Pobre Radoslaw Sikorski. El flamante ministro de Exteriores polaco –premio World Press Photo, secretario de Estado a los 29 años, casado con la ganadora de un Pulitzer– estaba en todas las quinielas para relevar a Catherine Asthon como máximo representante de la política exterior europea. Pero la filtración de conversaciones confidenciales con otros ministros del gobierno de Donald Tusk, publicadas recientemente en la revista Wprost, ha dinamitado su candidatura. Las opiniones de Sikorski, además, revelan divisiones entre la Unión Europea y Estados Unidos a la hora de tratar con Rusia la desestabilización de Ucrania.
Se da la ironía de que Sikorski, anglófilo y admirador de Margaret Thatcher, reserva sus críticas más duras para Reino Unido y EE UU. En lo que al primero respecta, el ministro de Exteriores despotricó sin cortapisas contra la deriva euroescéptica de David Cameron. Acusó al primer ministro británico de creerse su propia “propaganda estúpida” y “no pillar” la relación de su país con Bruselas. En el caso de EE UU, las críticas de Sikorski son aún más contundentes –y, llegados al caso, inconvenientes–. De la alianza de Washington con Varsovia, opinó que “no vale nada”. Incluso es mala, por generar una falsa sensación de seguridad. “Entraremos en conflicto con los alemanes, con los rusos, pero pensaremos que todo va bien” observó Sikorski, quien, no sintiéndose especialmente diplomático, ni a sabiendas de que estaba siendo grabado, comparó la relación de su país con EE UU con una sesión de sexo oral.
Surge la cuestión de quién facilitó las filtraciones. El Financial Times sugiere la posibilidad de que fuese el Servicio Federal de Seguridad, principal agencia de inteligencia rusa. No cabe duda de que Moscú es el principal beneficiario de las filtraciones, como lo fue cuando Victoria Nuland, del Departamento de Estado, soltó un clamoroso “que le jodan a la UE” mientras hablaba por teléfono con el embajador de EE UU en Ucrania. Otra posible explicación es que el varapalo al gobierno fuese un proyecto doméstico. Grzegorz Sadowski, que obtuvo las filtraciones para Wprost, ha asegurado que sus fuentes no son extranjeras. Una de las opciones que se barajan es que las filtraciones proviniesen de elementos en las fuerzas de seguridad cercanos a Ley y Justicia, el principal partido de la oposición, con el fin de debilitar al gobierno.
Independientemente de su procedencia, las filtraciones socavan una vez más las relaciones a ambos lados del Atlántico. Gran parte de Europa se muestra reacia a adoptar la línea dura contra Rusia que exige EE UU. Para Alemania, apoyar nuevas sanciones conlleva un coste económico considerable. Francia, incluso tras la anexión de Crimea, ha continuado la construcción de buques de asalto anfibio para la armada rusa. El 30 de junio, 400 marinos rusos desembarcaron en Saint-Nazaire con el fin de familiarizarse con el primer buque de clase Mistral. Polonia, sin embargo, se cuenta entre los partidarios de no ceder ante la posición de Rusia. Su falta de sintonía con Washington es música para los oídos del Kremlin.
Los principales damnificados, al menos a corto plazo, son los políticos polacos. El 25 de junio, el gobierno de Tusk fue sometido a una moción de confianza que logró ganar. Pero las posibilidades de Sikorski en Bruselas han quedado dañadas. El candidato con más peso es ahora Carl Bildt, ministro de Exteriores sueco y antiguo primer ministro. Bildt también ha adoptado una línea crítica con Moscú, pero las filtraciones de Wikileaks esbozan un perfil engreído. El segundo candidato es el diplomático holandés Frans Timmermans..