Dada la fragmentación de las dinámicas políticas regionales y de la política interior, no parece que un actor único, estatal o no estatal, se imponga como fuerza dominante.
En el cuarto aniversario de las revueltas árabes, un análisis clínico de las tendencias estratégicas en Oriente Medio revela que la región se encuentra sumida en complejas luchas por el poder e influencia en las que intervienen potencias regionales clave. Los actores externos desempeñan una función muy poco relevante en estas nuevas dinámicas estratégicas que recorren Oriente Medio; los principales motores del cambio proceden de la propia región. El contexto actual es muy variable y está sujeto a sobresaltos repentinos, como se ha visto con el auge del grupo Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) en Irak y Siria este verano o con la conquista de la capital de Yemen, Saná, por el movimiento huthi durante este otoño.
La lucha por el poder y la legitimidad es intensa y en ocasiones muy violenta en lugares como Siria, Irak, Libia y Yemen. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el combate ha adquirido características propias de una nueva guerra fría, una lucha por la influencia en la que interviene el apoyo político y económico silencioso de otros actores de la zona.
Teniendo en cuenta las tendencias demográficas, sociales y políticas de la región, parece bastante probable que estos últimos cuatro años no hayan sido más que el comienzo de un prolongado periodo de remodelación del equilibrio de poder en la región. En este nuevo contexto, las políticas de actores externos como Estados Unidos, Europa y China pueden tener cierta influencia en las tendencias regionales, pero no sería muy acertado pensar que la actuación de estos actores pueda, por sí sola, determinar el resultado final.
Las fuerzas del interior de la…