la conjunción entre el Pacífico y el Índico.
Tal proceso, alimentado por el auge espectacular de China y su objetivo –crecientemente explícito– de convertirse en la mayor potencia del mundo a mediados del presente siglo, se está acelerando en los últimos tiempos, convirtiendo en obsoleta la concepción de Asia-Pacífico como región geopolítica.
El futuro del mundo se está concentrando en el Indo-Pacífico. No solo por la evidente relevancia estratégica de Malaca, sino por el pivote asiático de EEUU (anticipado ya por el presidente Barack Obama) y su actual consenso interno sobre la necesidad de contener el expansionismo chino en el sureste asiático y los mares que lo circundan, tanto al Este como al Oeste de Malaca.
En el Este y hacia el Norte, con las reclamaciones territoriales cada vez más agresivas (y con su deriva militar) de China en el mar del Sur o en el del Este, y que la enfrentan con Japón, Vietnam, Filipinas, Taiwán o, incluso, en menor medida, con Malasia. Especial atención merece la escalada, de momento verbal, pero acompañada ya de movimientos militares, por parte de China sobre Taiwán, en la perspectiva de la, para ellos, inevitable reunificación, hoy rechazada por una mayoría de taiwaneses, y que han depositado su independencia y su sistema político y económico en manos de la protección de Washington.
No es muy aventurado vaticinar que veremos, más pronto que tarde, episodios de tensión que intenten consolidar posiciones de cara al futuro en el Indo-Pacífico. Y nunca pueden destacarse errores o malas interpretaciones que den lugar a una escalada peligrosa.
En este contexto, la lucha por el Sureste Asiático afecta a China y EEUU, pero también a Japón, Corea, Australia y Nueva Zelanda y, de manera creciente, a India. Acaban de firmarse acuerdos de colaboración militar entre Nueva Delhi y Washington, que se unen a los ya existentes entre India y Japón (con maniobras militares conjuntas en el Índico).
La iniciativa japonesa de Free and Open Indo-Pacific (un Indo-Pacífico libre y abierto) se plantea como la puesta en común de valores compartidos entre Japón, Australia, Nueva Zelanda o India, pero es vista, no sin razón, por China como un claro intento de crear un “cordón sanitario” que facilite la contención de su expansionismo en toda la región. Y ello solo es posible si se incorpora a ese objetivo EEUU.
A medida que se va diluyendo el vínculo atlántico (y se debilita la Alianza) iremos viendo como se constituye un vínculo (y quizá una alianza formal en el futuro) en el Indo-Pacífico. El teatro del conflicto ya no es el de la segunda mitad del siglo XX. Estamos hablando de cómo se va a determinar el conflicto en esta primera mitad del siglo XXI.
Excelente artículo. Las denominaciones geográficas son un indicador muy valioso para el análisis geopolítico. Efectivamente, la denominación «Indopacífico» surge de una iniciativa geopolítica japonesa. Esta iniciativa, anunciada en 2016, es una respuesta a la iniciativa china de la ruta de la seda (BRI – Belt and Road Initiative -), anunciada por Xi Jinping en 2013, y su objetivo es claramente la contención («containment») de China en su eje sur y oriental. En cierto modo, China es un país relativamente enclavado, ya que tiene al este a Japón y al sur a la India, dos países con los que tiene relaciones difíciles. Por ello, en el diseño de la BRI, China deja de lado a la India.
La iniciativa china BRI es un intento chino de proyectar su potencia terrestre (land power) hacia el oeste, afirmando su presencia en el «heart land» de Mackinder, y, al mismo tiempo, de desarrollarse como potencia marítima (sea power) y desafiar a la potencia marítima por excelencia: Estados Unidos. A diferencia de Estados Unidos, China no tiene una salida abierta clara al mar, de ahí los conflictos en el mar de China meridional y el mar de China oriental. Como sugiere el artículo de Josep Piqué, el conflicto futuro se sitúa en la zona intermedia entre el «heart land» y el océano, zona que Spykman llamaba «rimland». Lo que ahí se dirime es más que una hegemonía regional: es una lucha por la hegemonía mundial.
No creo que China consiga su objetivo de hegemonía. Se viene pronosticando desde hace décadas la decadencia de Estados Unidos y el desplazamiento de la potencia del Atlántico al Pacífico. Esos pronósticos han sido erróneos. Pienso que lo que ha habido, y seguirá habiendo, es un reequilibrio de fuerzas. A pesar de sus problemas internos, Estados Unidos es más fuerte de lo que muchos piensan. Y Europa también lo es.
El tema clave, pasa creo yo, por la redefinición de las estrategias de desarrollo y equilibrio político del imperio de Occidente. Ese es un tema esencial para evaluar en que medida podrá EEUU plantear un apoyo real a los países asiáticos que rodean y entorpecen el expansionismo Chino. En el mientras tanto China segurá reafirmándose como la potencia emergente del siglo XXl. Otro aspecto es en que medida los EEUU logran reestablecer una sólida alianza con Europa Occidental, cuya unidad requiere de importantes ajustes para su consolidación. Dicho de otra manera si una parte de Europa Occidental (MCE) se consolida y se define una estrecha alianza con los EEUU el panorama mundial tomaría otras perspectivas. Claro he planteado requisitos esenciales para esta proyección.
Eduardo Dalmasso
Editor del Blog Miradas Políticas y otros enfoques)