En un contexto de explosión de la demanda energética mundial y de diversificación de los proveedores, el modo en que se fija el precio del gas supone un gran desafío. Más que un reto político, el intercambio de gas es un asunto comercial y algunas partes interesadas están en condiciones de echar un pulso. Todos los abastecedores de gas asiáticos, incluido Catar, comparten la tendencia hacia unos precios híbridos, unida a una fracción mayor de precio al contado.
El mercado del gas tiene la particularidad de que no existe como tal. Si hablamos de un “mercado del gas”, es para referirnos a la compraventa de recursos gasísticos en un sentido amplio. El precio del gas es fruto de una compleja ecuación, que comprende una parte de indexación al precio del barril de petróleo, una parte fija, una determinada por los términos de un contrato más o menos largo y, a veces, incluso una parte de precio “libre”.
Tradicionalmente, los contratos comerciales gasísticos están sometidos a restricciones e imperativos muy estrictos. A partir de los años noventa, las voluntades económicas y políticas hicieron surgir “bolsas de gas” o hubs regionales. Los responsables políticos no son los únicos que debaten sobre la posibilidad de favorecer la creación de un mercado gasístico libre, en el que el precio se basaría en los fundamentos del propio mercado del gas (no del petróleo). Las empresas petroleras (BP o Exxon Mobil) se muestran partidarias de la creación de un mercado del gas, mientras que los bastiones de la explotación gasística como Gazprom (Rusia) o Sonatrach (Argelia), se aferran con fuerza al sistema de compraventa tradicional.
Mientras los mercados al contado se convierten en nuevos pilares del suministro gasístico, el mapa regional de los intercambios energéticos se transforma: la población asiática, en constante aumento, necesita que se…