Cuatro años después de su inicio, la guerra civil siria ha entrado en un punto muerto. El año 2014 estuvo marcado por dos acontecimientos: la irrupción en escena del denominado Estado Islámico (EI) y la formación de una coalición internacional que no ha dudado en bombardear el territorio sirio para combatirlo. Mientras tanto, el régimen ha recuperado parte del terreno perdido y la oposición moderada ha acentuado su atomización, lo que ha beneficiado a los grupos yihadistas que han avanzado posiciones. Por su parte, las fuerzas kurdas han aprovechado el vacío político para extender su control sobre el Rojava, el Kurdistán sirio.
Los bombardeos de la coalición internacional han obtenido, por el momento, logros limitados. Si bien es cierto que han frenado el avance del EI, no han sido suficientes para desalojarles de las ciudades en las que se han atrincherado. El grupo todavía controla ocho provincias sirias e iraquíes y gobierna sobre cinco millones de personas. Probablemente los dos principales éxitos de la coalición liderada por Estados Unidos hayan sido evitar la caída de Bagdad y colocar al EI en posición defensiva. En este sentido, el ejemplo de Kobane ha señalado el camino a seguir, al mostrar que la derrota yihadista tan solo será posible en el caso de que los bombardeos aéreos se combinen con la presencia de tropas sobre el terreno, en este caso los peshmergas kurdos. El presidente estadounidense Barack Obama ya ha advertido que la campaña contra el EI durará al menos tres años, lo que permitirá a EE UU manejar los tiempos a su antojo e intervenir en Siria e Irak según aconsejen sus intereses.
De otra parte, cada vez es más evidente que la guerra siria se ha contagiado al resto de Oriente Próximo. El ataque israelí contra un convoy de Hezbolá en…