El gobierno japonés ha declarado que la crisis comenzada en los últimos años de la década de los 90 ha tocado fondo y que su economía se encuentra en una fase de moderada pero firme reactivación. Aunque se espera que el PIB crezca este año a una tasa cercana al 1,5%, todos reconocen la urgencia de emprender importantes reformas estructurales en el país que fue modelo de desarrollo económico en los años 70 y 80. Por el momento, la profunda crisis ha impedido llevar a cabo dicha transformación y el sistema fiscal y financiero, la educación y la filosofía política y empresarial ya no proporcionan el círculo virtuoso del que Japón disfrutó desde el fin de la Segunda Guerra mundial.
Tras un periodo de crecimiento medio favorable de un 4%, durante la década de los 80, Japón entró, a partir de 1992, en una fase recesiva con unos crecimientos muy bajos (1%, 0,3%, 0,6%, 1,5% durante 1992, 1993, 1994 y 1995, respectivamente). Aunque en 1996 creció al 3,9%, la economía japonesa volvió a desacelerarse para registrar una tasa inferior al 1% en 1997 (0,9%). La previsión a medio y largo plazo sería que la economía japonesa se recuperaría, pero sólo de manera modesta: del 2-3%, como cifras más optimistas, puesto que las causas de esta dilatada recesión no son sólo de carácter coyuntural (atonía de la demanda, etcétera), sino también de carácter estructural (problemas de la morosidad del sistema financiero, rigideces en el marco institucional, etcétera).
Los problemas actuales se derivan básicamente del fracaso de la economía japonesa en recuperarse de las dificultades provocadas por la burbuja especulativa de finales de los años 80 y su consiguiente colapso al principio de los años 90, así como de la fragilidad del sector financiero, agravada también por el fenómeno de la llamada…