Oriente Próximo apuesta por un cambio significativo en su política energética a través de un mayor protagonismo de las energías renovables. La diversificación económica y energética posiciona la región como un actor de peso en el ámbito de las renovables, tanto a corto como a largo plazo.
Estamos inmersos en una coyuntura marcada por importantes cambios geoestratégicos que redefinen el mapa energético mundial y de Oriente Próximo. Como jugador destacado en el tablero internacional ha empezado a mover ficha a través del impulso de las energías renovables. Desde el punto de vista de la oferta, hay que destacar, sin duda, el desarrollo del fracking en Estados Unidos, con importantes consecuencias en los precios internacionales (existe ya un considerable gap entre los precios del gas en EE UU, Europa y Japón) y en el papel de la potencia americana en los flujos comerciales de energía: EE UU podría pasar de ser importador neto a exportador de gas en 2020 y su producción de petróleo se incrementa de forma significativa.
Otro cambio relevante lo protagonizan las energías renovables que, según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), podrían pasar de representar el 21 por cien de la generación eléctrica mundial en 2012 al 33 en 2040. Los compromisos en materia de cambio climático, las mejoras en las curvas de aprendizaje y la revisión de las políticas nucleares de algunos países a raíz del lamentable accidente de Fukushima, son algunos de los motivos que justifican el auge de estas tecnologías.
Desde la perspectiva de la demanda, el crecimiento de las economías emergentes se traduce en un protagonismo cada vez mayor en el consumo energético mundial. De hecho, la AIE estima que los países no miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) podrían concentrar más del 95 por…