El siglo XXI en el que Estados Unidos será, quizá durante un largo periodo, la potencia hegemónica ¿estará dominado por la fuerza o también desempeñará un papel el Derecho? Quizá se dé una mezcla de ambos, con una cierta tendencia al progreso, a la afirmación del Derecho. Tal es el criterio de los optimistas moderados. Los pesimistas creen que vamos a un predominio de la fuerza, a un gran retroceso.
Defendemos la expectativa de los optimistas moderados pero creemos que la fuerza mantendrá un enorme campo de acción: el poder, explicaba un empresario ilustrado, consiste en la transgresión del Derecho. Tiene verdadero poder el que salta sobre el Derecho, el que lo fuerza. Es, lo entendemos, una explicación demasiado simple, pero no del todo falaz. La civilización occidental ha consistido en el avance de la norma, capaz de imponerse sobre el arbitrio del que manda. Si EE UU aspira –y es indudable que aspira– a mantenerse como una de las bases de la civilización occidental, ha de defender la función del Derecho y sus principios procesales básicos: debate entre propuestas, aportación de pruebas, verificación.
Hay otro dato, elemental pero a veces olvidado: EE UU es mucho más que la administración Bush. Esta administración, como todas, es pasajera; quizá rápidamente pasajera. EE UU es, también, una sucesión de valores inmateriales que dan sentido a la vida de muchos ciudadanos. Esos valores fueron atacados insidiosamente el 11 de septiembre de 2001. Unos asesinos acabaron, mediante una planificación detallada y una conducta suicidaria, con la vida de más de 3.000 hombres y mujeres que comenzaban su jornada de trabajo. La perversidad de los atentados no debe mezclarse con la perversidad con que las naciones más ricas ignoran, a veces deliberadamente, la angustiosa escasez, la pobreza de decenas de países africanos y asiáticos. Esos…